A fondo
Los 40 años de Oriana
Oriana de Fina Torres celebra este año su aniversario número 40. La película fue estrenada en el Festival de cine de Cannes en el año 1985 como parte de la sección del festival llamada Una cierta mirada, un espacio dedicado a presentar películas con diferentes tipos de visiones y estilos. Obras originales y diferentes que buscan reconocimiento internacional. A partir del año 1998, esta sección comenzó a tener jurado y premio.
Oriana logró obtener la Cámara de Oro, un galardón que premia a la mejor primera película entre las de esa condición que participan en cualquiera de las secciones del Festival. Ese año, Milos Forman director de películas como Atrapado sin salida y Amadeus, presidió el jurado de la sección oficial que premió con la Palma de Oro como la mejor película a Papá está en viaje de negocios de Emir Kusturica. Birdy de Alan Parker ganó el Gran Premio Especial del Jurado, André Techine se llevó el galardón al mejor director por Rendez-vous, mientras que la argentina Norma Aleandro por La historia oficial exaequo con Cher por Mask, y el norteamericano William Hurt por El beso de la mujer araña, se alzaron con reconocimientos por sus actuaciones. El Premio del Jurado fue para Coronel Redl de István Szabó.
Junto a Oriana, en la sección Una cierta mirada se encontraban títulos como Tokyo-Ga de Wim Wenders, A.K. de Chris Marker, Das mal des todes de Peter Handke, o Une femme en Afrique del documentalista francés Raymond Depardon, entre otras.
El director de cine Bernard Jubard, el también director, guionista y productor Bertran Van Efenterre, el crítico Joël Magny, el ensayista y promotor cultural José Vieira Marques, el periodista Lorenzo Codelli y el historiador de cine Peter Cowie fueron quienes formaron el jurado de la Cámara de Oro de ese año. Un premio establecido en 1978 por iniciativa de Gilles Jacob, primer delegado general del Festival de Cannes, quien asumió la labor encomendada por el ministerio de Cultura francés en 1977 para convertirlo en un evento mediático e internacional, que se ha consolidado a lo largo de los años como el festival de cine más importante del mundo.
La Cámara de Oro ha sido obtenida por cineastas como Jim Jarmusch por Strangers in Paradise (1984), Mira Nair por Salaam Bombay (1988), Naomi Kawase por Moe no suzaku (1997) e incluso por el iraní Jafar Panahi, reciente ganador de Cannes este año, quien en 1995 la recibió por su primera película, El globo blanco. Panahi es uno de los cuatro realizadores en haber logrado triunfar en los tres principales festivales de cine del mundo. Obtuvo el León de Oro de Venecia por El círculo en el año 2000, el Oso de Oro de Berlín por Taxi Teherán en 2015 y la Palma de Oro en Cannes 2025 por Un simple accidente.
Ver Oriana hoy, a 40 años de su estreno, supone, para quienes la vimos en su momento, un viaje en la memoria, un recorrido en el tiempo. ¿Qué es la memoria? Según el diccionario de la RAE, su definición consiste en la “Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado”. Según Wikipedia, es una función del cerebro que permite al organismo codificar, almacenar y recuperar la información de lo ya ocurrido. Para el escritor Milan Kundera existe otra, como lo señala en su libro La insoportable levedad del ser: “En el cerebro existe una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrará aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida”.
Una capacidad para recordar que puede activarse a través de un roce, una comida, un texto, un sonido, un cuadro o una película y que nos hace evocar texturas, sabores, olores, imágenes, emociones y recuerdos, mas allá del significado específico de lo que nuestros sentidos perciben. Es lo que nos pasa con Oriana, como le ocurrió a la María adulta (interpretada por la actriz italiana Daniela Silverio, protagonista en 1982 de la película Identificación de una mujer, de Michelangelo Antonioni) al regresar a la hacienda que le dejara en herencia su tía Oriana, o como sin duda lo fue para la propia Fina al regresar a Venezuela para filmar su película, reencontrándose no solamente con su país después de varios años ausente, sino también con su recuerdos, con los de su infancia y adolescencia, con lo que dejó pero no olvidó al irse a París para estudiar y trabajar en cine. Es la memoria de la memoria.
En 2020, comencé, a través de Instagram, un proyecto llamado La mirada del otro. Consistía en entrevistar a personas de formaciones diversas, por lo general relacionadas con el arte, quienes debían mencionarme al menos diez películas que, de alguna manera, les hubiesen marcado de forma particular. Con algo mas de treinta entrevistas realizadas, entre 2020 y 2021, Oriana fue la película más mencionada, citada al menos por cuatro de los entrevistados.
En base a ello, me atreví a pedirle a Fina que conversáramos y hacerla partícipe de La mirada del otro, lo cual hicimos el 18 de marzo de 2021, saliendo de esa charla un listado de catorce títulos, que al menos en ese momento, formaban parte de esa memoria cinematográfica particular de la realizadora: La caja de Pandora de Georg Willhem Pabst (1929), Los niños del paraíso de Marcel Carné (1945), El mundo del silencio de Jacques Cousteau y Louis Malle (1956), El año pasado en Mariembaud de Alain Resnais (1961), La jetée de Chris Marker (1962), Un hombre y una mujer de Claude Lelouch (1966), Gritos y susurros de Ingmar Bergman (1972), El espíritu de la colmena de Victor Erice (1973), El espejo de Andrei Tarkovski (1975), Shoa de Claude Lanzmann (1985), Dead Ringers de David Cronenberg (1988), Raise the Red Lantern de Zhang Yimou (1991), La doble vida de Verónica de Krisztoff Kieslowski (1991), Happiness de Todd Solondz (1998) e In the Mood for Love de Wong Kar-wai (2000).

Nueve de esos títulos son anteriores a la fecha de realización de Oriana, y para un ojo cinéfilo acucioso, al ver la película, no le será difícil conseguir al menos pequeños vínculos con algunas de ellas, presentes en algún detalle de la misma, creando un nuevo universo personal a través de una obra cinematográfica. “La imaginación es una función de la memoria”, decía la directora citando a Borges cuando la entrevistamos hace unas pocas semanas atrás en El circo de las ilusiones.
Fina Torres, ha manifestado igualmente en varias ocasiones su fijación por la estética. “Para bien o para mal”, como suele decir cuando lo menciona. Y es que para Fina, ese gusto por la belleza, objeto de estudio de la estética, ha estado presente en toda su filmografía, convirtiéndose en “ese concepto complejo y subjetivo que se refiere a la cualidad de algo que produce placer o satisfacción a través de la percepción sensorial”.
En Oriana ello puede apreciarse en el detalle de su producción, en su dirección de arte y vestuario, en el cuidado de sus locaciones, desde esa casa de hacienda ubicada próxima a la ciudad de Mérida, de dos plantas como la quería Fina, por cierto escasas en el país, la cual está unida por su edición, a una hermosa playa situada en Cuyagua, las cuales podemos apreciar próximas gracias al efecto creado en la década de 1920 por el ruso Lev Kuleshov (el cual lleva su nombre), que le permitió al cine explorar una nueva narrativa a partir del montaje cinematográfico.
Fundamental es el aporte que le da a Oriana su cinematografía, a cargo de Jean-Claude Larrieu, filmada en 35 mm., y cuyo trabajo hemos podido apreciar además entre otras, en películas como Julieta de Almodóvar o en varias de Isabel Coixet como La librería. Un trabajo sin duda sutil tanto al registrar las luces, como al crear atmósferas y en captar la fotogenia de sus intérpretes. Desde la serena belleza de Doris Wells, pasando por el encanto de Daniela Silverio, hasta llegar a la carismática y hermosa Maya Oloe como la María adolescente, que encuentra su contraparte histórica en la Oriana adolescente interpretada por Claudia Venturini, quienes junto al resto del elenco formado por Luis Armando Castillo y Philippe Rouleau, hasta las recias actuaciones de Mirtha Borges como Fidelia o Rafael Briceño como el padre, conforman ese universo de personajes que habitan y forman parte de la película.

Mención aparte a destacar, la presencia de Asdrúbal Meléndez, actor, escenógrafo, poeta y artista, recientemente fallecido, quien como Sánchez, es quien le abre las puertas no solamente de la casa, sino también las de su memoria a María cuando ya adulta, cruza ese portón para reencontrarse con su pasado.
A sus imágenes, se suma la seductora banda sonora compuesta por Eduardo Marturet, de la cual forman parte además otros temas que contribuyen a fortalecer el carácter de su atmósfera.
Oriana está basada en un cuento escrito por Marvel Moreno, escritora y redactora colombiana, nacida en Barranquilla en 1939, quien abandona su país en 1969 para instalarse en París hasta su muerte en 1995. Desde allí, desarrolla una importante producción literaria, no suficientemente conocida, la cual como señala Mercedes Ortega González-Rubio en el prólogo del libro recopilatorio de cuentos de la autora, titulado precisamente Oriane, tía Oriane y otros cuentos, editado por la Universidad del Norte en Colombia en 2019, donde indica: “Marvel Moreno escribe a partir de su experiencia en la sociedad burguesa barranquillera y denuncia su patriarcalismo y tiranía, sobre todo para con las mujeres. Estas son sometidas a altos grados de violencia física y simbólica, frente a lo cual parecen tener dos opciones: suicidándose o alienándose en identidades estereotipadas como la madre cruel, la esposa sumisa, la loca y la bruja, o luchar férreamente contra un sistema que las marginará: aunque es precisamente en los bordes que podrán encontrar tal vez la autonomía que buscan y merecen”. Es precisamente en uno de esos bordes, donde Oriana podrá encontrar su propio espacio.
Su guion cinematográfico, escrito por Antoine Lacomblez junto a Paul Gégauff y Fina Torres, desarrolla aún más su historia, extendiéndolo a cuatro tiempos, el de Oriana niña, el de María adolescente, el de Oriana adolescente y, finalmente, el de María adulta, sumergiéndose particularmente en ese mundo de curiosidades, fantasías y deseos por el que atraviesa María en su adolescencia. Ese periodo que transcurre entre el dejar de ser niña para convertirse en mujer, que se cruza con la historia de Oriana, la cual ella irá intuyendo y descubriendo mientras sigue ese hilo de detalles que finalmente, a su regreso y ya como mujer adulta, la llevará a tomar conciencia del pasado vivido por su tía.
Después de Oriana, Fina seguiría explorando el universo femenino en producciones como Mecánicas celestes con Ariadna Gil en 1995, Las mujeres arriba con Penélope Cruz en el año 2000, Habana Eva con Prakriti Maduro en 2010, hasta Liz en septiembre en 2014, con un elenco fundamentalmente femenino, formado por Patricia Velásquez y Eloisa Maturén, entre otras.

Oriana, estrenada en Venezuela el 16 de octubre de 1985, constituye lo que podríamos definir como una “rara avis” dentro de la cinematografía venezolana, acostumbrada a desarrollar otro tipo de géneros. Como señala Alejandro Izquierdo en su recientemente publicado libro Transformaciones del cine venezolano 1973-2015 cito: “Oriana se posicionó con 305.000 espectadores, como el drama más visto del cine venezolano entre 1984-1988, el periodo de los años dorados de nuestra cinematografía. En esos cinco años, se vive el mejor momento de la historia. Casi 17 millones de espectadores asistieron a las salas a ver 68 películas nacionales. Esta afluencia dio lugar a un promedio de 249.000 espectadores por filme, concentrándose en este lapso 13 de las 25 películas nacionales más vistas de todos los tiempos…. mientras que en la década anterior el público se había conectado con guerrilleros y marginalidad, en este fragmento de los años ochenta se conecta con la temática del crimen. Homicidio culposo de César Bolívar (1984) con 1.335.362, Macu, la mujer del policía de Solveig Hoogesteijn (1987) con 1.180.817, Manon de Roman Chalbaud (1986) con 912.112, Mas allá del silencio también de César Bolívar (1985) con 830.999 y Graduación de un delincuente de Clemente de La Cerda también de 1985 con 802.238, fueron los cinco títulos preferidos por el público durante ese periodo y los cinco más vistos hasta ese momento en la historia del cine venezolano”.
Gracias, Fina, por realizar Oriana y dejarnos una hermosa y sensible producción convertida, sin duda alguna, en un clásico de nuestro cine.
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