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Revisitando la Historia: De las mentiras de Estado al reconocimiento

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Los medios de comunicación, en general, refieren continuamente a la cuestión de la memoria. La memoria se ha vuelto un lugar común desde el cual se plantea, no tanto la cuestión del dónde estamos, sino más bien cómo hemos llegado hasta aquí. La memoria, en este sentido, no es neutra ni fiel respecto a la realidad, ya que el sujeto es constituyente de la misma. Lo decía hace bastantes años H. Marcuse: “El recuerdo del pasado puede dar lugar a peligrosos descubrimientos, y la sociedad establecida parece tener aprensión con respecto al contenido subversivo de la memoria”[1].

Days Of Glory1Andreas Hyssen en su obra En busca del futuro perdido recala en dos momentos en los que se produce un replanteamiento de la cuestión de la memoria. El primero tendría lugar alrededor de la década de 1960, fruto de los movimientos de liberación nacional y los procesos de descolonización. Este momento se caracterizaría por la búsqueda de narraciones alternativas, de tradiciones olvidadas y por la recuperación de la visión de los vencidos. El segundo momento se iniciaría en torno a los años 80, debido a la activación del debate en torno al Holocausto y una cierta fascinación por el mismo acto de recordar.

Respecto al primer periodo resulta paradigmático el caso francés y el examen que desarrolla de su pasado como potencia colonial. Un buen ejemplo de ello es el caso de Days of Glory (Indigènes, Rachid Bouchareb, 2006) ya que, como señala Lipovetsky, “la película recuerda no sólo lo que estaba olvidado, léase oculto, desde hacía mucho tiempo (…) sino que también señala la injusticia que se cometió con estos hombres, tanto en el seno del ejército, en el momento de los hechos, como después, porque eran ex combatientes y se les negaron las pensiones correspondientes”. Pasamos de una memoria unánime a una memoria polémica y crítica, ya que supone una “relectura de un pasado ya no heroificado, sino humanizado”, un cine que revisita los grandes relatos fundacionales y mitos originales y los reubica críticamente.

shoahEl segundo periodo señalado por Hyssen es, posiblemente, uno de los más productivos y polivalentes en su plasmación en la gran pantalla, desde la radicalidad formal y ética exaltada por Shoah (1985), de Claude Lanzmann, pasando por el drama (La lista de Schindler/ Schindler’s List, Steven Spielberg, 1993), lo policiaco (El libro negro/Zwartboek, Paul Verhoeven, 2006) e incluso la comedia (La vida es bella /La vita è bella, Roberto Benigni, 1997).

Uno de los grandes revisionistas en el panorama del cine actual es Clint Eastwood, y todos sabemos que sus films pueden ser cualquier cosa menos complacientes; además, nunca ha dejado de mostrar desprecio y desconfianza hacia quienes detentan algún tipo de poder absoluto. Para satisfacer al público con mensajes que no molesten, sean cuales sean y traten de lo que traten, tenemos a Steven Spielberg, que casi siempre ha sido un modelo de cineasta capaz de hacer las cosas a gusto de los espectadores.

Probablemente uno de los más ambiciosos proyectos llevados a cabo por Clint Eastwood como realizador sea lo que podríamos denominar el díptico de Iwo Jima, formado por Banderas de nuestros padres (Flags of Our Fathers) y Cartas desde Iwo Jima(Letters From Iwo Jima), ambas de 2006.

Banderas de nuestros padres

Buena parte de los temas que aborda Banderas de nuestros padres estaban presentes en films anteriores de Clint Eastwood. El mismo odio que desprende su último trabajo con respecto a los políticos ya podía constatarse en Poder absoluto (Absolute Power, 1977); el sentimiento de traición que arrastran los personajes ya lo tenían los personajes de El fuera de la ley (The Outlaw, Josey Wales, 1976); la tergiversación mediática que se puede hacer de la Historia no es un tema recién incorporado en su obra, porque formaba parte del discurso que articulaba Sin perdón (Unforgiven, 1992)… Eastwood, con esta película, deshace una imagen canónica, la de los soldados victoriosos izando la bandera, insertándose en la corriente hipermoderna de la “demolición del héroe” y adentrándonos en otra categoría propia de la hipermodernidad, como es la manipulación y la falsación de la realidad por el ente político.

investigamos-fran-cabeceraLa trama gira alrededor de una escandalosa manipulación histórica, en la cual participaron, o se vieron obligados a hacerlo, tres soldados que habían combatido en Iwo Jima: el enfermero John Bradley (Ryan Phillippe), Rene Gagnon (Jesse Bradford) y el piel roja Ira Hayes (Adam Beach). Una vez las tropas norteamericanas arrebataron a los japoneses el punto más alto de la isla, el monte Suribachi, un grupo de soldados izó una primera bandera; pero como era demasiado pequeña y no se veía bien a lo lejos, los oficiales ordenaron a otro grupo de soldados, que no habían participado en la conquista del Suribachi, que quitaran la primera bandera y colocaran en su lugar otra más grande; la colocación de la esa segunda bandera fue la que quedaría inmortalizada en una famosa foto que daría la vuelta al mundo como símbolo de la victoria norteamericana en Iwo Jima; y tres de los seis soldados que la colocaron, Bradley, Gagnon y Hayes, participaron en una gira de compra de bonos de guerra por todos los Estados Unidos, donde eran presentados, falsamente, como los “héroes de Iwo Jima”.

banderas-de-nuestros-padres-2Buena parte de las objeciones que podemos hacerle al acercamiento de Banderas de nuestros padres se fundamentan en sus dualidades, que pueden resultar convincentes en algunos casos, como cuando se contrasta el campo de batalla y la retaguardia, a los soldados y a los oficiales, a los militares y a los políticos o el heroísmo y las mentiras; pero que a menudo cae en las contradicciones, como cuando se presenta la guerra como algo terrible y aun así no se condena, cuando se describe a unos personajes de forma excesivamente virtuosa y a otros de forma muy negativa, o cuando se critican y se glorifican imágenes que vienen arropadas por la misma parafernalia cinematográfica (algo que sucede durante la representación que hay en el estadio de Chicago donde los tres protagonistas colocan la bandera estadounidense en una réplica del monte Suribachi).

Por encima de sus defectos, Banderas de nuestros padres es una excelente película bélica, una sombría digresión sobre la manipulación de la memoria colectiva y el heroísmo en todas sus acepciones, el real y el ficticio, el popular y el anónimo. Eastwood se define en su extraordinario final en el que contrapone el precioso picado de los soldados bañándose en una playa al contrapicado de la instantánea de Rosenthal: el auténtico heroísmo radica en la cotidianidad, en la camaradería y en la solidaridad de individuos que luchan por sus amigos y compañeros.

Cartas desde Iwo Jima

En Cartas desde Iwo Jima nos alejamos de la guerra como arena en la que se juegan las cartas de la impostura política para ir a un terreno en el que se ejemplifican las contradicciones culturales que pueden darse en determinados estamentos como el militar. Un buen ejemplo de “revitalización de las coordenadas de pasado (…) acompañado por un acusado fervor por las identidades culturales, étnicas y religiosas que se remiten a una memoria colectiva” (Lipovetsky).

cartas-de-iwo-jima-1La llegada del general Tadamichi Kuribayashi (Ken Watanabe) a la isla de Iwo Jima, donde asume el mando de las tropas japonesas antes de la llegada del enemigo, hace que muchos de sus subordinados cuestionen sus puntos de vista. Sus planteamientos, preparando túneles para soportar los bombardeos y para luchar desde posiciones resguardadas, no acaban de convencer a quienes se han educado en el combate cuerpo a cuerpo, sin pensar jamás en el coste de vidas humanas. Igualmente se hace bastante hincapié en el desconocimiento que suele haber en las guerras con respecto al enemigo, al que suele catalogarse según clichés.

La problemática cultural está excelentemente planteada por Eastwood en la relativa simpatía que tanto Kuribayashi como el barón Nishi sienten hacia los Estados Unidos, país que visitaron antes de entrar en guerra con él. Nishi fue campeón olímpico en Los Ángeles en 1933. Por su parte, Kuribayashi, en un par de flashbacks, recuerda una estancia en los Estados Unidos, país que le impresionó por el número de coches que había en sus calles y por la agradable velada que ofrecieron en su honor unos militares norteamericanos que le regalaron como recuerdo de su viaje una pistola modelo Colt, la misma que todavía lleva en su cartuchera y que ha despertado la admiración de sus hombres. Sus cordiales relaciones con los americanos y la crudeza de la realidad actual suponen un conflicto interno para ambos, que arrastran hasta el final. Una aparente confraternización entre americanos y japoneses que no tiene razón de ser en el árido escenario de la isla de Iwo Jima: el soldado estadounidense al que Nishi cuidaba, acabará muriendo, y el propio Nishi terminará suicidándose. Tadamichi, por su parte, recuerda cómo estrechó la mano y se sentó a la mesa de los mismos comandantes americanos que ahora están destruyendo a sus hombres.

cartas-de-iwo-jimaEl ritmo de este segundo film es más demorado y, por tanto, bastante más intenso, al ejemplificar el horror de la guerra (durante el suicidio de los últimos soldados que defendían el monte Subirachi) o las emociones (durante la lectura de una carta escrita por la madre de un soldado muerto). Un excelente ejercicio de reconocimiento inverso de la historia y valor que sin pudor retrata al otro (hasta hace poco, el enemigo) con un rigor y un respeto que revelan las intenciones de Eastwood. Una mirada humanista y justa de los soldados japoneses que tuvieron que defender la isla son mostrados como personas comunes que acostumbraban a pasar mucho tiempo en sus casas con su familia y comprenden que, ellos como otros tantos compañeros de uno y otro bando, no saldrían de allí.

El díptico de Clint Eastwood es un buen ejemplo de la historia efectual del pasado en nuestro hoy, recogiendo los caracteres de la posmodernidad en el cine. Las pequeñas historias (la historia de una bandera) son las desenmascaradoras de la Gran Historia oficial, o lo que es lo mismo, la pluralidad de historias es lo que permite una visión de crítica de ciertos acontecimientos del pasado. Por otra parte, Eastwood continúa el proceso irreversible de la desmitificación y disolución de los grandes conceptos que han marcado la historia de Occidente. En este sentido, Clint Eastwood, con Cartas desde Iwo Jima, se inserta en una rica tradición antibelicista (Trumbo, Kubrick, Milestone…) rescatando las historias humanas que están detrás de la oficialidad. Todo ello hace de Eastwood, no un patriota más, sino que representa un nuevo patriotismo sincero y crítico con su país y con su historia única e irrepetible.

[1] Marcuse, H., El hombre unidimensional, Barcelona, Seix Barral, 1968, p. 129.

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