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Juego de tronos (temporada 7)

Ya dispuestas las piezas sobre el tablero y activada de nuevo la ciudad de Rocadragón, todo está preparado en Poniente para que comience la Gran Guerra, pero no la que esperamos, la que enfrente a Daenerys (Emilia Clarke) con Cersei (Lena Headey), sino aquella que enfrentará a todo ser viviente con el Rey de la Noche (Vladimir ‘Furdo’ Furdik), que ha conseguido reunir un ejército de caminantes blancos más allá del muro. Ese es el arco argumental de la séptima temporada de Juego de tronos, la más atí­pica en cuanto a fecha de estreno, número de episodios y duración de los mismos, pero no así­ en lo que respecta a su desarrollo, ya que, poco a poco, los espectadores han ido aprendiendo el movimiento de las piezas y parece que todo ha sucedido según lo previsto.

No faltan voces que defienden que, desde el momento en que la serie se ha apartado de las novelas de George R. R. Martin, todo se ha vuelto más previsible. Creo que si la historia resulta más previsible es porque se ha desplazado el centro de los personajes a la acción, y eso hace que resulte, inevitablemente, más convencional. En cierto modo, las últimas temporadas han ido domesticando una serie que resultaba mucho más salvaje y sorprendente en sus inicios, aunque nunca, hasta ahora, habí­a renunciado del todo a lo inesperado (recordemos, si no, el final de la sexta temporada).

Esta séptima temporada se ha hecho esperar más de lo deseado y no hemos podido disfrutar de ella hasta mitad de julio. Además, como solo consta de siete episodios, la mayorí­a de espectadores llegará al séptimo episodio con ganas de más, pero el problema no es ese, sino que tan solo quedan otros seis episodios para concluir la historia, atar los cabos sueltos y dar por concluido un universo que se ha ido desplegando poco a poco, si bien ahora parece que se precipita sin frenos hacia su final.

Al comienzo de la temporada, Daenerys llega a Rocadragón, Jon Nieve (Kit Harington) es elegido Rey en el Norte y Cersei se ha atrincherado en Desembarco del Rey dispuesta a defender el Trono de Hierro con uñas y dientes. Entran en juego los grandes estrategas de los dos bandos, Tyrion (Peter Dinklage), por un lado, y Jaime (Nikolaj Coster-Waldau), por otro. Los Lannister están prácticamente solos y únicamente cuentan con el apoyo de Euron Greyjoy (Pilou Asbaek), aparte del de algunos fieles como Bronn (Jerome Flynn) o La Montaña (Hafbór Júlí­us Björnsson). El arranque es inmejorable, porque retoma por unos momentos al personaje de Walder Frey (David Bradley) en los Gemelos.

Esta séptima temporada no desaprovecha prácticamente ningún episodio y en todos, salvo en el primero, hay mucha acción. Daenerys pronto se da cuenta de que la estrategia es lenta y tediosa, y que un triunfo, como la toma de Roca Casterly, puede transformarse en derrota, así­ que no tarda en aprovechar el potencial bélico de sus tres dragones, auténticas armas de destrucción masiva, tal como comprobamos al final de “Botines de guerra”.

Jeremy Podeswa, que dirigió los dos primeros episodios de la anterior temporada, se encarga de abrir y cerrar la séptima. Los siete episodios se reparten entre cuatro directores, el ya mencionado Podeswa (“Rocadragón” y “El dragón y el lobo”), Mark Mylod (“Bajo la tormenta” y “La justicia de la reina”), Matt Shakman (que se estrena en la serie con “Botines de guerra” y “Guardaoriente”) y Alan Taylor (“Más allá del muro”), a quien se recupera tras las dos primeras temporadas. Cuatro episodios rondan los 60 minutos, y solo “Botines de guerra” es un poco más corto (50) y los dos últimos un poco más largos, 70 “Más allá del muro” y 81 “El dragón y el lobo”.

Aunque salen Roca Casterly y Altojardí­n, los escenarios más importantes de la acción son Rocadragón, Desembarco del Rey e Invernalia, donde se reencuentran los Stark, Lady Sansa (Sophie Turner), Arya (Maisie Williams) y Bran (Isaac Hempstead Wright), convertido ya en el Cuervo de Tres Ojos. De nuevo España ha jugado un papel importante en las localizaciones de Juego de tronos, que ha utilizado localizaciones como la playa de Muriola, San Juan de Gaztelugatxe, la playa de Zumaia, Sevilla, Santiponce, Almodóvar del Rí­o o Cáceres.

Si los dos episodios finales de la sexta temporada habí­an llevado a Juego de tronos a una de sus cimas creativas, toda la séptima temporada se sitúa en una dorada medianía, y eso a pesar de los enormes esfuerzos de producción y a la espectacularidad de las batallas, que, por primera vez, han menudeado. Ha habido, eso sí­, alguna muerte inesperada pero secundaria (una de ellas de cierta grandeza), poco sexo, pero muy oportuno, y una revelación que era ya un secreto a voces desde hací­a varias temporadas.

Ahora que sí­ ha llegado el invierno de verdad a Poniente (es magní­fica la escena en que Jaime contempla cómo cae la nieve sobre su mano de metal), ¿en qué acabará todo esto?, y, sobre todo, ¿se podrá contar todo en los seis episodios restantes? Habrá que preguntarle a Bran.

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