Investigamos 

A través de Seijun Suzuki en el cine negro japonés de la posguerra

La juventud de la bestia

Cartel

Seijun Suzuki (1923-2017), considerado padre del cine yakuza (mafia japonesa), fue uno de los directores japoneses más singulares, surrealistas e inclasificables de su generación, incluso se puede decir de él que es uno de los precursores de la nuberu bagu (“nueva ola japonesa”). A estas dos vertientes cinematográficas tenemos que añadirle la importante asociación que tuvo con el cine noir japonés por su relación temática con el cine yakuza. Tan solo en unas líneas se ha mostrado a un director más que relevante, sin contar con una parte de su obra clasificada como Serie B, debido a su capacidad de producción que, a finales de los años sesenta, le terminará costando un serio altercado laboral.

A lo largo de su filmografía plasmó en la pantalla emociones y sentimientos desaforados, extremos, a través de desgarradoras situaciones dramáticas, de historias siempre al límite, de violencia grotesca y hasta surreal. En sus historias predominó el nihilismo hiriente, el humor absurdo, profundizando en locos maníacos y obsesivos irracionalismos que atormentan al hombre, mediante un mundo fílmico que yuxtapone realidad y fantasía en un mismo plano, como en los bajorrelieves primitivos. Como ejemplo de todo ello podemos destacar los siguientes largometrajes: La juventud de la bestia (Youth of the Beast, 1963), La puerta de la carne (Gate of Flesh, 1964), Historia de una prostituta (Story of a Prostitute, 1965), El vagabundo de Tokio (Tokyo Drifter, 1966) y Marcado para morir (Branded to Kill, 1967). Además, se debe resaltar su manejo impresionista de la luz y del color obtenidos a través de tonos fríos y cálidos, que van más allá de las formas que subyacen bajo estos. Las sombras pasan de estar compuestas por tonos oscuros a estarlo por colores desaturados que crean ilusión de profundidad, rompiendo con la dinámica clásica del claroscuro.

La juventud de la bestia, comienza mostrándonos la violenta conducta de un joven llamado Jo Mizuno, interpretado por el actor Joe Shishido, que participó en unas trescientas películas de la época. Rápidamente el protagonista llama la atención de un capo de la mafia japonesa (Hideo Nomoto), quien lo termina reclutando. Jo Mizuno pronto hará estallar una guerra entre bandas rivales. Lo que no sabemos es el motivo que tiene el personaje principal en generar este enfrentamiento. La película se inicia con una secuencia en blanco y negro a través de un flashback que nos induce a interpretar el aparente suicidio de una pareja. En la siguiente secuencia entra en juego el color y las calles de Tokio, trasportándonos al presente, con un destello de la ciudad nipona cruel y violenta.

En relación con la trama, el film presenta saltos temporales y espaciales, creando una sensación de desorientación y ambigüedad que refleja la inestabilidad emocional del protagonista; un antihéroe complejo y moralmente ambiguo que encarna la violencia y la desesperación. Visualmente, la iluminación contrastada, ángulos de cámara inusuales y una puesta en escena estilizada, con una alta intensidad y artificialidad potenciaron todo su aspecto noir. Por último, La juventud de la bestia no se limita a mostrar la violencia como un elemento de la trama, sino que la analiza como una fuerza destructiva que impregnaba la sociedad japonesa del momento.

imagen 2

El film fue producido por Nikkatsu, una de las dos grandes productoras del momento en Japón, la cual exigía unos rígidos estándares sobre el tiempo de rodaje y el presupuesto destinado. Las películas de Suzuki contaban con un presupuesto de veinte millones de yenes para las producciones en blanco y negro y, si eran en color, contaban con tres millones adicionales. El tiempo estaba estipulado y se dividía en diez días para preproducción, veinticinco días de rodaje y tres días de posproducción. Términos dentro de los cuales Suzuki supo moverse con soltura, ya que jamás se salía de las fechas y condiciones fijadas.

La ocupación estadounidense de Japón (1945-1952) tuvo un impacto significativo en el cine noir japonés, principalmente a través de la censura y la propaganda. La ocupación impuso restricciones a temas considerados antidemocráticos, lo que afectó a la producción cinematográfica y llevó a la adaptación de nuevas temáticas y estilos, podemos determinar que por estas causas pudo nacer el cine yakuza. El impacto de la ocupación estadounidense derivó en varias consecuencias: se prohibieron temas como el militarismo, el feudalismo, la crítica a la ocupación, el comportamiento antisocial, el antiextranjerismo y la degradación de la religión. Hubo un control en la producción por parte de la Unidad de Cine de la Rama Cinematográfica y Teatral (CIE) y la División de Prensa, Fotografía y Radiodifusión (PPB) que supervisaron la producción y postproducción de películas, asegurando que cumplieran con las directrices de la ocupación. También la adaptación de los guiones, exigiendo que las compañías cinematográficas los presentaran en inglés y japonés, y se sugerían cambios si se consideraba que la película contenía elementos perjudiciales para los objetivos de la ocupación.

Por otro lado, el efecto de la censura empujó a los cineastas del momento a explorar nuevas temáticas y a adaptar el cine negro a las restricciones impuestas. Esto llevó a un enfoque sobre temas más sociales y contemporáneos, alejándose de las historias de época prohibidas. Se exploraron temas como la corrupción, la violencia urbana, la soledad y la alienación, a menudo con un tono más sombrío y pesimista. Tampoco podemos olvidar que la ocupación trajo consigo una mayor influencia del cine occidental y especialmente del cine negro americano. Un claro ejemplo lo observamos en Seijun Suzuki, al reproducir el cine criminal norteamericano en suelo japonés, con apuntes específicos y autóctonos como la constitución de bandas, siempre omnipresentes en su estilo audiovisual. No obstante, lo suyo no será una reproducción fidedigna, sino una reformulación y deconstrucción que provocó un gran entusiasmo.

Con relación a las características que comparte el cine noir japonés con el ciclo americano, hay un rasgo esencial que consiste en trasmitir una sensación de malestar global a partir de la crisis social de la posguerra y de la generación que sucede a la de quienes hicieron la guerra. Este clima de época se crea a través de elementos formales y narrativos entre los que se encuentra, a menudo, la trama criminal.

Volviendo a mediados de la década de los sesenta, cuando confluyen el cine yakuza y la nueva ola japonesa, son los años en los que un movimiento emerge y el otro tiende a desaparecer. Este último término, que se asemeja al conocido movimiento francés de la Nouvelle Vague, es contrario a federar a los autores alrededor de una teoría del cine o de una revista; los directores nipones tienen en común una visión analítica, a veces crítica, de las convenciones sociales. Desarrollan historias narrativas de corte nihilista sobre la juventud, el crimen, la sexualidad, contadas a través de técnicas cinematográficas frescas y disidentes.

Además, existe cierta toma de distancia respecto a las mitologías del cine establecidas y se esmeran en resaltar problemas sociales, contrariamente al cine intimista de los dramas familiares o de tensiones internas. El cine de la nueva ola japonesa se manifestó a la luz de la contracultura japonesa, así como muchos otros movimientos que se gestaron en todo el mundo de la mano de jóvenes cineastas inconformes. Pero las particularidades políticas, sociales y de la industria cinematográfica del Japón de la posguerra hicieron que dicha renovación tuviera orígenes, resultados y películas muy peculiares y únicas.

imagen 2-3

En La juventud de la bestia, hay elementos de ambas tendencias cinematográficas. Es un largometraje que destaca por su estilo visual y narrativa frenética, ofreciendo una mirada sin concesiones al mundo de la mafia japonesa, mostrando sus códigos y rivalidades. Puede llegar a ser confusa para algunos espectadores por sus múltiples giros de guion y cantidad de actores. La película presenta un mundo de crimen y traición en el que los personajes se mueven en un laberinto de dobles sentidos y giros inesperados. Algunos críticos la consideran una obra maestra del cine de género yakuza, aunque no deja de ser un largometraje de doble género debido a que comparte diferentes características con el nuevo cine noir japonés, convirtiéndose de esta manera en un coctel de ambos géneros.

En el marco de la década de 1960, la industria cinematográfica japonesa experimentó tanto éxitos como desafíos, al vivir un declive en la asistencia de los cines debido al auge de la televisión. Esta situación llevó a las productoras a buscar nuevas audiencias y generar ingresos mediante la producción de géneros como el pinku eiga (cine de explotación sexual). Esta industria cinematográfica de la posguerra se expandió rápidamente. Esto dio lugar al crecimiento de la compañía y productora Nikkatsu  que atrajo a muchos asistentes de dirección de otros estudios, incluyendo a  Seijun Suzuki , con la promesa de ascender a directores. La compañía hizo algunas películas de samuráis y películas jidaigeki (dramas históricos), pero a partir de 1960 se destinaron los recursos a la producción de dramas de la juventud urbana, comedia, acción y películas yakuza.

Sin embargo, Seijun Suzuki fue despedido en 1968 después de la producción de Branded to Kill (Marcado para matar, 1967), alegando que sus películas se dirigían hacia un reducido número de espectadores, lo que conllevaba un desastre económico para la productora. Seijun Suzuki respondió demandándoles por despido improcedente, ganando tras un juicio de tres años y medio y siendo compensado con un millón de yenes, pero le incluyeron en la lista negra de las productoras por un periodo de diez años, en el que no podría dirigir ninguna película. Su carrera en la industria cinematográfica japonesa quedó marcada.  En cierto modo fue un director maldito y para sobrevivir se dedicó a dirigir telefilms, anuncios y series televisivas. Pero el público no se olvidó y poco a poco lo convirtió en un símbolo contracultural.

 

Para finalizar, en La juventud de la bestia se puede destacar la importancia y contribución al cine negro japonés por medio, principalmente, de dos destacados aspectos: una estética radical y una narrativa fragmentada. Con estas dos premisas, Seijun Suzuki desafió las convenciones del cine negro clásico nipón al imprimirle su sello más autoral. Al día de hoy, sigue siendo un referente y un director de culto para realizadores como Tarantino.

Comparte este contenido:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.