Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.
El sexo de los ángeles, Mario Benedetti
Una de las secciones ya tradicionales de la Mostra Internacional de Films de Dones de Barcelona es El sexo de los ángeles, un espacio dentro de la programación en el cual las realizadoras, con una mirada documental predominante, reflexionan sobra la identidad sexual. Obras como Before Stonewall (Greta Schiller, 1985), una reflexión de la comunidad LGBT a quince años de los sucesos de Stonewall; The Fall of Womenland (He Xiaodan, 2009), un hermoso viaje hacia las últimas sociedades matriarcales en China; o Guerriler@s (Montse Pujantell, 2010), que como su nombre lo indica retrata a un grupo amplio de aguerridas mujeres en la Barcelona de hoy que lucha por la diversidad sexual. Convirtiendo, aunque sea una vez al año, a la pantalla en una caleidoscópica mirada de género.
Este año, la muestra en su vigésima edición, presentó dos documentales de producción reciente: Camila desde el alma (Norma Fernández, 2010) y Niños de Srikandi (Colectivo Niños de Srikandi, 2012). Dos ópticas de dos puntos diametralmente opuestos del planeta, como son Argentina e Indonesia, una enclaustrada en el teatro, cercana al monólogo, la otra abierta a la realidad, coral y plural, pero que convergen en la creación como refugio a la diferencia sexual. La mirada de ambos es sincera, directa, llena de complicidad por parte de sus protagonistas a la cámara, que nos acerca a una realidad que está a la vuelta de la esquina, a un mundo, que a pesar de las distancias, tiene la misma cotidianidad.
Todas las mujeres de Lorca en una
Recientemente salió a la luz pública la última carta de Federico García Lorca a su amante Juan Ramírez de Luca, hombre que llevó hasta su muerte el secreto de su amor por el poeta, y simplemente pienso en lo triste de una vida que calla un amor así. Pero, oportunamente, me encuentro con Camila Sosa, con su inconfundible nombre de tango, que frente a la cámara nos cuenta su experiencia sobre su interpretación de los personajes femeninos del poeta granadino en la obra Carnes Tolendas de María Palacios. Ella, contrariamente, está pletórica de fuerza, pero carente de amor, según confiesa. Su vida ha sido una perenne batalla que desafía a la norma bipolar del género, travesti que se niega a la caricatura, y que después de un largo recorrido para deslastrarse de pesadas cargas nos muestra su diáfana alma desnuda. Se acerca al poeta y sus mujeres con la ventaja doble, como si se fundiera en un solo cuerpo, un abrazo profundo cual mito griego de hermafrodita, con su experiencia de por medio, para interpretar la maternidad frustrada de Yerma, la espera del amor añejo en Doña Rosita la soltera, o simplemente el amor imposible de Bodas de sangre. Ella sola llena la escena de Carnes Tolendas y la pantalla de Camila desde el alma. Ya no necesita esconderse en la noche, ni llorar a escondidas, ha hecho valientemente acto de presencia en nuestra sociedad.
La guerra de Srikhandi
Srikandi es un personaje de la épica hindú, representado en una hermosa joven que cambió su sexo con un Yaksha, un espíritu benévolo de la naturaleza, y se trasformó en un guerrero adoptando este nombre. Así, a Diwi Srikandi, le vaticinan sus padres que no será ni hombre ni mujer en una representación de teatro de sombras protagonizada por las tradicionales marionetas indonesias. Su historia, como guía ancestral, abre y cierra el documental Niños de Srikandi, como legítima descendencia de la guerrera al día de hoy.
Detrás de las sombras están Soleh, el titiritero, y Anik, el cantante, hombres que laboriosamente se convierten en atractivas mujeres para recrear un arte tradicional, un espejo invertido que da paso a una juventud que no desea ocultarse en máscaras ni artificios teatrales, sino simplemente, mostrarse tal cual.
Aterrizamos en Yakarta, la capital del cuarto país más poblado del mundo y con más musulmanes en el planeta. Capital multicultural, de asfalto, tráfico y calor. Allí Eggie, con su rostro bicolor, blanco y negro, como una dicotomía absolutamente complementaria, canta por una pocas monedas y nos cuenta su paso por la calle como el refugio ante la agresión de su familia y la policía. Mientras tanto, Hera, madre de dos hijos, vive de manera cotidiana su bisexualidad como algo natural, a pesar de las críticas recibidas tanto de hombres como de mujeres. Por su parte Oji, decide empezar desde cero una nueva vida en otra ciudad, y emprende su particular “road movie”.
El momento más revelado es cuando Edith nos habla a cámara con sus múltiples velos, es una joven universitaria que nos cuenta su relación con la religión y su sexualidad. Poco a poco su imagen cubierta resulta cada vez más opresiva ante su discurso, para finalmente descubrirse y dar paso a una mujer sincera ante su orientación sexual. Poco a poco a esta confesión se suman más jóvenes, una coral femenina que coincide en su segregación en múltiples ámbitos: laboral, social, familiar y religioso. Sin embargo, por nada vuelven atrás en sus pasos, miran el futuro sin prejuicios y sonrientes. Se abraza, se besan, no esconden sus afectos. No quiere vivir con etiquetas preestablecidas como lesbiana, homosexual, panasexual, bisexual, “butch”, “femme”, etcétera. Simplemente quieren vivir libremente su sexualidad.
Hijos de Srikandi fue un proyecto de cine colaborativo que durante dos años, bajo la dirección de las cineastas alemanas Angelika Levi y Laura Coppens, registraron las experiencias de jóvenes fuera de la norma heterosexual en Indonesia. Así, tal como lo representan en su introducción, una cámara cae del cielo para dar voz a estas figuras que se encuentran en la sombra.