Críticas

Claustrofóbica iniciación de una vanguardia

Ascensor hacia el cadalso

Ascenseur pour l'echafaud. Louis Malle. Francia, 1957.

Con la posguerra, los europeos llegados a Hollywood propiciaron el desarrollo de un género cinematográfico, el cine negro, que se identificó con algunos rasgos de la estética del expresionismo alemán, como la iluminación, que permitía definir las características psicológicas de sus personajes, o la angulación de la cámara, que indicaba su condena o su salvación. En el film noire, no hay «buenos» o «malos», sino seres que habitan una sociedad corrupta, en la que la supervivencia viene de la mano del cinismo, la frialdad de las emociones y la violencia. Esa es la temática que escogieron aquellos inmigrantes de los años 30-40 (Fritz Lang, Michael Curtiz, Josef von Sternberg, entre otros), iniciando un género que tendría su máxima expresión en El halcón maltés (The maltese falcon, John Huston, 1941), inspiración de los jóvenes franceses que defendían en los años 50 el cine de autor, frente al cine de los guionistas, pues el baremo con el que se medía la calidad de una película no era su puesta en escena, sino la calidad de la obra literaria que la inspiraba.

Los críticos de Cahiers du cinèma, encabezados por su fundador, André Bazin, no sólo se dedicaron a denostar ese cine «de calidad», sino que probaron que era posible realizar un cine autoral, tomando en sus manos el rol de director. Es sabido ya que la obra de estos jóvenes (Francois Truffaut, Jean Luc Godard, Jacques Rivette, Claude Chabrol y Eric Rohmer) generó un movimiento cinematográfico que aún muestra sus huellas en el cine actual.

Poco antes de que el Festival de Cannes de 1959 descubriera que estos jóvenes críticos eran, además, verdaderos autores cinematográficos, aparece en el panorama del cine francés Louis Malle, que traía una experiencia como asistente de director, editor y cámara de Jacques Cousteau, con quien filmó, entre otras películas, El mundo silencioso (Le monde du silence, 1956), un documental que obtuvo el Oscar a la Mejor película en su categoría y que le dio a Louis Malle la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Un problema de salud puso fin a esta colaboración, y a partir de entonces Malle buscará en la ficción su derrotero fílmico.

En Francia, el cine negro era el preferido de los jóvenes que acudían a la Cinématèque Française a ver películas norteamericanas, que serían un verdadero estímulo en la realización de sus obras. Obras que luego formarán parte de esa vanguardia denominada Nouvelle Vague.

Ascensor para el cadalso es el primer largometraje de ficción de Louis Malle y un claro antecedente de la nueva ola francesa, a la que el autor acompañará paralelamente con algunos títulos de su extensa obra, sin enmarcarse decididamente en la vanguardia que integrarán los «jóvenes turcos», como les llamaba Bazin, inspirándose en el partido nacionalista, nacido de una sociedad secreta de estudiantes universitarios, que se rebeló contra el sultán del imperio otomano, tomando el poder durante la Primera Guerra Mundial.

La historia, escrita por Malle y Roger Nimier, a partir de una novela sin demasiado futuro de Noël Calef, transcurre durante un fin de semana y nos cuenta lo que le sucede a dos parejas. Por un lado, la integrada por Julien Tavernier (Maurice Ronet), un veterano de la guerra colonial en Indochina y Argelia, y Florence Carala (Jeanne Moreau), su amante y esposa de su jefe, un industrial que construye armamento. Por el otro, la del joven rebelde Louis (Georges Poujouly) y Véronique (Yori Bertin), la florista. Unos con su amor maduro e ilegal, los otros, con su desenfado adolescente, antecedente posible de la pareja de Sin aliento (Jean-Luc Godard).

Malle pretendía hacer una obra de suspenso, un thriller. Para ello se inspiró en Robert Bresson, sobre todo en las escenas del interior del ascensor (donde Julien ha quedado atrapado luego de haber cometido un asesinato) que recuerdan a Un condenado a muerte se escapa (Un condamné à mort s’est échappé, 1956); y en Alfred Hitchcock, por el determinismo de las acciones de los personajes; por cómo el azar tuerce el destino y aquello inesperado surge cuando menos se lo espera (Julien nota que ha olvidado un detalle imperdonable que lo condenará o la inocencia con que la mujer acude a la policía, sin darse cuenta que será desenmascarada); o por la presencia de la gélida y rubia femme fatal.

La escena más famosa del film es la de la larga caminata de Florence, que busca frenéticamente a su amante Julien en un recorrido nocturno por las calles solitarias y los bares multitudinarios de París, en un evidente antecedente de otro personaje, también interpretado por Moreau en La notte (1961), de Michelangelo Antonioni. Florence es acompañada en su soledad por la música sugerente de Miles Davis, quien grabó la partitura en una sola sesión, junto al baterista Kenny Clarke y tres músicos locales, interpretando esa improvisación inspirada que sellará la suerte del filme y dejará una impronta en el futuro movimiento cinematográfico francés. Además de la música, la fotografía de Henri Decaë, otro nombre que aparecerá frecuentemente en las fichas filmográficas de la vanguardia francesa, realizará uno de los aportes más novedosos del filme, utilizando una película ultrasensible, que le permitió plasmar la iluminación real de los faroles sobre Champs Elysées.

Y hablando de femme fatal, debemos decir que el film se inicia con un primerísimo primer plano de Florence, un diálogo de escasas líneas desde una cabina telefónica, para entrar de lleno en la acción. Jeanne Moreau ya había actuado en algunas películas menores, pero será Ascensor para el cadalso la que le dará a su protagonismo un registro que funcionará como la característica más fuerte de su carrera interpretativa, muchas veces actuando para filmes de la Nouvelle Vague.

Ascensor para el cadalso anticipa el nacimiento de la nueva ola en su sino de modernismo. Su belleza se condensa en el laconismo de los diálogos, en el acompañamiento musical que puntea la larga caminata de Florence, en la angustiante trampa deshumanizada en que se ha convertido el ascensor, en el absurdo humor que posee la escena del intento de suicido de los jóvenes, en el esplendor del motel que subyuga a la parejita en su provocativa exposicion de un nivel de vida inalcanzable o en la escena final, donde el desenlace es un cierre inesperado a la larga búsqueda de Florence.

Aunque Louis Malle no sea hombre de la Nouvelle Vague, sino más bien un acompañante generacional, Ascensor para el cadalso es su película más nuevaolera. Hoy, 52 años después, se puede decir que estamos ante un clásico que mantiene la calidad de su puesta en escena y la fidelidad hacia el género. Por eso, visto a la distancia y como ya lo hemos dicho, puede considerarse un claro antecedente de un movimiento del que aún se sienten sus influencias.

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Ficha técnica:

Ascensor hacia el cadalso (Ascenseur pour l'echafaud),  Francia, 1957.

Dirección: Louis Malle
Guion: Louis Malle y Roger Nimier, de la novela de Noël Calef
Producción: Jean Thuillier
Fotografía: Henri Decae
Música: Miles Davis
Reparto: Jeanne Moreau, Maurice Ronet, Jean Wall, Lino Ventura, Georges Poujouly, Yori Bertin, Ivan Petrovich

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