Críticas

El poder de desaparecer

La vida invisible de Eurídice Gusmão

A vida invisível. Karim Aïnouz. Brasil, 2019.

Ambientada en el Brasil de la década de los 50 del siglo pasado, La vida invisible de Eurídice Gusmão nos introduce desde las primeras imágenes en la atmósfera exuberante, cálida y un tanto mágica de un Río de Janeiro paradisíaco, donde los colores y las emociones son protagonistas de una historia desoladora, en la que las hermanas Guida y Eurídice Gusmão se encuentran irremediablemente atadas a un destino, el  del  género, el de haber nacido mujeres.

El director brasileño Karim Aïnouz nos cuenta en esta película, ganadora de la sección Una Cierta Mirada en el Festival de Cannes, una historia sobre la discriminación de género que, tal vez, hace unos años habría pasado inadvertida en su lectura, pero que tiene una vigencia absoluta en nuestros días. Basada en la novela de gran éxito de la brasileña  Marta Batalha, nos adentramos en un mundo de belleza poética, pero con una cultura totalmente machista, en donde el ser mujer era casi un estigma y marcaba claramente el camino de la vida. En un entorno familiar, donde el padre tenía toda la palabra y la madre era una sombra anulada, la voluntad de las dos hermanas se ve invalidada a la hora de elegir pareja, de estudiar y poder tener éxito en la vida o, incluso, de disfrutar en las relaciones sexuales. Las mujeres no podían aspirar a nada más alto que a casarse y ser fieles servidoras de sus maridos. Nada más ilustrativo que la noche de bodas, entre cómica y patética, pero tan real como la vida que pasa la joven Eurídice con su marido. Y atentos a las recomendaciones que le da su cuñada horas antes para que sepa afrontar el mal trago. ¿De verdad nos sorprende esto?

¿Acaso alguien cree que esta historia hubiese acontecido si la familia Gusmão, en lugar de dos hijas hubiese tenido dos hijos? Sabemos que es impensable.

Con una estética que por momentos recuerda el cine de Wong Kar Wai o de Arturo Ripstein (incluidos los muchos espejos con los que se juega a la hora de componer los planos), Aïnouz también entra, al igual que estos cineastas, en el complicado terreno del melodrama, donde el sobreexceso o la contención pueden llevar al fracaso de la historia, pero el director brasileño nos demuestra que sabe mantener el equilibrio. Ya en su primera película, Madame Satã (2002), también presentada en Cannes, el director recorría algunos de los escenarios bohemios y excéntricos de Río de Janeiro que volvemos a encontrarnos ahora, y el protagonista también era víctima de la discriminación por su condición de homosexual.

A lo largo de la película, asistiremos a la vida que en paralelo se ve obligada a llevar cada una de las hermanas. Las ironías de la vida harán que sea Guida, la mayor, quien viaje a Europa y, en cambio, Eurídice, la promesa del piano, no podrá jamás pisar el continente, como hubiese sido su sueño. Por otro lado, el deseo de Guida, de casarse con un hombre que la ame, no encontrará cabida y Eurídice será la que lleve, muy a su pesar, una vida matrimonial convencional. En este aspecto, el trabajo de Karim Aïnouz es muy eficaz y logra retratar la psicología de cada una de las hermanas con gran profundidad. El título de la película, tal y como se estrenó en España, confunde, porque nos hace pensar que la historia versa principalmente sobre Eurídice y luego descubrimos que Guida tiene tanto peso como su hermana en el desarrollo de la misma. En Brasil, más acertadamente, se tituló A vida invísivel. De caracteres diferentes, si invisible es la vida interior con la que Eurídice sobrevive, también es invisible la vida terrenal y de absoluta fisicidad que le toca llevar a Guida como forma de subsistencia.

La película está llena de personajes femeninos solitarios o que no lograron   una vida de pareja satisfactoria y llena de complicidad, como es el caso de  Zélia o Filomena, desencantadas cuando hablan de amor o de sexo. O las mismas Eurídice y Guida, que acaban considerando el amor fraternal el más auténtico que vivieron, pese a perderse el contacto entre ellas.

En contrapartida, la película contiene elementos en el guion que se vuelven redundantes y alargan el metraje en demasía. Por momentos, el ritmo se pierde. Y, por otro lado, me pregunto si el epílogo era necesario, porque no añade nada a la historia y tiene el defecto de sacarnos, como espectadores, de esa atmósfera tan lograda de los tiempos pasados, que incluso pareciera mostrarse envuelta en una nebulosa lejana, como si quisiese indicarnos que la historia de Eurídice y Guida es pretérita y que  no debería suceder en nuestro presente.

Cuando Eurídice vuelve a casa, tras pasar su examen de piano de forma sobresaliente, nadie la felicita. Su esposo Antenor, lleno de celos, la recrimina. Ella solo acierta a decir: “Cuando toco el piano, desaparezco”. Ni su padre, ni su marido pueden entender el significado de esta frase. Eurídice pertenece a un mundo que ni imaginan.

 

Tráiler

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Ficha técnica:

La vida invisible de Eurídice Gusmão (A vida invisível),  Brasil, 2019.

Dirección: Karim Aïnouz
Duración: 139 minutos minutos
Guion: Murilo Hauser (Novela: Martha Batalha)
Producción: RT Features / Pola Pandora Filmproduktions
Fotografía: Hélène Louvart
Música: Guilherme Garbato, Gustavo Garbato
Reparto: Fernanda Montenegro, Carol Duarte, Gregório Duvivier, Cristina Pereira, Flavio Bauraqui, Maria Manoella, Júlia Stockler, Nikolas Antunes

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