Críticas
Los avatares de una familia disfuncional
Casa en llamas
Casa en flames. Dani de la Orden. España, 2024.
El necesario equilibrio entre drama y comedia sirve de revestimiento a una ácida parodia cotidiana exquisitamente representada por un elenco de primera. Casa en llamas combina géneros en una fórmula que rebela los avatares del pasado sin la utilización del flashback. Un relato, hilvanado en tiempo real, cimenta hipocresías familiares, aviva las llamas de la convivencia en pos de recuperaciones afectivas. El síndrome del nido vacío opera como centro estelar; suerte de leitmotiv, desvelado por etapas, se encarga de oxigenar un guion de proceso continuo.
Montse decide vender la casa de la playa, heredada de su tía, a fin de utilizar la mitad del dinero para pagar el hogar de ancianos de su madre; el resto piensa repartirlo entre sus dos hijos, quienes ya planean en qué gastarlo. Lo cierto es que, antes de que todo suceda, la abuela muere en su apartamento. Montse oculta el fallecimiento y reúne a su familia para planificar la venta, todos acuden sin sospechar los reales motivos del encuentro.
Dani de la Orden administra el guion de Eduardo Sola en planos que denotan lugares familiares; cada personaje tiene sus especificidades bajo el denominador común del culto al interés propio; cultivo de un retrato para nada ajeno a las cotidianidades de nuestro tiempo. Y ese es el éxito de la película, alcanza al espectador en la propuesta de modelos asequibles a una identificación natural.
La propuesta carece de hermetismos; las tensiones abanican prejuicios atados a transgresiones de corto alcance; la familia, como unidad aislada, estructura polaridades disimuladas en conflictos. El trasfondo se sumerge en aparentes “realidades” que, en su estrechez, dialogan por un intento de resolución.
Montse es el sabotaje por la tragedia, la apología del rol de madre en la conservación de un pasado perseguido en el intento de absolución por las llamas, fenómeno que también porta la necesidad del reencuentro. La familia está en crisis, el fuego es necesario para su re-unión. Metáfora que va emergiendo en el progreso de la trama; lo que en su inicio era un aparente “feliz” encuentro en el compartir, termina avivando rupturas reorganizadas por el fuego en su límite de destrucción, doble vertiente de confrontación y comunión al servicio de un retrato lo más fiel posible a la naturaleza humana.
El humor está al servicio de la reflexión, y para ello, es capital crear una atmósfera de familiaridad que penetre la piel del espectador promedio. Casa en llamas honra este punto con un guion galardonado de forma merecida en los Premios Goya 2025, virtud compartida con otras características que amplían el mérito.
La cohesión del relato remite a un conciso manejo de las relaciones; complicidades, inmersas en momentos de exclusión “aparente”, explayan contenidos, remiten al aislamiento de una familia jamás antes expuesta a sus propias verdades. Tramos de un proceso teñido de propuestas ajenas al mundo exterior en la ficción, aunque necesariamente evidentes a la experiencia del espectador.
El cine, al margen de estereotipos vacíos, expone sin caricaturizar; la comedia fija sus límites, la temática, pese a su tratamiento, se vuelve seria. La tragedia es capaz de someterse a las necesidades que intentan emular el control perdido, Montse navega en la imaginaria panacea que aboga por reeditar un “paraíso” perdido, la travesía de los tiempos donde la historia se encarga de marcar diferencias. Los chicos crecen, los maridos se van; la familia se altera en sentidos ajenos a lo proyectado, la vida exige flexibilidades distanciadas de normas incorporadas al género. La diferencia generacional se hace notar en la sensación que reviste la necesidad por conveniencia. La familia como valor ancestral caduco, mantenido en la idealización a distancia, sujeto a veleidades en el utilitarismo que justifica la norma del momento; todo muy diferente a los códigos de otros tiempos. El presente instaura prácticas sostenidas en la ilusión de irrealidades manifiestas por la letra muerta inserta en los discursos que validan la apariencia. La familia solo se reúne por interés. Unos no quieren ir a prisión, otros apelan a sueños discográficos de gloria y a recuperar lo perdido, mientras el mundo exterior resbala en la expectación de esquemas que demandan relaciones desbaratadas por la realidad de un par de días en la Costa Brava. Toni, Marta y Blanca toman distancia de la presión de una familia que no es la propia.
La intención de destruir solemnidades arraiga en espacios directos; los giros del guion simulan un pasaje a dramatismos zanjados en la naturalización de circunstancias explicadas por necesidades arbitradas en la lógica de lo humano. Ese aire a desquicio ceñido a una brújula que todo lo justifica; las emociones son una suerte de guía espontánea que puja por la serenidad interior. La muerte de la yaya, la desaparición de las hijas, el hallazgo de un condón; todo refiere a furtivas transgresiones siempre referidas a la delación como fórmula espontánea de aclaración necesaria. Quizá, es uno de los puntos que se pierden en lo reiterativo, revelan una excesiva utilización del personaje de Montse en la aclaración de los temas. De todos modos, el ingenio viene dado por una serie de vueltas de tuerca no anticipadas en la trama.
Comedia involuntaria por ausencia de exageraciones, aunque los comportamientos y discursos son remarcados en el establecimiento de obviedades que difieren de intenciones. Se trata de desajustes que promueven sobrios momentos de comicidad al amparo de simples situaciones de la vida cotidiana. No hay exacerbaciones que alteren la seriedad de los hechos, aunque sí, recurrentes instancias demarcatorias de una lógica plasmada en relaciones de dependencia retroactiva; esmero en la recuperación de acciones “perdidas” con el paso del tiempo. La vida funciona como una especie de juego de roles cambiantes, donde Montse intenta rescatar el denominador común que le otorgue el lugar anhelado. La manipulación va tomando cuerpo en la referencia a instancias que ofrecen el remanente de vínculos infantiles a la espera de resurrección en la operación veraniega. Montse intentará revertir su actual posición en referencia a un desarraigo afectivo que no acepta los avatares del cambio.
La locación residencial es el bote de basura que aloja el proceso de reversión a contenidos del pasado y su injerencia en el presente; las puestas en escena restantes invaden espacios de disfrute veraniego, donde los conflictos se sostienen en el equilibrio de buenos modales unidos a protocolos de apariencia. Todo un despliegue de artilugios a la conquista de espacios de control esquivos desde cualquier tipo de intento explícito. David, y su composición romántica rayana en la cursilería, son utilizados para disimular la transgresión de Julia, ingrediente promotor del desestímulo a una relación incipiente. Mientras todo esto ocurre. Montse no pierde oportunidad en el intento de dividir para reinar en la mente de sus hijos.
Los exteriores ofrecen ese encanto del disfrute vacacional, contrapunto a las oscuras pretensiones de retorno a un pasado signado por el control de quien se siente irremplazable. La añoranza por la función materna anclada a una fantasía fundada en tiempos eternos.
La cinta no defrauda como entretenimiento, sabe articular los momentos de tensión con la la hilaridad provocada por absurdos y convenciones atinentes a cuestiones de pura convivencia familiar; una invitación al contacto con realidades que nos definen como humanos, aunque no a la vista de los demás.
Ficha técnica:
Casa en llamas (Casa en flames), España, 2024.Dirección: Dani de la Orden
Duración: 105 minutos
Guion: Eduard Sola
Producción: Coproducción España-Italia; Sábado Películas, Playtime Movies, Atresmedia Cine, 3Cat, Eliofilm
Fotografía: Pepe Gay de Liébana
Música: Maria Chiara Casà
Reparto: Emma Vilarasau, Enric Auquer, María Rodríguez Soto, Macarena García, Alberto San Juan, Clara Segura, José Pérez-Ocaña