Críticas
Crónica de “enamoramientos” pasajeros
Tres amigas
Trois amies. Emmanuel Mouret. Francia, 2024.
Mouret ofrece un retrato de las relaciones imbuido en la promoción de volátiles fantasías de “inexplicable” relación con la realidad. El esfuerzo por comprender se diluye entre el poder de las emociones y el deseo de una estabilidad menguada por los cambios de rumbo. Los avatares del deseo circulan entre convencionalismos acicalados por la duda; el desconcierto repara en la incerteza.
Se trata de tres amigas docentes de enseñanza secundaria que se interrogan acerca de sus relaciones de pareja. Joan ya no ama a su esposo Víctor, Rebecca mantiene un romance oculto con Eric, que, a su vez, es marido de Alice, quien en determinado momento decide tener una aventura con el famoso artista plástico Stéphane Leroi. Todo bajo el marco de indecisiones, temores, culpas y consejos que intentan esclarecer el “sentimiento verdadero” y sus implicancias racionales. Los vaivenes definen un área de descontrol imposible de ser integrada por la fuerza de una voluntad menguada por la incertidumbre de los sucesos.
Mouret descubre, en el mejor de los casos, la existencia de un patrón que Alice reconoce en la vivencia de un matrimonio donde el descenso en la intensidad se vivencia sin culpa. Se permite una convivencia afectuosa que encubre la necesidad de experimentar en el marco de una seguridad ficticia; presupuesto básico para la escapada furtiva. Es la encarnación del poder en la posesión del otro, que, al permanecer seguro, no despierta las incomodidades capaces de alterar una estructura afectiva en el tiempo.
Diferente es el caso de Joan y Victor, los sentimientos sufren un desfasaje en su intensidad. Parecería que el amor es una cuestión de movimientos enfáticos que, al traspasar cierto umbral, se vuelven invalidantes para la permanencia de una “relación honesta”. Por eso, el sufrimiento y la culpa de Joan ante la ausencia de deseo hacia su esposo.
Por otro lado, Rebecca da rienda suelta a su pasión con el marido de su mejor amiga sin experimentar culpa. Es el vértice despreocupado de un triángulo de relaciones que permanece entre ocultamientos y disimulos. El desenlace reestablecerá algunos equilibrios.
La cinta naturaliza los conflictos internos vinculados al comportamiento amoroso, evita el juicio fácil, construye alternativas zanjadas en suaves movimientos de aceptación precedidos de culpa y quejas que lejos están de instalarse en la cotidianeidad de los personajes por mucho tiempo. Por el contrario, surgen a manera de obstáculos a superar que no perduran demasiado. La perspectiva de repetición está sugerida pero no aplicada a un devenir reiterativo de sucesos afincados en patrones preestablecidos. No obstante, surge un espacio consciente que alberga acciones tendientes a la evitación. Alice elabora toda una teoría explicativa de la dependencia amorosa y sus consecuencias, pero pronto nos damos cuenta que solo aplica a su circunstancia vital. El enamorarse implica apego y celos por temor al abandono, el descenso en la intensidad se justifica en la evitación de rupturas innecesarias.
Un planteamiento acerca del amor de pareja que rescata la inestabilidad implícita en las relaciones, los vaivenes que recalan en recónditos espacios donde el poder se sumerge en escenarios de excesivo respeto a la lógica de pasiones y deseos. Allí, el ocultamiento normaliza, mientras el paso del tiempo estabiliza, para luego volver a empezar. Joan se cruza en la intensión hasta encontrar en una fiesta a un posible candidato. Eso sí, nada es premeditado, todo ocurre bajo la lógica de encuentros que presuponen de por sí una búsqueda inconsciente.
Son los temas que Mouret rescata, de manera más o menos afinada, en el grueso de sus obras. Aquí se dedica a proteger a sus personajes mediante un enfoque que elude la censura sin que el ingrediente de la culpa esté ausente en algún caso. Pero, no es su propia condena que busca el eco del público, sino la apertura de un espacio que otorga movimiento a los personajes, opciones ofrecidas como alternativa válida inherente a la propia naturaleza humana y, por ende, pasible de intentos tendientes a una mayor comprensión. En este contexto, Joan es la más sufriente, no obstante, presa de la misma dinámica, continúa en la búsqueda.
Todavía hay espacio para el misterio y la aceptación; Víctor reaparece para cancelar la imposibilidad de comprensión; es un espíritu impregnado de bondadosa sabiduría no compartida, estado único que permite acceder a una posición que calma la ansiedad en el desconcierto. Es la iluminación inaccesible al humano condenado al permanente movimiento entre relaciones tendientes a saciar la necesidad de un afecto ligado al poder de algún tipo de control sobre el objeto amado. Intento por evitar el abandono y la carencia.
Mourent no busca explicaciones, jamás existe el intento de arrojar luz sobre las razones que definen los permanentes cambios en el sentimiento de las personas, solo hay movimiento tendiente a ocupar posiciones donde las relaciones se conjugan en acciones de momento que arrasan una supuesta coherencia hacia vínculos rígidos, en tanto presunción de afectos bien definidos y constantes. La realidad trastoca las creencias, se sitúa en la defensa de lo místico, lo que la vida jamás descubre por incapacidad. Por eso, a pesar de los ingentes esfuerzos, los hechos manipulan a sus protagonistas desde la firme necesidad que implanta el deseo en la apuesta hacia ideales imposibles de alcanzar. Las relaciones perfectas no existen, la definición moral de lo correcto no alcanza a ampararlas en funcionamientos que conserven la coherencia establecida por los cánones culturales encargados de moldear las emociones.
El amor y la amistad reciben un tratamiento de falsa oposición, una complementariedad que admite opciones. Los momentos son cruciales en el pasaje de un estado a otro. Rebecca corta el vínculo con Eric para preservar la salud matrimonial de su amiga, ante la dispersión de su amante frente a la infidelidad oculta de Alice. El interés repartido relativiza los poderes del amor, en tanto sentimiento exclusivo y excluyente, pasa a transformarse en algo que va y viene mientras la amistad permanece.
Thomas tiene expectativas con Rebecca, que a su vez está involucrada con Martin, alguien que no la considera de la misma forma. Las relaciones amorosas no se dan, la amistad continúa.
La cinta recuerda el cine de Woody Allen, con su variedad y complejidad de situaciones, pero en versión liviana. En cuanto a profundidad, conciencia y espontaneidad, los personajes de Mouret adolecen de la riqueza discursiva y psicológica que exhiben los guiones de Allen. Deberá ser otro el tratamiento si se pretende acceder a tal riqueza de expresión.
Ficha técnica:
Tres amigas (Trois amies), Francia, 2024.Dirección: Emmanuel Mouret
Duración: 118 min. minutos
Guion: Carmen Leroi, Emmanuel Mouret
Producción: Moby Dick Films, arte France Cinéma
Fotografía: Laurent Desmet
Música: Benjamin Esdraffo
Reparto: Camille Cottin, Sara Forestier, India Hair, Grégoire Ludig, Damien Bonnard, Vincent Macaigne, Eric Caravaca