Festivales 

Festival de Cine de Sevilla 2017

 

Querida Liliana:

Permíteme que aclare a nuestros lectores que esta forma de hacer una crónica no es algo que acabamos de inventar y que ya han realizado otras revistas como MUBI o TRANSIT. Además, esta fórmula, permite un uso de la primera persona, algo que ya sabes evito en otro tipo de textos.

Después de esta pequeña aclaración, me gustaría decirte que el Festival de Cine de Sevilla este año ha seguido manteniendo el nivel de los anteriores y se supera, si cabe, confirmando que es una ineludible referencia y una obligada cita anual. Estoy de acuerdo con el palmarés. A fábrica de nada es una justa vencedora y películas como Zama, Western o Niñato debían estar en el palmarés con premios importantes.

A fabrica de nada
A fabrica de nada

Creo que el Festival ha seguido una marcada línea sobre un determinado cine portugués, prestando mucha atención a las preocupaciones de algunos de los más importantes cineastas de ese país, por la situación del mismo. Se trata de un tipo de cine heredero de ese ciclo económico que puso fin a las esperanzas de muchos de sus ciudadanos, sumiéndolos en una gran precariedad laboral, sin tener en cuenta el retroceso que supone y la dificultad, en tiempo, de recuperación.

Así las cosas, después de encontrarme con esa mirada hacia el país luso, encuentro otras líneas bien diferenciadas. Considero que ha habido una columna vertebral, que sostenía gran parte de la programación, como es la retrospectiva de Reis & Cordeiro. Esta mirada hacia el pasado y hacia lo rural, encaja con la de la película ganadora del Giraldillo de Oro, A fábrica de nada, de Pedro Pinho. ¿Por qué? Porque uno de los temas que pueden extraerse de la película de Pinho es la consecuencia del avance tecnológico y cómo este ha afectado con el paso del tiempo a la mano de obra. Esta idea contrasta con esa mirada a lo rural, hacia los orígenes, es decir, a todo lo contrario, pero en el fondo ambas hablan de lo mismo desde su época, desde ese momento en que fueron realizadas. Porque, ¿cómo debemos valorar la evolución tecnológica que suprime puestos de trabajo?

Si Zama, de Lucrecia Martel aborda la idea de la espera, Ramiro, de Manuel Mozos, podría verse, de igual forma, en cuyo subtexto también se encuentra esta idea, aunque de una forma muchísimo más sutil y más alejada del fondo que hay en Zama. En Ramiro encuentro la espera de un escritor frustrado, como si fuese la de un país ahogado, asfixiado por todas las medidas adoptadas sobre el mismo.

Colo, de Teresa Villaverde, es una lectura mucho más íntima de esta situación. A Teresa Villaverde le interesa ofrecer un punto de vista sobre el modo en que se ha visto afectada la intimidad de la familia, el núcleo familiar. Su mirada se centra sobre la relación entre padres e hijos y en las relaciones de pareja. Se revela así un crudo retrato ante la manifiesta inseguridad generada por la imposibilidad de acceder a un puesto de trabajo. Esta sería la constatación de la dificultad de recuperación a la que se enfrenta dicha sociedad.

Cuando veía Penélope, de Eva Vila, película muy relacionada con El mar nos mira de lejos, por el uso que hacen de la realidad, para introducir en ella la mitología, me preguntaba además de esto, si la película no querría ser también una mirada o lectura hacia la independencia que busca Cataluña para terminar convirtiéndose en una metáfora del aislamiento y la asistencia a la que podría verse abocada. Penélope me recordó en muchos momentos a otra de la que ya hablamos en la revista, Mother, de Vlado Skafar. Salvando las ideas tratadas por cada una, el retrato íntimo que se hace de esa mujer y el modo de filmar el espacio interior de la vivienda, me recordaba a aquel en que vivían madre e hija.

Penélope

Pero Penélope no es solo eso, ya que la película muestra, a través de una hermosa mirada, su conexión con otras propuestas del Festival, que observan la muerte de cerca, y tomando la realidad como único ejemplo posible de mostrar los últimos días y todo lo que los rodea. Así encontraba vínculos muy estrechos con la película El señor Liberto y los pequeños placeres, de Ana Serret, por esa forma de mirar a la vejez, a la degeneración a la que estamos abocados.

Retomando esa línea del Festival hacia lo rural, se encuentra una de las grandes sorpresas, El mar nos mira de lejos, de Manuel Muñoz Rivas. Una película fotografiada por Mauro Herce, que hace de la luz de Huelva, de la arena y las dunas, de una red, unas barcas y sus pescadores, algo mágico. La película se rodó en Doñana y mira hacia el mundo de los pescadores de esa zona, pero lo interesante es que el relato se atraviesa, siendo una película con vocación documental, de una base mitológica, de modo que esquiva ese carácter con el que nace la película y se sitúa en la frontera entre uno y otro género. Si hubiera un momento con el que me tuviera que quedar, sería ese en el que un chico ha fotografiado a una chica y mientras están sentados, ella busca su móvil que no termina de encontrar. Sus miradas nunca se cruzan. Pero él no deja de buscarla y ella, sin embargo, no deja de seguir buscando su móvil. El modo en que está filmado ese momento, con la cámara fija y a través de un plano medio, y cómo ese chico intenta entablar contacto visual con ella, me pareció una de las cosas más hermosas que he visto en el Festival.

En este punto me gustaría hablarte de Farpões, baldíos, el corto de Marta Mateus, que antes de proyectarse en Sevilla, había pasado por la Quincena de Realizadores de Cannes. Película que se convirtió desde el principio en una de las principales arterias del Festival y que, igualmente, mira hacia lo rural, aunque pareciera que en sus entrañas haya escondido un sentimiento de culpa. Hubo un plano que me impresionó especialmente. El de la mano de una señora de avanzada edad que reposa sobre una mesa y que Marta Mateus filma con extrema delicadeza. Se trata de un plano fijo que solo muestra eso, la mano de esa mujer, pero es una mano sobre la que descansan dos huellas, la del paso del tiempo y la del trabajo en el campo.

Otra película que guarda una estrecha relación con esta línea tan marcada mostrada por el Festival es Os fillos da vide, de Ana Domínguez, un largometraje documental que habla del nacimiento y de la creación de vida, a través del fin de una época, la de la vendimia. Una muestra más de cómo el cine puede ser retrato de una época y saber extraer lo característico de una región, igual que lo hace el cine de Reis & Cordeiro. En ese retrato encuentro un plano muy esperanzador y con el que me quedaría. Es ese en que se está preparando un plato de pulpo y la cámara, una vez acabado, lo sigue antes de ser servido en alguna mesa que no vemos. Me quedaría con este, porque es fiel reflejo de lo característico, de lo propio de una región, define lo particular y lo concreto de esa zona del norte de la Península Ibérica.

La acumulación de material filmado, al que le llega un momento en que hay que poner orden, el trabajo con material de archivo, es otra de las líneas que encuentro destacables. Sobre el primer tipo, cito Ver una mujer, de Mónica Rovira, una película que se enfrenta al final de una relación para poder seguir avanzando, evolucionar. Cuando vi el rostro de la protagonista, encuadrado en un plano más bien cerrado, y el viento golpeando fuerte su rostro, me hizo pensar en cómo ese personaje comenzó a sentirse vivo desde ese momento, como si hasta entonces hubiese estado en un estado de letargo.

El material de archivo sirve a Kikol Grau en La transacción: un recorrido visual por la Transición, para mirar al pasado y reconstruir un discurso que no fue transparente y del todo claro en el momento de la Transición. Esto, en realidad, es una excusa para entender la situación actual, que Kikol Grau considera como heredada desde ese momento. Casos como los de la Infanta y Urdangarín son herencia de la Transición, que se «vendió» como un proceso ejemplar.

La película de Kikol Grau también dialoga con la italiana Veis, soy uno de vosotros,  de Ermanno Olmi, porque a partir de material de archivo, la película se sirve para hablar de desvíos de fondos públicos y de corrupción, lo que lleva a pensar en una generación que se ha visto desprovista de un futuro esperanzador, a causa de esta crisis de valores y de la deficiente gestión realizada en determinadas instancias, por otros… Esa mirada al pasado, a través del material de archivo recuperado, hace entender un presente.

Loveless vendría a ser un paso intermedio que avanza en el discurso propuesto, como una mirada desencantada hacia toda Europa, hacia todo lo ocurrido. La distancia, el desapego. El querer cambiar de vida a toda costa, ante todo lo sucedido. La película se centra en la desintegración de la unidad familiar. Una pareja que descubre el desencanto del paso del tiempo. Ella no lo tenía claro cuando se casaron y tuvieron un hijo. Se trata de una lectura muy amarga, aunque lúcida que propondría como opción la de olvidar el pasado, olvidar ese hijo y empezar una nueva vida. Loveless corrobora la hipótesis de Kikol Grau por la que piensa que la actual situación es algo heredado. Solo hay que ver a la madre de la protagonista en el encuentro que mantiene con ella, mientras están sentados a la mesa.

Loveless

Mientras que Loveless y Colo vendrían a ser una mirada hacia la desintegración del núcleo familiar, la premiada Niñato, de Adrián Orr, es lo contrario, una mirada del presente que, además, no se queda ahí, también tiende la mano al futuro. Niñato es ua vigoroso retrato sobre dos ideas, la autonomía y el hecho de hacerse responsable de la parcela que corresponde a cada uno.

¿Qué pueden tener en común dos películas en apariencia tan distintas como son Western y Ternura y la tercera persona? Me pareció que una es como si fuese el contraplano de la otra. En la primera hay un personaje que se adentra en territorio ajeno, en una sociedad diferente a la suya, por motivos laborales. Creo que se trata de una película sobre la adaptación más que una integración. Sin embargo, Ternura y la tercera persona mira hacia esa parte, en algún momento de la película, desde el punto de vista del que recibe al visitante que se adentra en territorio ajeno, pero lo hace de un modo más sutil. Esta película de Pablo Llorca, en realidad, es un ejemplo de construcción de la idea de identidad, a partir de los habitantes del Barrio de la Fortuna de Madrid.

La lectura sobre ideas como la mentira y la manipulación la vienen a mostrar dos películas que hablan de eso, The Square y Algo muy gordo. Dos relatos muy dispares en su forma, pero que dejan entrever una realidad áspera, en la que hay algo que no termina de estar bien.

Hubo dos películas que me fascinaron especialmente. Se trata de aquellas cuyo planteamiento reside en la búsqueda. La primera, la checa Little Crusader (Křižáček), de Václav Kadrnka, mejor película en el Festival de Karlovy Vary, es la joya que se va sin nada del Festival, que debería haberse tenido en cuenta de alguna manera. La segunda, es Las cosas, de Carlos Rivero. ¿Acaso no es esta una película que, planteada como una búsqueda, mira hacia la familia, hacia el núcleo familiar también, como tantas otras que he visto esta edición?

Isabel Huppert, hablo de la actriz en sí misma, es una línea marcada por el festival. Tan prolífica, como efectivas son sus interpretaciones, ha llegado a Sevilla con tres películas, nada más y nada menos. Hay una, especialmente, que es Mrs. Hyden, en la que se convierte en el alma de la misma. Es curioso cómo lo consigue. Quizás sea por esa posición débil en que se encuentra situada al principio de la historia y el modo en que poco a poco, de una forma casi inapreciable, se va ganando a sus alumnos. De la misma forma continúa sus colaboraciones con Hong Sang-soo y pude ver La cámara de Claire, que apela a una idea sobre la posibilidad de cambiar las cosas si se miran con detenimiento a partir de la honestidad.

Sin embargo, no me pareció tan digna de estar en una Sección Oficial la película de Cantet, L’Atelier. Entiendo que pueda haber un retrato de una generación y hasta el motivo por el que haya sido seleccionada, pero creo que los temas se van diluyendo, sin concluir de una forma contundente alguna idea de las que plantea, entre las que se encuentran las inquietudes de una generación joven por la situación política.

Afectuosamente,

Raúl Liébana

El palmarés completo del Festival de cine de Sevilla se puede consultar aquí.

 

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