Críticas

Filosofía del sufrimiento

Black Dog

Gou zhen. Guan Hu. China, 2024.

BlackDogCartelLa película Black Dog se perfila como una maravillosa historia contada desde la marginalidad de un condenado por homicidio imprudente, que es puesto en libertad condicional tras diez años en prisión. Este personaje es un hombre llamado Lang y después de abandonar la prisión regresa a su tierra natal, situada en una población de los alrededores del desierto de Gobi, al norte de China. El filme está situado en 2008, justo en los días previos al inicio de los Juegos Olímpicos de Pekín. En los diez años de reclusión, el panorama del lugar ha variado profundamente. Muchos habitantes lo han abandonado y han dejado atrás no solo sus hogares sino también a sus perros. Jaurías de canes deambulan sin control por esas tierras. ¿Las razones del desalojo? El gobierno chino pretende modernizar el lugar y no duda en derribar barriadas enteras para construir una ubicación más atractiva para las futuras industrias que pretende que se asienten allí.

Su realizador, Guan Hu, pertenece a la Sexta Generación del cine chino. Se caracteriza por su realismo social y por perfilar retratos de seres fronterizos. En su trayectoria, se ha interesado tanto por el cine comercial como por enfoques íntimos y marginales. Así, como muestra, en 2009 dirigió Cow (Dou Niu), un largometraje repleto de realismo mágico y humor negro que relata las visicitudes de un campesino que debe proteger a la única vaca lechera disponible para los soldados chinos heridos durante la Segunda Guerra Mundial. Como contraste, en 2015 creó Mr. Six (Lao pao er), un drama criminal de enorme éxito. Y en 2020 se interesó por la realización de The Sacrifice (Jin Gang Chuan), en conmemoración por el 70 aniversario de la participación de los Voluntarios del Pueblo Chino en el ejército, durante la guerra de Corea. En esta ocasión, con Black Dog, regresa con sensibilidad a preocupaciones cercanas a la condición humana y al malestar surgido por el capitalismo ciego empleado en el modelo comunista de su país. El desencanto es exhibido con una atmósfera preapocalípcita en la que al ciudadano no le queda más salida que la resignación. 

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La película arranca con un plano general del desierto. Con plano secuencia sostenido, se exhibe su inmensidad. Un autobús destartalado atraviesa la carretera al fondo. Ante la inesperada irrupción de una de estas jaurías de perros el vehículo vuelca. Entre los pasajeros se encuentra Lang, que vuelve a su ciudad. La denuncia de un robo por uno de los usuarios da lugar a que todos los ocupantes del autocar sean conducidos a comisaría para la investigación del delito. Y nuestro protagonista, muy conocido en sus tierras por haber pertenecido a una banda de música, es registrado en primer lugar. De inmediato nos internaremos en la versión china de las excelentes y emotivas obras denominadas ambas Dogman, del italiano Matteo Garrone (2018), y del francés Luc Besson (2023). Entramos, con una estética visual apabullante, en la descomposición de un microcosmos obligado por políticas públicas que parecen despreciar a los ciudadanos afectados. “Deben abandonar sus hogares, ya serán reubicados”, son las únicas órdenes y contraprestaciones que reciben de las autoridades. 

El realizador parece compartir la reflexión que ahonda sobre el encanto del cine mudo y del silencio, así como la sobrevaloración del colorido y del habla. Aunque el filme es en color, destacan los tonos grises y desválidos de una ciudad semiderruida y fantasmagórica, de un lugar árido y desértico. El polvo se masca en un páramo espectral. Sobresale la desolación de los lugares abandonados: el auditorio local, las viviendas vacías y casi destruidas, el parque de atracciones deteriorado e inanimado, el zoo ya con escasísimos animales como residentes en sus instalaciones, entre ellos un tigre desubicado. Y el protagonista Lang abraza el silencio; apenas esboza unas pocas frases a lo largo del filme. Impasible y poco comunicativo, deambula entre el desierto y las ruinas, al igual que el perro que da nombre a la obra. Los dos, desválidos y necesitados de cariño y proteción. Un bello humanismo de fidelidades mutuas va surgiendo, a prueba de cualquier obstáculo. Ambos parecen tener conciencia de que el sufrimiento es indistinguible de la vida, no existe uno sin la otra. 

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Los territorios por los que nos deslizamos, rotos y despoblados, evocan ecos de esa diligencia fundadora filmada por John Ford en La diligencia (Stagecoach, 1939). Y como en Sin perdón de Clint Eastwood (Unforgiven, 1992), estructuralmente destaca la redimensión del espacio natural, determinado por una densa y exigua iluminación crepuscular, quitando importancia al personaje en el encuadre mediante el juego con la pequeña ocupación del mismo. El mundo que rodea es siempre más imponente que el héroe. Y como buen western, Black Dog se irradia con un núcleo traumático de violencia cuyo motor es la venganza. Una venganza como imperativo social, independiente de las nociones de culpabilidad o de responsabilidades individuales, que fundalmente manifiesta la exigencia del orden y simetría del pensamiento salvaje. La venganza como “contrapeso de las cosas, como restablecimiento de un equilibrio provisionalmente roto, la garantía de que el orden del mundo no va a sufrir cambios” (P. Clastres). En la sangre los vivos se encargan de afirmar su solidaridad con los muertos, de afirmar su pertenencia al grupo. Una imposibilidad de romper la cadena de alianzas entre generaciones, entre los vivos y los muertos. La obligación de poner en juego la vida en nombre del interés superior del clan o linaje. 

Guan Hu introduce en su película el delicado tema de los adioses: los temporales, los permanentes y los definitivos. De hombres, de lugares, de animales. Y pueden ser liberadores en ocasiones. Y no lastima el adiós sino la ausencia, la pérdida de alguien, de algún lugar, de algún contexto. Un derrumbe y una ruina que suelen preceder a un adiós que se hace efectivo en el vacío, que se esconden en un trabajo previo de desgaste y desaparición paulatina de la fuerza vital. Los adioses que recorren el filme se envuelven en imágenes y momentos de trágica fuerza lírica. En el hospital, en el desierto… Revolotean en nuestra mente películas como Million Dollar Baby de Clint Eastwood (2002), El paciente inglés de Anthony Minghella (The English Patient, 1996), Las invasiones bárbaras de Denys Arcand (Les Invasions barbares, 2003) o Corazón silencioso de Bille August (Stille hjerte, 2014). El realizador dibuja con sabiduría la inminencia de un ocaso, la nostalgia decrépita de un modelo sociocultural en derrumbe. Una China y unos personajes que enfilan el desmantelamiento de las estructuras preexistentes, con la obligación de acuñar el espejismo de una modernidad perentoria insensible frente a sus damnificados. 

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La obligación forzada de huir del lugar asignado, del espacio-tiempo de origen lleva a los seres a la deriva, empuja sus identidades al límite. El recorrido existencial de Lang se ve marcado por demasiadas experiencias traumáticas. Y su devenir es un intento de recobrar el equilibrio, de supervivencia, de curación de los daños sufridos. Vive una doble experiencia: la de extrañamiento (frente al nuevo entorno) y de extrañeidad (frente a sí mismo). Sus pasos se encaminan a retomar la posesión de sí mismo. Y a fe que parece acercarse a ello en ese plano final que clausura el filme. Si bien todo se sigue escuchando a través del silencio y el autor ha desconfiado de los acercamientos significativos manteniendo su cámara en la distancia y alejada de los personajes, en ese plano final, decimos, se va acercando a un primer plano en un trávelin. Va envolviendo la cara de Lang y de su nuevo acompañante, mientras recorren con la moto el desierto de Gobi. Y prácticamente por primera vez le vemos esbozar una sonrisa. No siempre hay que guardar las distancias para poder ver.

Tráiler:

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Ficha técnica:

Black Dog (Gou zhen),  China, 2024.

Dirección: Guan Hu
Duración: 110 minutos
Guion: Rui Ge, Guan Hu
Producción: The Seventh Art Pictures, Huayi Brothers, Momo Pictures
Fotografía: Weizhe Gao
Música: Breton Vivian
Reparto: Eddie Peng, Tong Liya, Jia Zhangke, Zhang Yi, Hong Yuan, Jing Liang, Zhao Yi, Vision Wei

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