Críticas

Engaños con importancia

Cuando cae el otoño

Quand vient l'automne. François Ozon. Francia, 2024.

CuandocaeelotoñoCartelEl prolífico realizador francés François Ozon (ha dirigido prácticamente una película al año desde su primer largometraje, Sitcom, de 1998), al igual que la mayoria de autores productivos, resulta muy desigual. Cuenta con películas excelentes como Amantes criminales (Les amants criminels, 1999), Bajo la arena (Sous le sable, 2000), Swimming Pool (2003), En la casa (Dans la maison, 2012) o Frantz (2016). Pero también es poseedor de filmes fallidos, especialmente cuando se inserta en la comedia grotesca. En esta ocasión, con Cuando cae el otoño, creemos que acierta con una comedia negra desconcertante que también acoge el género dramático y la intriga o suspense. Cuenta con una fina ironía de raíces francesas clásicas que viaja desde Marivaux hasta Resnais, alejándose del humor más expresionista heredero de Fassbinder utilizado en sus inicios.

Es difícil que el cine de Ozon deje indiferente al espectador. Siempre maneja elementos variados para abordar tramas de contenido anómalo y misterioso. También en esta última propuesta. El contrabando de géneros le permite jugar con los códigos narrativos introduciéndonos en una realidad incierta en la que la imaginación de los que se acercan a su obra debe entrar en juego. Ya lo decía Douglas Sirk: “Omitir cosas es, a menudo, mejor que mostrarlas. Porque eso te obliga a utilizar la imaginación, a hacerla trabajar”. En sus habituales piruetas genéricas, en sus juegos perversos de dominación, abuso y criminalidad el manipulador, el abusador o el criminal no son siempre los que lo parecen. El fenómeno de la hibridación de géneros lo achacamos a la posmodernidad pero ya desde la época clásica de Hollywood se hablaba de directores puros como Ford, Hawks o Lubitsch y de otros que se distinguían por la combinación como DeMille o Welles. Ozon exhibe su originalidad estética en la mezcolanza genérica de forma sorprendente y arriesgada. En Cuando cae el otoño despliega una mirada de enorme singularidad desactivando expectativas en una lección de engarce cadencioso con ingredientes asimétricos. Utilizando precisión y maestía, el realizador galo engrendra una obra muy sólida. Consigue que la suma de partes alcancen un auténtico todo.

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El largometraje se desarrolla casi en su integridad en un pueblo de la campiña francesa, en la Borgoña concretamente, excepto con dos salidas a la capital, a París. La protagonista es una mujer mayor, Michelle (Hélène Vincent). Es feliz viviendo en el campo. Cuida de su jardín, le gusta pasear por el bosque y se relaciona frecuentemente con su mejor amiga Marie-Claude que, además, vive en la vecindad. El hijo de esta última, recién salido de la cárcel, adquiere gran importancia en la trama. La película se inicia en una iglesia. Michelle asiste a misa y el evangelio que se predica ese día corresponde, no inocentemente, a aquella escritura sagrada que alude al primer encuentro entre Jesús y María Magdalena. La mujer le lava los pies y Jesucristo presume de que todos sus pecados le han sido perdonados. Nuestra protagonista espera la llegada de su hija y de su nieto. Se afana limpiando la casa y preparando la comida. Incluso acude al bosque a recoger setas. Recordemos que el título del filme es Cuando cae el otoño. También recolecta calabazas en su jardín. Los familiares llegan pero acontecimientos inesperados se suceden. Enseguida nos percatamos del mal carácter y pésima relación de la hija con su madre, todo lo contrario que el nieto con la abuela. Aquí, la complicidad y buena sintonía resulta evidente. 

Con asombrosa ligereza, el autor aborda supuestos suicidios, muertes por enfermedad, pasados alejados de la normativa general establecida y caracteres dulces o tiernos de doble filo. La película se despliega como una libreta en blanco para que cada uno de nosotros la rellenemos según nos plazca. Mientras tanto, Ozon se divierte espaciando pistas contradictorias aquí y allá. Así, se entretiene despistando a los espectadores y fomenta su reflexión sobre lo que realmente están viendo. Hay un epílogo situado unos años después del relato principal. ¿Quizás para colocar piezas en el puzzle? No se lo crean. El director sigue distrayéndose con su particular sentido del humor negro y trata de no interpretar el mundo en categorías estancadas de bondad y maldad. Como una araña, teje una red muy inteligente que se desarolla sinuosamente, incluso abordando lo terrible con ingravidez.

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Aquí, todo lo transcendente sucede en fuera de campo o en elipsis. La turbación se despierta no tanto por lo que se muestra sino por lo que se sugiere. Se conforma un lenguaje indirecto de campos vacíos capaz de hacer crecer la inquietud y el desasosiego. Un campo vacío que ya utilizaba Alfred Hitchcock sin saber si ha ocurrido o no un asesinato (RecuerdaSpellbound-1945), cómo ha ocurrido (La ventana indiscretaRear Window-1954) o si el asesino está al acecho (Con la muerte en los talonesNorth by Northwest-1959). Momentos importantes del relato parecen vislumbrarse para cortarse radicalmente en lo no visto. Como sostenía el teórico Guy Gauthier, el espectador es el que, de alguna forma, debe rellenar el hueco para colmarlo con sus deducciones. Además, el director baila entre los verbos mentir y engañar. En más de una escena, los personajes principales no se limitan a manifestar algo falso si no que, además, intentan que sus interlocutores adquieran una creencia errónea. No solo se dispara; así mismo, se da en el blanco.

Con excelentes interpretaciones, la obra cuenta con una banda sonora tenue y delicada que se utiliza en contadas ocasiones. En general, predomina el sonido diegético. Y al modo de una buena buena novela de Agatha Christie, tampoco falta su Hércules Poirot, encarnado en una policía sagaz pero desarmada por las circunstancias. La fotografía destaca por su luminosidad con el uso de un colorido resplandeciente en ese otoño o en otros posteriores, húmedos y soleados al tiempo. Genera una atmósfera bucólica y sugestiva que domina las emociones surgidas en los cuerpos y rostros. Su elección no resulta azarosa; al contrario, resulta una opción en la que participan y se articulan todos los elementos del filme. Como Rohmer, la estación del año transmite una punzada sensorial, siguiendo la teoría de la imagen de  Roland Barthes. Por otra parte, descubriremos  acoso escolar resuelto con “eficacia” y reacciones vecinales existentes en muchas poblaciones pequeñas en las que todos se conocen y se creen con el derecho de juzgar pasados y presentes de los demás. Y el guion siempre sorprende sin sellar casi ninguno de los interrogantes que plantea. 

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Seguramente, algunos de ustede establezcan conexiones con el largometraje de Frank Capra Arsénico por compasión (Arsenic and Old Lace, 1944) y con aquellas encantadoras viejecitas que tenían una peculiar manera de practicar la caridad. ¿Quién no ha usado en algún momento de su vida una máscara? Hombres, mujeres y niños nos hemos convertido en expertos en el uso de máscaras. George Orwell supo ver con claridad que las nuevas formas del mal tienden a presentarse disfrazadas de afabilidad y amor. El mal ha dejado de ser obvio o evidente, o así lo cree Ozon. Recordamos las palabras de la ópera Don Giovanni de Mozart: “Quien soy yo, tú no sabrás”.  Revelan la identidad anómala del manipulador moderno. En cualquier caso, terminaremos aludiendo a la expresión que se atribuye a San Cipriano de Cartago, un obispo del siglo III: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Cuando cae el otoño (Quand vient l'automne),  Francia, 2024.

Dirección: François Ozon
Duración: 102 minutos
Guion: François Ozon, Philippe Piazzo
Producción: Foz, Mandarin & Compagnie, France 2 Cinema, Films Distribution, Canal+, CNC, Ciné+, OCS. Distribuidora: Diaphana Distribution, Caramel Films
Fotografía: Jérôme Alméras
Música: Evgueni Galperine, Philippe Piazzo
Reparto: Hélène Vincent, Josiane Balasko, Ludivine Sagnier, Pierre Lottin, Garlan Erlos, Malik Zidi, Sophie Guillemin, Paul Beaurepaire, Vincent Colombe, Marie-Laurence Tartas, Sidiki Bakaba, Pierre Le Coz, Michel Masiero

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