Críticas

Recuerdos de celuloide

Millenium Actress

千年女優 (Sennen Joyū). Satoshi Kon. Japón, 2001.

El tiempo tiene cierto tipo de fascinación. Se mueve de por sí, sin que surja la posibilidad de detenerlo. Tenemos que vivir no solo con él, sino en él, hasta el punto de que pasa sin que lo percibamos, demostración esta de la naturalidad que se consolida con el habito. Pero el tiempo, a veces, puede ser analizado y, continuando en su incesante camino, hasta puede crear el desfase entre su movimiento hacia delante (movimiento natural, suponemos) y su movimiento hacia atrás. El encenderse y el apagarse de este desfase se llama, en palabras menos poéticas, recuerdos, acción esta que nos permite acercarnos a lo que, efectivamente, ya no existe. Se trata de nuestra única forma de lucha contra la muerte, ya que lo que ya no está puede volver a la vida; acción, esta, un poco débil, por supuesto, ya que estaríamos en el campo de lo virtual y no de lo real, y si nuestro objetivo fuese volver a tener el cuerpo de cuando éramos quinceañeros (¿por qué casi siempre queremos volver a nuestra juventud?) nos enfrentaríamos ante una serie de frustraciones. Recordar es entonces un acto humano (¿animal?) que supone cierta determinación para no dejarse ir hacia la pérdida de las coordenadas del aquí y ahora.

Sin embargo, recordar significa perderse en el caso de Millenium Actress, y lo que nos propone el director Satoshi Kon (1963 – 2010) es aceptar una estructura que mezcla lo real con lo ficticio, todo esto en un marco irreal (el marco de la fantasía creadora de Kon). El espectador se enfrenta así a unos diferentes niveles de lectura que en su conjunto funcionan, sin crear caos, si bien a veces el juego podría resultar un poco pesado mientras que, en otros momentos, se desarrolla en una arquitectura visual esmerada, en la que lo estético llega a su punto más alto de combinación con el pensamiento abstracto (la referencia es a la acción mental de representar y de leer el pasaje del tiempo).

El problema de la película se encuentra en el uso de los varios puntos de vista de lectura que podemos dar de ella. Un problema, que quede claro, que Kon logra resolver con mucha habilidad. Efectivamente, si el punto de partida son los recuerdos, estos se insertan en el doble sentido de historia personal e historia global (de todos los que forman parte de una comunidad, la japonesa, en este caso). Pero a Kon no le basta con esta dualidad, y opta por crear otro campo de lectura interno, la división de la historia global en historia del cine y en historia social, la de los cambios conectados con los eventos del siglo pasado (¿tiene sentido decir siglo pasado? ¿si alguien nos va a leer dentro de dos siglos, comprenderá nuestra referencia?). Viene así a crearse una serie de diálogos internos entre los diferentes personajes, así como externos, entre la obra y su espectador. Necesidad, esta, de poner en relieve el significado no sólo histórico, sino también profundamente personal de lo que es el mundo del cine en tanto producto de una determinada realidad cultural.

Y el cine es lo que une toda la historia que se va desarrollando ante nuestra mirada. La posibilidad de traspasar el tiempo y el espacio se debe a la presencia de una cámara que, desapercibida, lleva a los protagonistas como también a nosotros hacia aquellas zonas de cuya existencia solo podemos oír hablar (nos referimos, aquí, a las zonas temporales del pasado y, para que nada nos falte, del futuro). Una necesidad, esta, que no solo se une al punto de contacto entre lo ficticio y lo real, el diálogo de los recuerdos, sino también como afirmación del cine en tanto producto que ha conquistado su lugar en nuestra sociedad y que, además, ha logrado y sigue logrando ser parte de nuestra misma estructura personal: recordamos el cine así como se recuerdan los momentos más fuertes de nuestra vida.

Millenium Actress es una película cuya historia podría ser terriblemente triste como también inconcebiblemente positiva. Esta mezcla de dolor y de felicidad, esta incapacidad de llegar a una fase mental libre de sentimientos de conmiseración por sí mismos, es lo que le permite al producto llegar a una conclusión psicológica que abre paso a la lectura de nuestra vida (de nuestras vidas, cada una diferente pero al mismo tiempo igual), hasta llegar a capturar el sentido de la inutilidad universal de nuestra existencia y, por esta razón, la fuerza vital de nuestra imposición ante el niquilismo de la vacuidad real. Dicotomía absurda, entonces, lo fútil y lo necesario, que solo en su antítesis nos permite tener una respuesta a nuestra pregunta más profunda, la de la que casi nunca hablamos: ¿para qué vivir?

Tráiler:

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Ficha técnica:

Millenium Actress (千年女優 (Sennen Joyū)),  Japón, 2001.

Dirección: Satoshi Kon
Duración: 87 minutos
Guion: Sadayuki Murai, Satoshi Kon
Producción: Madhouse
Fotografía: Hisao Shirai
Música: Susumu Hirasawa
Reparto: Miyoko Shōji, Mami Koyama, Fumiko Orikasa, Shōzō Iizuka, Masamichi Satō

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