Críticas
Amores en venta
Materialistas
Otros títulos: Amores materialistas.
Materialists. Celine Song. EUA, 2025.
Lucy (Dakota Johnson) es una casamentera de Nueva York que viene en condición de ascenso laboral debido a sus exitosas intervenciones ha concretado nueve compromisos nupciales. En su vida se cruza Harry (Pedro Pascal), apuesto millonario dispuesto a conquistarla con su dinero y condición social. El tercero en discordia es John (Chris Evans), un exnovio que es la cara opuesta de Harry, un camarero que, a sus cuarenta y tantos años, continúa compartiendo vivienda con sus pares, además de actuar en obras de teatro. El “amor” y el dinero serán los ejes que abran la posibilidad a decisiones finales.
La comedia dramática entretiene sin enfatizar demasiado en algún tipo de análisis que ofrezca mayor exigencia al tratamiento del tema, la cinta se detiene en obviedades vacías de contenido relevante. Lucy participa de un experimento que deja sentada la diferencia entre el estilo de vida de las personas, en tanto consecuencia directa de un contexto educativo específico, y la seducción por el dinero en función de promesas de reconocimiento social afincado en condiciones materiales.
El filme pretende establecer una reflexión acerca de las relaciones modernas, pero se estanca en una descripción de las actuales tendencias acerca del amor, sin impulsar el cuchillo a fondo. El resultado es un esbozo del combate a la corrupción de los sentimientos por la imagen y el dinero.
Lucy es la profesional consciente, acepta las lógicas de su trabajo sin participar de ellas. La prueba del magnate genera dudas acerca de si el dinero es la base para una relación matrimonial. La casamentera se permite experimentar sin caer en la fantasía del éxito, mientras Harry es incapaz de disociar su apariencia y posición económica de la posibilidad de un ejercicio sentimental, simplemente permanece en el lugar naturalizado que advierte la presencia de una intervención quirúrgica destinada a aumentar su estatura. La prueba del valor queda zanjada, el amor es cuestión de feeling, no de inversiones financieras que juegan al incremento de un estatus social refrendado en altas posibilidades de consumo.
La relación entre Lucy y John, como corolario de la aventura con Harry, destapa ese típico aire a comedia romántica tradicional de los 90, donde el desencuentro se conjuga en un retorno al amor que, a pesar de las imperfecciones, nunca caducó. El dinero conserva el negocio del matrimonio, pero no la felicidad, que anida en el compartir las pequeñas cosas de la vida y asumir las dificultadas como inevitables señales de los propios vaivenes de la existencia. Un escenario relevado, en términos de sobriedad desmedida, evade, tanto la comedia, como la profunda y determinante exploración de conflictos e implicancias.
El acoso aflora, disgregado en el contexto, como una especie de adición que refuerza la integridad personal y profesional, contrapone el propio éxito a una crisis provocada por los efectos de la inevitable selección defectuosa. Lucy descubre lo que ya sabemos: el dinero no hace a la felicidad, el sistema fracasa en la imposibilidad del conocimiento íntimo, los escogidos deberán exponerse al azar. Ambos factores cuestionan todo un andamiaje de preconceptos presentes en cierto espectro del imaginario social, pequeña entrada al plato fuerte que nunca llega.
El amor es un negocio asumido desde la frialdad de Lucy, una matchmaker que, comprometida con su rol de experta, llega a aconsejar a la novia por sus dudas con respecto a la boda. La crisis se desata por una toma de conciencia acerca de los motivos que expresan un intento por superar a la hermana en las cualidades materiales del candidato al altar. Lucy resuelve la situación con prestancia, minimiza las razones al naturalizarlas. Se trata de avatares propios del matrimonio; parecería que el amor no es un ingrediente necesario para acceder a la vida en pareja. Es de esos momentos que fijan la realidad a convenciones necesarias para trascender intenciones individuales. Algo así como un marco social que ejerce presión en la elección de estereotipos exitosos, según parámetros correspondientes a la concreción de cierto prestigio social asentado en la imagen y el consumo.
Si bien Materialistas no es una cinta de aquellas que nos ponen frente a la conclusión de “el amor lo puede todo”, abre un espacio a la consideración de complejidades dependientes del encuentro. Obviamente, el pecado de Celine radica en no abordar el tema, solo se remite a plantearlo en términos de algo así como: “las relaciones son difíciles, aunque lo importante es que primen los sentimientos”. Un cliché que otorga el rescate de la autoconciencia experimentada en un trayecto comercial centrado en la propia observación. A pesar del compromiso empresarial, exhibe la autocrítica y las agallas suficientes como para desprenderse del sistema que “sirve” a las víctimas por una metodología que no considera valores y acciones propias de lo humano. Sophie es protegida ante una situación límite. Se abre un espacio a la propuesta de una relación diferente con John. Lucy recapacita a partir de lo aprendido.
El filme no propone la resolución desde vínculos ideales, sino mediante el trasiego en la unión a partir de propuestas alternativas que involucran la especificidad de una relación vivida desde una historia que contempla ejemplos conexos. La alternativa material demuestra ser un elemento secundario a la hora de construir la felicidad de las personas.
Ficha técnica:
Materialistas / Amores materialistas (Materialists), EUA, 2025.Dirección: Celine Song
Duración: 109 minutos
Guion: Celine Song
Producción: A24, Killer Films, 2AM. Distribuidora: A24
Fotografía: Shabier Kirchner
Música: Daniel Pemberton
Reparto: Dakota Johnson, Chris Evans, Pedro Pascal, Marín, Ireland, Zoe Winters, Louisa Jacobson, Dasha Nekrasova, Sawyer Spielberg, Will Fitz, Rachel Zeiger-Haag, Lyndey Broad, Fernando Bello, Nedra McClyde, Halley Feiffer, Swanmy Sampaio, Alison Bartlett