A Fantastic Fear of EverythingCrispian Mills, cantante del grupo Kula Shaker, y Chris Hopewell, realizador de videoclips y cortometrajes, aúnan su creatividad en el largometraje A Fantastic Fear of Everything. Una comedia con múltiples elementos relacionados con el mundo de las ensoñaciones, el superrealismo y los temores más irracionales.

Jack es un escritor de libros infantiles que quiere iniciarse en el mundo del cine con un proyecto sobre los asesinos en serie. Su implicación para la preparación de ese guion es tan grande que de repente todo su mundo interior empieza a manifestarse en forma de fobias y miedos que le irán exponiendo a situaciones en las que se verá atrapado. El camino para encontrar una solución a la paranoia de la que es protagonista le hará enfrentarse a sus miedos más olvidados.

Porque es cierto que casi todos los miedos que hemos desarrollado o desarrollaremos a lo largo de nuestra vida, muy seguramente resulten absurdos para los demás, pero para nosotros, pobres víctimas,  tienen un peso tan grande que nos sentimos incapaces de racionalizarlos y desprendernos de ellos.  Su explicación, tal vez podríamos saberla con algunas sesiones de psicoanálisis y casi todos tendrían su origen en nuestra más tierna infancia. Estas aprehensiones, de una u otra manera, limitan nuestra vida y pueden someternos a situaciones de estrés y pesadilla, hasta convertirnos en seres conspirativos. Todo esto, llevado al extremo por el magnífico Simon Pegg, en un relato que retrata muy bien la angustia de su protagonista y que está formulado a base de numerosos gags, casi siempre hilarantes y con referencias al terror clásico más british, que van desde ciertas reminiscencias del cine de Alfred Hitchcock a los relatos de Edgar Allan Poe o la idiosincrasia del investigador más famoso de los cuentos de Arthur Conan Doyle. Todo esto con una banda sonora muy movida que se encuentra momentos estelares en algunas escenas.

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AntiviralLa genética, en cuanto al conjunto de factores que se heredan, puede ser una maldición o una bendición, pero ante todo es algo de lo que no te puedes librar. Por eso, los esfuerzos que Brandon Cronenberg hace por desligarse de la influencia que su padre ha podido ejercer sobre el cine que comienza a realizar, resultan del todo ridículos. Hay que decir, a su favor, que Antiviral nos retrotrae a los primeros trabajos de David Cronenberg. La comparación resulta inevitable.

Antiviral es una historia de ciencia ficción con bases científicas muy realistas utilizadas en un contexto social donde la idolatría por la fama ha alcanzado unos niveles tan desorbitados que los fans de las figuras más mediáticas se inyectan las mismas partículas víricas que han infectado previamente a sus ídolos.

Syd trabaja en una de las clínicas más prestigiosas dedicadas al clonaje de partículas víricas. Las producen, modifican e inyectan en aquellas personas que pagarían una fortuna por parecerse a las estrellas que adoran. Esta actividad también tiene una parte muy oscura y clandestina por la que Syd se verá atraído.

El cuerpo como una incubadora convertido en negocio, en un futuro impreciso que no parece tan lejano, en el que se han perdido los valores más básicos de respeto y autoestima del individuo, donde la veneración a otras personas, también de carne y hueso, es la verdadera enfermedad sobre la que trata el film.

Tratándose de una primera película, Antiviral destaca por un acabado intachable y la solvencia con que está rodada. El excelente trio interpretativo que forman Caleb Landry Jones, Sarah Gadon y el veterano Malcolm McDowell consiguen que el conjunto tenga un empaque notable.

Su estética aséptica, representada con espacios en blanco impoluto, contrasta con los flujos hemoglobínicos que supuran las enfermedades víricas, que aquí son parte de un mecanismo bien estudiado, que se mantiene con el pálpito de la amenaza constante de su naturaleza incontrolable.

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Después del éxito vivido con su anterior film Surveillance (2008) en la edición del festival del año 2010, distinguida con el premio a la mejor película, Jennifer Lynch regresa este año con una historia muy oscura sobre el lado más misterioso y temible del ser humano. Basada en una obra de teatro, cuenta la historia de un asesino en serie que un día, en una de sus salidas para cazar víctimas inocentes, rapta a una mujer que va acompañada por su hijo. De esta manera el niño quedará encadenado dentro de la casa del “monstruo”, quien le introduce dentro de su protocolo de actuación criminal y le convierte en un esclavo.

Jennifer Lynch pone la cámara muy cerca del asesino, siguiéndole en su rutina, convivencia y pesadillas, pero sin atravesar nunca la línea que nos enfrentaría cara a cara con el horror. Apuesta por una narración en la que sugiere lo que está ocurriendo en la habitación de al lado. El sonido puede ser a veces más terrorífico que una imagen explícita, pero es curioso que al mismo tiempo utilice el elemento de la cámara oculta para despertar expectación e inquietud, en un juego de intenciones por mostrar solo lo necesario.

De esta manera, construye un relato sin prejuicios que  indaga en las motivaciones e inquietudes del asesino como ser humano, dejando a un lado los estereotipos más recurrentes. Mantiene el foco de  interés en el proceso de construcción de la relación y los lazos de dependencia y afectividad entre el asesino y el niño.

Como ocurría en Surveillance, Lynch vuelve a sorprendernos con un giro final nada previsible, que aunque partía de la obra original, no convence por su exagerado efectismo y, ante todo, por ser innecesario para el cierre del film.

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Doomsday BookPelícula coreana perfectamente contextualizada dentro de la temática principal de este año en el festival sobre el fin del mundo, cuenta en la realización con dos de los directores coreanos más reconocidos en el certamen. Formada por tres mediometrajes, inicialmente incluía una pieza del director Han Jae-rim (The Show Must Go On, 2007), hasta que se descolgó del proyecto. El primer y último segmento, firmados por Yim Pil-sung (Antarctic Journal, 2005, Hansel y Gretel, 2007) explotan una vis cómica que contrasta con la seriedad y formalismo del segundo fragmento, dirigido por Kim Ji-woon (A Bittersweet Life, 2005, I Saw the Devil, 2010)

A brave New World nos narra cómo podría llegar a producirse de la manera más absurda posible, una de esas epidemias que en pocas horas convierte a toda la población en infectos zombies que pululan por una ciudad donde reina el caos, y la esperanza por sobrevivir es nula. La pieza contiene todos los clichés del género.

Heaven´s Creation irradia misticismo y mantiene un ritmo zen necesario para la poética de ciertos momentos. Con la figura principal de un robot que se autoproclama como Buda al tomar consciencia de sí mismo. En el templo donde se encuentra acuden a un equipo de técnicos para averiguar si todo se debe a un fallo en el mecanismo del androide. De nuevo se plantea el debate moral sobre la naturaleza humana y nos recuerda a la ética androide que trataba Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 2005).

El último mediometraje, Happy Bithday, es un despropósito bizarro y surrealista sobre el apocalipsis que se cierne a causa del acercamiento a la tierra de un meteorito muy singular.

En conclusión y como suele ocurrir con estos proyectos que comparten autoría sobre una misma temática, el resultado es muy irregular y flojo. Ninguno de los tres segmentos está dentro de lo mejor que hemos podido ver de ambos directores.

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The Tall ManPascal Laugier saltó a la palestra en la edición del 2009 con su película Martyrs, con la que consiguió el premio que concede el festival a mejor película europea de género fantástico. A partir de ahí, se sucedieron un sinfín de críticas a favor y en contra. Algunas, aunque incomprensibles, otorgando una carga política a la película que dejaba en evidencia una falta de entendimiento de cierto sector por el significado de la libertad de creación que supone el medio cinematográfico. Por todo, la expectación por saber cual sería el siguiente trabajo de Laugier, ha convertido a The Tall Man en una de las cintas más esperadas. El film comenzó siendo el intento por parte de Laugier de realizar una película fuera de la fronteras galas, lo que le llevó a buscar financiación y lugar de rodaje en Estados Unidos. Allí se encontró con un muro que no pudo franquear, debido a la incomprensión que suscitó su guión, construido con personajes que no se perfilan categóricamente con el apelativo de buenos o malos. Las atribuciones dicotómicas no funcionaban con la historia que quería contar Laugier y, ante las sugerencias de modificar dicho guión, no tuvo más remedio que rehacer las maletas y volver a Francia.

Por esto, a pesar de que detalles como los intérpretes, las localizaciones y la propia historia nos lleve a pensar que esta es una película muy americana, en la base es sin dudas, europea.

El film abre con un rótulo sobre el escalofriante número de niños que desaparecen anualmente en los Estados Unidos, de los que nunca se vuelve a saber. Esta premisa absolutamente real, poco a poco, dará paso a una trama que se adentra en lo fantástico y que tendrá de fondo leyendas que siempre surgen en aquellos lugares donde los hechos que han acontecido no tienen una explicación tangible.

Una historia donde las apariencias engañan, que cuenta con varios giros argumentales interesantes, que depararán de nuevo en una resolución tan realista como su punto de partida.

Con este film, Laugier se ha alejado de la rama más extrema del género, lo que le ha permitido estrenar con éxito una película en su país. En España se podrá ver a partir del 21 de diciembre.

Ahora aguardaremos impacientes por ver su próximo proyecto que será una colaboración con Dario Argento, sin duda, una de las figuras más respetadas y tenidas en cuenta, quien popularizó y exportó el cine giallo fuera de sus fronteras.

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Las limusinas están de moda. Son vehículos llamativos por su ostentosidad y dimensiones, que resplandecen a lo largo de toda su carrocería y surcan las grandes ciudades de todo el mundo. Son dignas de la observación de los transeúntes, pero al mismo tiempo son muros impenetrables para las miradas que intentan atravesar los cristales e introducirse en la privacidad de su interior. Este espacio, no exento de cierta magia y morbo, ha sido el elegido como hábitat para los protagonistas de Holy Motors (Léos Carax, 2012) y Cosmopolis (David Cronenberg, 2012),  dos de las cintas más importantes presentadas en esta edición del festival. Estos cubículos rodantes de acero son utilizados como espacios de máxima intimidad donde se desarrollan actividades con cierto grado de secretismo que son parte de una rutina bien definida, de la que somos testigos excepcionales durante veinticuatro horas.

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InvasorDaniel Calparsoro regresa al medio cinematográfico tras cuatro años dedicados a la pequeña pantalla y lo hace con fuerza. Invasor es un thriller político, basado en una novela, en el que se cuenta la diatriba de Pablo, un médico militar destinado a Irak que sufre un atentado del que consigue sobrevivir. Tras volver a España, la amnesia por el traumatismo sufrido no le permite construir el puzle de recuerdos que tiene sobre los hechos, pero poco a poco, y con la ayuda de uno de sus compañeros en la misión, empezará a concluir que la versión oficial nada tiene que ver con lo que ocurrió realmente.  La decisión que toma Pablo es la de sacar la verdad a la luz, arriesgando su estabilidad familiar y laboral. Y es que enfrentarse al sistema que se muestra infranqueable significa un suicidio asegurado.

Aunque principalmente estamos ante una cinta de acción al más puro estilo de la saga Bourne, muy bien rodada y con unas interpretaciones irreprochables,  guarda una relevante crítica contra las mentiras del sistema que, con el fin de “proteger” a sus ciudadanos, encubre y oculta muchas realidades. Invasor lanza una pregunta al espectador que ante la situación en la que se encuentra Pablo puede llegar a pensar que  su reacción no es creíble. Porque, ¿qué harías tú en su lugar?

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Juego de niñosEs indudable que el género de terror va casi siempre asociado a hechos que ocurren en la oscuridad de la noche, cuando todo el mundo duerme y el silencio sepulcral da paso a la luna como único testigo de los misterios más insospechados. Sin embargo, hace ya treinta años que Narciso Ibáñez Serrador desmontaba este tópico realizando un cuento donde el terror se abría paso a plena luz del día. En aquel sobrecogedor relato llamado Quién puede matar a un niño  (1976), una pareja de extranjeros llegaba a un pequeño pueblo costero, donde en apariencia todo el mundo ha desaparecido. Pronto intentarán preguntar a los niños con los que se cruzan por las calles, pero estos, lejos de responder, muestran una cara poco cordial y muy enigmática. La realidad de lo que allí está ocurriendo se devela tan espeluznante como difícil de asimilar.

Makinov presenta el remake de aquella obra de terror que marcó un hito. Fiel y respetuosa en todos los aspectos con la historia original, nos recuerda un cine sin artificios ni aderezos tan demodé, que hace cuestionarnos sobre el sentido auténtico de este film, que como refrito no alumbra contribución alguna.

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Seven PsychopathsDespués de un debut inmejorable en el ámbito del cortometraje que le llevó a ganar un Oscar y una primera incursión más que aceptable en el largometraje con Escondidos en Brujas (2008), Martin McDonagh ahora regresa con Seven Psychopaths, el que con seguridad va a erigirse como uno de los films más refrescantes y divertidos de la temporada.

Con un reparto de alto nivel, encabezado por Colin Farrell, Sam Rockwell, Woody Harrelson y Christopher Walken, este ocurrente disparate sitúa como protagonista a Marty, un guionista de cine en horas bajas que, enfrentado al proceso de creación, lo único que tiene claro de su guion es el título “Siete psicópatas”. Su mejor amigo, Billy, decide ayudarle, aunque sus métodos de inspiración pueden resultar demasiado peligrosos, desenmascarando las pulsiones más oscuras.

Aunque su autor reconoce como influencias cinematográficas a directores como Terrence Malick o Sam Peckinpah, con Seven Psychopaths parece que los tiros se dirigen hacia un cine con sensibilidades bien diferentes, porque las referencias que nos asaltan tras su visionado tienen más que ver con  la violencia sin cortapisas y diálogos sucios y desenfadados, tan habituales en el cine de Quentin Tarantino, algún retazo del mejor cine de Guy Ritchie, el humor negro de los hermanos Coen y, por qué no, el ritmo imparable de películas como Ocean´s Eleven (Steven Soderberg, 2001).

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SinisterEllison es un reconocido escritor de libros sobre crímenes reales que permanece obsesionado con repetir el éxito conseguido con su primer libro. Esta obsesión hace que se centre en la investigación sobre el asesinato de una familia en extrañas circunstancias y no duda ni un instante en mudarse con su mujer e hijos a la misma casa donde sucedieron tan terribles acontecimientos. Pronto, la investigación le llevará a relacionar esos crímenes con otros similares. Las conclusiones y certezas a las que llegará le afectarán de una manera tan personal que, sobrepasado un punto, no podrá escapar de ellas. El descubrimiento en el sótano de unas películas en formato súper 8, será la conexión más directa con el misterio que se esconde tras todos los crímenes.

Scott Derrickson ha demostrado sobradamente que es conocedor de los terrenos pantanosos del terror, sabe moverse muy bien dentro del género y entiende dónde pulsar para conseguir los efectos deseados. Ya lo demostró con El exorcismo de Emily Rose (2005), una de esas películas que surgieron en el intento por crear nuevas fórmulas sobre la trillada temática de las posesiones demoníacas. En aquella ocasión logró una salida airosa pero no trascendió dentro de la larga lista del films sobre el tema,  de la que sí resaltaría,  la magnífica y sobria propuesta alemana Réquiem (Hans-Christian Schimd, 2006).

El hecho de que Derrickson conozca el medio solo le sirve para utilizar las fórmulas existentes y ordenarlas debidamente para formar una ecuación resultona, bien ceñida al estándar, con una combinación que puede llegar a sorprender, pero que es incapaz de destacar como aportación de algo diferente a lo preexistente. Ahora con Sinister vuelve a utilizar el mismo patrón. La historia sí consigue inquietar y no deja que te duermas en la butaca, pero el gusto que queda te hace recordar a tantas otras películas, que funciona como un traje bien confeccionado para el que se han utilizado los retales de otras prendas.

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The Lords of SalemEl fenómeno de “culto” que se ha creado en la última década en torno al cine de Rob Zombie, desde que se iniciara en el audiovisual con La casa de los mil cadáveres (2003) tiene mucho que ver con la coherencia que mantiene en todos sus films, fácilmente reconocible por el sello propio que ha sabido crearse, con un estilo bien marcado. Rob Zombie no innova en el género pero sí se desmarca como realizador que rinde homenaje a los códigos del slasher, el gore, el horror  y el humor más macabro, añadiéndole una vuelta de tuerca que mucho tiene que ver con la exacerbación de estos registros.

Sin embargo, The Lords of Salem, por ser una de las cintas más esperadas del festival, ha supuesto uno de los batacazos más grandes de la edición. Parece difícil reconocer en esta cinta al R.Zombie de sus anteriores trabajos. No aparece por ningún rincón la fuerza a la que nos tenía acostumbrados. La vuelta de tuerca esta vez no se ha dado. No existen subtramas que den vigor al hilo principal. El guion es endeble y aunque en el primer tercio parece apuntar maneras, el espejismo poco a poco se va desvaneciendo hasta quedar en la nada misma.

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