El mal existe. Que nos guste o menos esta afirmación, no se trata de analizar un elemento complicado de entender, sino de darse cuenta de lo que efectivamente está pasando. Si encontráramos razones de cualquier tipo para justificar cualquier acción, el resultado sería ofrecerle a cualquier persona una manera de escapar, de alejarse de toda forma de juicio, entendido aquí como el acto de admitir clara y rotundamente una verdad que no puede esconderse de “lo real”. Agarrarse a motivaciones de carácter pseudo-político y pseudo-cultural implica, de por sí, quitarle a la historia aquella necesaria y fundamental definición de fotografía de la realidad, de descripción de un hecho real dentro de un marco de respeto por la verdad misma. Y, por supuesto, la necesidad de sentar las bases de una lectura real supone aceptar los datos en cuanto elementos objetivos, sin dejarse arrastrar y conducir por una serie de preconceptos que muchas veces nacen solo por cuestiones de derecha, izquierda y victimismo.

La matanza de los jóvenes del festival Supernova fue, efectivamente, una matanza. Los mataron solo porque ellos estaban allí y representaban no tanto una ideología, sino una “raza”. Se muere, en otras palabras, no por encarnar una serie de ideas (lo cual, por supuesto, no implica que la muerte sea la única solución posible, ya que vivimos en un mundo en el cual el ser humano puede hablar también) sino por el simple hecho de ser “el otro”, algo que se diferencia del mundo representados por los como “nosotros”. Matar se convierte así en una demostración de la debilidad de los terroristas, de sus inseguridades, y de una incapacidad estratégica a la hora de pensar cómo llegar a nuestro objetivo. Es algo que se inserta en un largo marco conceptual de superioridad, de sentirse los elegidos por un dios que nadie sabe exactamente cómo describir (siempre que la descripción tenga sentido ante seres de carácter trascendental y, por supuesto, cargados de elementos tanto históricos como culturales), lo cual nos permite decir que si dios es grande, entonces todo, dentro de una visión violenta, está permitido.

La necesidad de mostrar lo que efectivamente pasó demuestra la dificultad de aceptar algo así. Las imágenes transmiten la absurdidad de una acción como la de octubre en la que la se presentó la dicotomía entre la voluntad de ser libres en cuanto seres humanos y la de pensar estar en lo justo, en lo permitido (“lo”, en este caso, se refiere a hacer todo lo que se quiera, lo cual, como vimos, se relaciona con la idea de matar a civiles inocentes y violar a mujeres de apenas unos veinte años). La libertad de los jóvenes del festival no se inserta en la cuestión del festival mismo, que resulta ser una fiesta superficial, de aquellas que poca importancia tienen a la hora de ayudarnos a crecer como personas o a experimentar un sentimiento de verdadera felicidad,sino en el acto de estallar, de explotar, que se refiere a la violencia y a la atrocidad que se llevaron a cabo. La calma antes de la tempestad no es un presagio de muerte, sino el reconocimiento de la absurdidad de un evento de este tipo, de una matanza que no tenía, no tiene y nunca tendrá ningún tipo de sentido o justificación.

Este documental funciona, entonces, como demostración de la maldad humana, de la inocencia de algunas víctimas (“algunas” en el sentido no de las de este filme, sino más bien de la historia humana, ya que no toda persona que muere es inocente) y, sobre todo, como memento de algo que pasó y que no podemos volver a olvidar, sin darnos cuenta de qué fue exactamente lo que tuvo lugar aquel octubre. Es posible, obviamente, que lleguen las acusaciones de falsedad, de irrealidad de lo real, de mise en scene de algo que no, no ocurrió nunca, o que se encuentren razones para decir que sí, hubo una matanza, sin embargo hay que entender a los que usaron las armas (lo cual no significaría analizar las acciones, sino aceptarlas como única solución, salvando a los terroristas de sus culpas). Resulta entonces necesario un documental de este tipo, testigo de algo que se espera nunca vuelva a ocurrir pero que, a lo mejor ya nos hemos dado cuenta, puede presentarse en nuestras vidas en cualquier momento.

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