Críticas

Encontrando esperanza dentro del rutinario destino

La nana

Sebastián Siva. Chile, 2009.

¿Qué nos podría pasar a cualquiera de nosotros si viviésemos durante más de veinte años con una familia que consideras tuya pero La nanaen realidad no lo es? Toda una vida siendo «la chica de los señores» te da ciertos privilegios, pero no hay que olvidar que, en cualquier caso, eres la sirvienta. Que quieran celebrar tu cumpleaños con ellos no significa que tengas que dejar de fregar los platos de tu propio pastel…

Si series como Arriba y abajo (Upstairs Downstairs, 1971-75) o films como Gosford Park (Robert Altman, 2001), ya habían conseguido acercarnos a las diferencias -y similitudes- entre señores y criados, el director, Sebastián Silva, nos muestra que no hace falta remontarse a la Inglaterra de los años treinta para ver que en países como Chile este formato familiar sigue siendo, por mucho que nos sorprenda, de actualidad.

Inspirándose en experiencias vividas por el propio director, La Nana nos explica el día a día de Raquel, una introvertida y hosca mujer que vive exclusivamente para servir a los Valdés, familia acomodada compuesta por el matrimonio y cuatro hijos. Vemos la difusa relación entre ellos (hay cariño, pero el justo, hay celos, pero como en cualquier familia, hay órdenes, pero suavizadas) y la reacción de Raquel a cualquier novedad que involucre peligro  en el perímetro que ella controla y del que es dueña: el cuidado de la familia y sobre todo de los hijos. Así, cuando el ama propone a Raquel que va a contratar a una ayudante, ella se niega, y hará lo imposible para conseguir que todas renuncien y acaben marchándose… hasta la llegada de Lucy, una chica que tiene muy claro que su vida no tiene por qué estar subyugada a la de la familia, haciendo ver la luz a Raquel.

La nanaA caballo entre drama y comedia e incluso con pinceladas de thriller psicológico, La Nana  consigue adentrarnos rápidamente en la trama, sintiendo al principio lástima por su protagonista, para pasar poco después al miedo y finalmente, a la alegría y empatía por ella. No es de extrañar que Silva haya logrado con éste, su segundo largometraje, atraer las miradas de medio mundo: galardonada con el Premio del Jurado a Mejor Película en Sundance, nominada en los Independent Spirit Awards e incluso para los Globos de Oro…   y es que ha conseguido hacernos ver la historia desde el otro lado: rodada en su mayor totalidad con cámara en mano, con primeros planos para acercarnos más a los personajes y a la acelerada rutina diaria (y casi sin salir del escenario principal, que es la casa de los Valdés) y con una casi inexistente banda sonora, el film se centra en las experiencias de la criada, en cómo vive, en qué siente…

Porque La Nana no es (a diferencia de lo que muestra el trailer y que puede llevar a confusión) una crítica sobre las diferencias aún existentes en sociedades como la chilena, una denuncia sobre cómo viven estas mujeres (aunque, evidentemente, lo consigue plasmar con una sutil ironía, casi imperceptible, pero que no se escapa al espectador, gracias a un guión -co firmado  por el propio director- que enseña a una típica familia burguesa, con sus manías y secretos, pero también con su compasión e ingenuidad). Ni tan siquiera habla exclusivamente de las penurias de estas mujeres, que no saben si pertenecen o no a la familia (lo vemos confirmado de forma excelente en la escena en la que el hijo mayor hace una broma a su padre, burlándose de él, mientras Raquel está oyéndoles, riéndose cerca de la puerta… no puede compartir su risa, pero tampoco puede dejar de hacerlo con cariño… ¡Ah!  El ama lo deja rápidamente claro: «¡Cierra la puerta!», le dice a su hijo).

No, Silva va más allá: nos muestra el interior de esta mujer. No sabemos cómo ha podido llegar a esa situación, pero sí podemos La nanaimaginarnos que, año tras año, su oprimente entorno la ha llevado a encerrarse en su propio mundo, a alimentarse de sus propias manías… no es rara, no está loca. Su situación la ha hecho ser como es y, hasta que no llega alguien que no está «contaminada» por esa forma de pensar y vivir, no se dará cuenta de que hay un mundo más allá de las cuatro paredes de la casa.

La interpretación de Catalina Saavedra es básica para que La Nana tenga tanta fuerza: consigue convencernos tanto de que su personaje es así de introvertido, de apagado, que nos sorprende en sus explosiones de alegría, como si esa mujer no fuese capaz de sentir lo que parece está descubriendo y, sin embargo, sintiendo realmente. Su trabajo es memorable y, como se defendió en su momento por los profesionales del sector, digno del Oscar. La acompañan y complementan a la perfección Claudia Celerón, el ama de casa que no puede dejar de tratar a su empleada de forma condescendiente, como de si una hija se tratase, aguantándole todas sus manías e incapaz de echarla, y Mariana Loyola, la mujer que demuestra a Raquel que, si no se implica tanto, podrá experimentar experiencias propias.

En definitiva, La Nana es un film imprescindible por varias razones: el primero, para que países como el nuestro vean que este «submundo» sigue existiendo. El segundo, para descubrir cómo puede representarse tan magníficamente la psicología de una persona que está al borde del colapso. El tercero, para ver, tal y como decíamos en Nadie sabe nada de gatos persas, que con poco dinero se puede hacer una gran película. Y, por último, para investigar el nuevo cine chileno que llega, que tiene mucho que decir. Vamos, que razones para verla, no faltan. Os invitamos a descubrirla, no defraudará.


Festival y galardones:

Festival de Sundance 2009. Premio del jurado-World Cinema.

Festival Iberoamericano de Huelva 2009. Premio Colón de Oro a la mejor película

Globos de Oro 2009. Nominada mejor película extranjera

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Ficha técnica:

La nana ,  Chile, 2009.

Dirección: Sebastián Siva
Guion: Sebastián Silva, Pedro Peirano
Producción: Gregorio González
Fotografía: Sergio Armstrong
Reparto: Catalina Saavedra, Claudia Celedón, Mariana Loyola, Agustín Silva

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