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La verdadera historia del cine II

A continuación aparece un personaje real, Richard Pearce (1877-1953), que, al parecer, inventó y logró elevar en el aire un monoplano, si bien no se sabe con exactitud la fecha y no hay ninguna grabación del acontecimiento. Según Forgotten Silver, McKenzie grabó ese primer vuelo, que se puede datar, gracias a la ampliación de un periódico que aparece en escena, en marzo de 1903, nueve meses antes que los hermanos Wright. No es verdad que McKenzie estuviera allí para grabarlo, pero sí que Richard Pearce consiguió aquella hazaña.

Colin se escapa de casa a los quince años y, en 1905, junto a su hermano Brooke (interpretado por Richard Shirtcliffe), funda la empresa cinematográfica de los Hermanos McKenzie, dedicada a grabar bodas y celebraciones. Pronto, sin embargo, con las ganancias, deciden embarcarse en un proyecto más ambicioso: rodar el primer largometraje de la historia, con una duración de 84 minutos. Se trataba de La estación del guerrero (The Warrior Season, 1908), que incorporaba, además, otra novedad: el sonido. No solo hablaban los personajes, sino que había efectos sonoros de caídas, golpes y demás –era, además del primer largometraje sonoro, la primera película de kung‑fu–. En esta ocasión, a Botes y a Jackson se les adelanta la realidad, no en lo que respecta al cine sonoro, que inició su andadura hacia finales del la década del veinte, pero sí en lo que respecta al primer largometraje del cine, cuyo origen, al parecer, no es americano ni europeo, sino australiano: The Story of the Kelly Gang, Charles Tait, 1906. Según Forgotten Silver, La estación del guerrero fracasó estrepitosamente porque los espectadores no entendían los diálogos, que estaban en chino –y sin subtítulos ni intertítulos–, y abandonaban la sala a los pocos minutos, sin prestar demasiada atención a la tremenda innovación que suponía el sonoro en la temprana fecha de 1908.

Esa es la razón por la que Colin se olvida del sonido y se centra en otra de sus obsesiones técnicas, el color. Descubre una fórmula para hacer película en color, pero la planta que utiliza resulta difícil de encontrar y solo crece en Tahití, adonde se dirige con su hermano Brooke. Tras muchos esfuerzos y meses de trabajo, logran grabar una película en color que duraba veintidós segundos, Colour Test (1911). Se trataba de una prueba, pero, a lo largo de la misma, irrumpieron en mitad del plano algunas nativas semidesnudas, lo que les costó seis meses de cárcel y trabajos forzados a los hermanos McKenzie a su vuelta a Nueva Zelanda, por exhibición de material obsceno. También en el color Colin McKenzie logró adelantarse veinte años a la industria de Hollywood, ya que solo a partir del final de la década del treinta empezó a utilizarse el color con frecuencia, si bien convivió con el B/N otros veinte años más.

Tras ese incidente, Colin abandona su faceta como inventor y se centra en su tarea como director. Acude a uno de los primeros libros de nuestra tradición literaria, la Biblia, y se embarca en un ambicioso proyecto, rodar una película sobre Salomé. Se trata, por tanto, de una superproducción épica que requiere, entre otras cosas, la reconstrucción de la Jerusalén del siglo I de nuestra era. El propio Colin interpretaría al Bautista, mientras que su hermano Brooke sería Narraboth, el capitán de la guardia de Herodes. Necesitaban a alguien que hiciera de Salomé, y comenzaron a hacer las primeras pruebas de reparto de las que tenemos constancia, Salome Screen Tests (1914). Y entonces apareció Maybelle (interpretada por Sarah McLeod), que iba a cambiar la vida de los hermanos McKenzie para siempre.

Salomé es el gran proyecto personal de Colin McKenzie, su obra maestra, si bien su rodaje fue muy accidentado y se prolongó durante diecisiete años, con diferentes interrupciones y aplazamientos. Además, se trataba de una obra inacabada y, durante más de sesenta años, perdida, enterrada en la selva. En su primera etapa, 1914, McKenzie inventó el primer plano, al aproximarse a Brooke y Maybelle. Al darse cuenta de que se habían enamorado, suspende el rodaje e inmediatamente estalla la Primera Guerra Mundial. Brooke se alistó después de casarse con Maybelle. Llevó a Gallipoli una cámara que le había construido su hermano, a quien habían rechazado en el ejército por tener los pies planos. Gallipolli Footage (1915), de Brooke McKenzie, refleja el aspecto humano de la contienda. Brooke muere en junio de 1915, y eso supone un duro revés para Colin, que desaparece a finales de 1915. En 1918, tras el final de la Gran Guerra, Colin pretende reanudar el rodaje de Salomé. Había recreado la antigua Jerusalén en medio de un bosque de la Costa Oeste de Nueva Zelanda y regresaba dispuesto a acabar su obra maestra en memoria de su hermano muerto.

El 22 de febrero de 1919 se reanudó el rodaje de Salomé. Cinco días después, a Colin McKenzie se le acabó el dinero, pero, por fortuna, encontró un medio para ganar más: grabar películas de humor con Stan Wilson, más conocido como Stan the Man (interpretado genialmente por Peter Corrigan). Si Salomé convertía a McKenzie en un nuevo Griffith, las películas del payaso Stan, repletas de golpes, caídas y, sobre todo, tartas de merengue, lo convertían en un trasunto de Mack Sennet, el rey de las “tartas de crema”, maestro del slapstick. En cierto modo, McKenzie se parecía a Orson Welles, que era capaz de aceptar casi cualquier papel con tal de poder financiar sus proyectos más personales. Las colaboraciones con Stan, rodadas siempre con cámara oculta –la cámara‑maleta, otro invento de McKenzie– se concentran en dos períodos, 1921‑1922 y 1924‑1925. Las películas de Stan se basaban en bromas pesadas, a veces violentas y de mal gusto. La dinámica era muy sencilla, Stan llegaba a un lugar y empezaba a hacer fechorías de distinto tipo. Todo eso se grababa con cámara oculta y se exhibía con gran éxito en el ayuntamiento de cada uno de los lugares.

Ahora, sin embargo, es necesario regresar al rodaje de Salomé. El 4 de diciembre de 1926 Colin se casa con Maybelle y sigue con sus problemas de financiación para la película. Un productor de Hollywood, Rex Solomon, dueño de Majestic Lion Pictures, una productora especializada en películas de tema bíblico, apuesta por el proyecto y le entrega Colin un anticipo de 25.000 libras que Colin se gasta íntegro en una sola escena rodada con 15.000 extras. Ahora bien, el acuerdo entre Solomon y McKenzie duró poco, ya que Solomon lo perdió todo en el crack de 1929 y McKenzie se quedó de nuevo sin financiación para Salomé. Consiguió otra fuente de financiación en el aparato de propaganda de la Unión Soviética, pero los mafiosos hermanos Palermo (Gloomer en el original) le reclamaban el negativo de la película, ya que se habían quedado con todas las propiedades de Solomon. A partir de aquí, Colin emprende una carrera contrarreloj y se obsesiona con acabar Salomé como sea, lo que tendrá duras consecuencias para él y su familia, pues hace trabajar a Maybelle durante horas y horas, a pesar de estar embarazada. Por un lado, tenía que rodar un drama revolucionario para los rusos, pero, por otro, estaba acabando su película. De cada cinco tomas que rodaba, una era para los rusos y las cuatro restantes para su proyecto personal. Al final, Maybelle tuvo un parto prematuro y tanto ella como su hijo murieron cuando solo faltaba por rodar una escena de Salomé. Colin enterró la película junto a su familia y se marchó el 27 de julio de 1931 para no regresar jamás a Nueva Zelanda. Primero fue a Argelia, donde cayó en el alcoholismo, y en 1936 lo encontramos en la Guerra Civil Española, que es donde conoció a Hannah Simpson, una joven neozelandesa que trabajaba en un hospital de la Cruz Roja y con la que poco después se casaría. La pista de Colin se pierde a principios de 1937, en plena Guerra Civil, durante la Batalla de Málaga.

De vuelta a la actualidad, Botes y Jackson descubren los restos del rodaje de Salomé y, lo que es más importante, las latas de la película. John O’Shea se encarga de la restauración de Salomé, que fue posible gracias a la ayuda de la Film Comission de Nueva Zelanda. Tres días antes del estreno, previsto para el 3 de septiembre de 1995, llega de una filmoteca española un documento inaudito, la última película rodada por McKenzie. Las imágenes corresponden a la Batalla de Málaga, y en ellas vemos cómo McKenzie rodó su propia muerte al dejar la cámara en el suelo y tratar de socorrer a un compañero herido –en el caso de McKenzie se trata de una ficción, pero así murió el cámara de la película The Battle of Chile–.

Y aquí es donde llegamos al momento culminante de Forgotten Silver, y donde el homenaje al cine silente, presente a lo largo de toda la película, cobra una mayor importancia. Se trata del estreno mundial de Salomé en el montaje de una hora –McKenzie había previsto una película de cuatro horas de duración– que ha hecho John O’Shea, y del que podemos ver un resumen. Si a lo largo de estas páginas hemos dicho que McKenzie es un trasunto de Griffith, eso es algo que queda completamente corroborado tras ver Salomé, que nos recuerda inmediatamente a Intolerancia (Intolerance: Love’s Struggle Throughout the Ages, 1916), del propio Griffith, pero también a Cabiria (1913), de Giovanni Pastrone –película que, por cierto, tuvo la oportunidad de ver Griffith en la Exposición Universal de Knoxville–.

Así, los intertítulos de Salomé. A Tale from de Bible recuerdan a los de Intolerance: Love’s Struggle Throughout the Ages, tan característicos de Griffith. También Griffith, como McKenzie, pretendía rodar una película mucho más larga, aunque Intolerancia ya dura más de 160 minutos. Son numerosas las versiones de Salomé para el cine, pero todos tenemos en mente la dirigida por William Dieterle en 1953, con Rita Hayworth, Stewart Granger y Charles Laughton en los papeles principales. Del mismo modo, cualquier aficionado al cine recuerda que Salomé era el papel elegido por Norma Desmond (Gloria Swanson) para preparar su regreso a la gran pantalla en El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, Billy Wilder, 1950). Y, por cierto, el desastroso rodaje de Salomé recuerda un poco al de La reina Kelly (1932), donde las desavenencias entre el director (Eric von Stroheim) y la actriz principal (Gloria Swanson) impidieron que la película llegara a buen puerto.

Más que La verdadera historia del cine, el documental de Peter Jackson y Costa Botes podría haberse titulado Otra historia del cine es posible. Y si ya hemos dicho que McKenzie tiene mucho de los Lumière y de Edison, y algo de Porter y Bitzer, de quien más tiene, sin duda, es de Griffith, el creador del lenguaje cinematográfico, el que formula su gramática, el que articula su sintaxis con un carácter eminentemente narrativo. Griffith, en El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1915), perfeccionó e incorporó muchas innovaciones, como el montaje o acción paralela. Esto es precisamente lo que intentan hacer Peter Jackson y Costa Botes cuando filman la Salomé de McKenzie, imitar el estilo de un maestro como Griffith, y no tanto el Griffith de El nacimiento de una nación como el de Intolerancia.

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