Críticas
¡A la revolución!
Una batalla tras otra
One Battle After Another. Paul Thomas Anderson. EUA, 2025.
La complejidad de un cuento se basa en el conjunto de mecanismos narrativos que se ponen en marcha. Esto, por supuesto, no implica mucho, ya que cuanto mayor sea el número de elementos, no por esto se puede decir que mayor va a ser el valor artístico de la obra. Las novelas bizantinas, efectivamente, no son grandes obras solo por el hecho de utilizar este gimmick. Sin embargo, la complejidad sí tiene su valor cuando se ve acompañada por lo inesperado, o sea aquel sistema de herramientas narrativas que empujan al lector, espectador o lo que sea a dejarse llevar por una falta de coordenadas con las que poder decir que sí, efectivamente algo se esperaba. Los grandes cuentos, entonces, tanto de palabras como de imágenes, serían también aquellos que en su caótica estructura férrea saben emplear los recursos de lo imprevisto hasta niveles de excelencia con los que asegurarnos que no solo no estamos perdiendo nuestro tiempo, sino que ya podemos sentir el estímulo de nuestro mismo cerebro. Si de panem et circenses se habla ante ciertos productos mediocres, aquí más correcto sería usar el concepto de belleza y de cogito.
Efectivamente, la película de Anderson, basada en un libro de Pynchon, es una obra maestra de estructuras narrativas, creación de un mundo que bastante se parece al nuestro, y de puesta en marcha de unos personajes que logran escapar de los simples bordes de la pantalla (dos arriba y abajo, dos en los lados), hasta traspasar el nuestro. Y es que, en el conjunto general de esta novela cinematográfica, lo que se nos permite experimentar es un sinfín de emociones y de víveres intelectuales que bien demuestran el valor del arte de narrar, de saber crear un cuento que vaya más allá del simple juego de mover las piezas de un lugar (el inicio) al otro (el fin). Se abre paso durante las dos horas y media, así, la necesidad de reconocer que las historias pueden seguir construyéndose en un mundo que permite que nos sumerjamos en diferentes ideas y que sepan desarrollarse dentro de una voluntad creadora por parte de quien nos quiere dar algo con lo que llevar a cabo una compartición del tiempo del que disponemos. O, más sencillamente, no nos roban minutos, sino que nos regalan un cuento hecho perfectamente.
Hay elementos que se suman los unos con los otros, hasta permitir una revolución narrativa que en su mezcla caótica logra generar una estructura bien pulida, perfecta en la gran complejidad de sus elementos. La revolución es entonces algo que allí está, dentro de la idea de una lucha contra un gobierno que nos asfixia, y la presencia del bien y del mal se fragua dentro de un discurso en el cual no siempre resulta fácil decir qué es lo justo y qué es lo injusto, hasta darnos cuenta de lo que nos hace que seamos humanos (seres con cierta decencia, dicho sea para que la cosa resulte clara). Hay, por esta razón, diferentes protagonistas, y no solo uno, que se visten de roles que van cambiando a lo largo de la peripecia, hasta afirmar, con su sola presencia, el juego de las luchas de poder (o poderes). Es un mundo caótico, difícil de experimentar sin dejarnos llevar por una serie de conexiones que podemos hacer con nuestra misma horrible realidad, y que nos empuja a tomar cierta posición, a veces incómoda, para después subrayar la conexión entre lo que fue (los antiguos revolucionarios de la pandilla del 75) y lo que es (un mundo que ha dejado tras sí lo que una vez se presentaba como el acto de insurrección).
Se trata de una película, por supuesto, con un mensaje que puede también dejar claro el valor del futuro. El pasado ya no le pertenece a la vieja generación, tanto a los que luchaban por los valores de la libertad (¿y es que efectivamente eran los buenos?) como a los que intentaban contrarrestar lo que para ellos era lo que se situaba fuera de lo legal. Y es también una prueba de que se puede seguir contando y creando material nuevo, capaz de estimular nuestra imaginación y de mostrar hasta qué punto es posible llegar con la creación cinematográfica. Una obra maestra, por supuesto, que quizás pueda abrir paso a otros intentos de darnos productos adultos, capaces de ir más allá de unos esquemas y de unas estrategias que poco espacio dejan a la hermosura de lo narrativo. Puede que uno de los efectos más interesantes sea la capacidad de hablar de esta obra, de analizar los diferentes estratos, de dejar que fluyan los diferentes temas (la familia, el significado de ser padres, el sexo, el poder, el racismo, el supremacismo blanco), hasta el hecho de permitirnos pensar cuánto es efectivamente juego narrativo y cuánto reflexión sobre nuestra misma realidad. Y, en el acto de pensar, se desarrolla la semilla del pensamiento crítico y de la apreciación de lo narrativo.
Ficha técnica:
Una batalla tras otra (One Battle After Another), EUA, 2025.Dirección: Paul Thomas Anderson
Duración: 162 minutos
Guion: Paul Thomas Anderson
Producción: Adam Somner, Sara Murphy, Paul Thomas Anderson
Fotografía: Michael Bauman
Música: Jonny Greenwood
Reparto: Leonardo DiCaprio, Sean Penn, Benicio del Toro, Regina Hall, Teyana Taylor, Chase Infiniti