Dice Javier H. Estrada, programador de Filmadrid, en la entrevista que le hemos realizado, que empezar el festival con Cavalo Dinheiro era una cuestión innegociable. Y es que la filosofía que encierra esta película en cuanto a un modo de entender y de hacer cine es, sin duda, la mejor para sellar y dotar de una fuerte e intensa personalidad desde su inicio a un festival.
Pedro Costa vuelve a recurrir, como ya lo ha hecho en anteriores películas, al personaje de Ventura para realizar Cavalo Dinheiro, Premio a la Mejor Dirección en el pasado Festival de Locarno. El film transcurre en un hospital y, a través de su protagonista, atormentado por los días acontecidos en la Revolución de los Claveles de 1974, el cineasta construye un brutal y durísimo relato con el que llega a establecer una conexión con el presente de Portugal. La puesta en escena hace pensar que la historia se desarrolla en un hospital, sin embargo remite también a un aspecto carcelario. Así, las paredes y pasillos dan forma a esta idea, sobre todo con las luces y sombras proyectadas por momentos sobre los rostros de los personajes, simulando las barras de una cárcel. Incluso el pijama de Ventura, visto en planos medios o generales, sorprende por el evidente aspecto de presidiario que ofrece. Se está representando así a alguien que se encuentra preso de sí mismo, de su mente, de sus recuerdos, de su pasado, de sus obsesiones. De este modo, el punto al que se dirige la narración es el interior de la mente del protagonista.
El camino que muestra Cavalo Dinheiro es duro, tortuoso y lleno de sufrimiento. Y tanto es así que los diálogos entre los personajes parecen los de muertos con vida. Sirva como ejemplo la conversación del tío con su sobrino en un hotel en ruinas. Cavalo Dinheiro muestra a Ventura con una ausencia de cordura, dando cuenta de cómo el paso del tiempo ha hecho mella en su mente, que parece estar metafóricamente en ruinas, del mismo modo que el hotel por el que se pasea. Esta falta de cordura es la que sirve de faro a Cavalo Dinheiro y la hace avanzar. Así, a través de un montaje carente de linealidad, con el cual tampoco se debió pretender dar un sentido y coherencia al film, se puede vislumbrar precisamente el desorden mental de Ventura. Pero Cavalo Dinheiro va mucho más allá y mediante esta estructura que propone Pedro Costa no nos deja diferenciar lo que es real de lo que es sueño, de lo que es obsesión e, incluso, de lo que serían algunos recuerdos a los que asistimos.
Con evidentes ecos de Nosferatu, que emergen en un encuadre de Ventura bajando las escaleras y, en general, del cine expresionista, que resuena a través de un formidable juego de luces y de sombras, dispuesto desde los primeros planos del film, Cavalo Dinheiro se convierte en un susurro al oído que nos orienta a través del interior de la sordidez mental de su protagonista, el cual parece que no podrá escapar de sí mismo.



Javier H. Estrada, además de crítico de cine y componente del consejo de redacción de revistas como Caimán – Cuadernos de cine y Secuencias, es también programador del festival de cine Lima Independiente y ha sido el responsable de la programación del Festival internacional de cine de Madrid, Filmadrid.
JHE: Honestamente, si nos tiramos a la piscina era porque en el fondo creíamos que iba a haber un público, porque esto no lo hacíamos para nosotros, lo hacíamos para vosotros, obviamente. Sí, pensábamos que eso tenía que existir. Lo que más hemos tenido es gente joven. Gente de 25 a 35 años de media. Es maravilloso. Por tanto, existe una juventud, una nueva generación cinéfila que se atreve con propuestas que no son las más comerciales, que no son las más fáciles. Eso es pasión. Eso es cinefilia. No todos los chicos están con la Play Station.
JHE: Me han dejado total libertad, porque propongo lo que quiero. Ellos lo ven. Discutimos. Y hay cosas que entran y cosas que no entran. Cuando me dijeron si quería ser el responsable de programación de Filmadrid, ya sabían lo que tenía en la cabeza. Nos conocemos desde la universidad y saben el tipo de cine tan variado que les iba a proponer.
RL: Cada festival, entonces, intenta construir un discurso ¿Hacia dónde quería llevar a Filmadrid en esta primera edición?
JHE: Esa era una cuestión innegociable. Este primer año toda la cinefilia que teníamos acumulada ha salido aquí. Nosotros soñábamos empezar así. Costa significa muchísimo para nosotros. Costa y Lav Díaz, por una cuestión generacional, son los cineastas más importantes. Igual que para otro, si tuviera otra edad, sería Godard. Recuerdo una frase de Fernando y Nuria que decía que «solo empiezas un festival una vez«. Ya veremos en el futuro si pondremos algo más ligero, no sé… Este festival ha empezado con Cavalo Dinheiro de Pedro Costa, con su presencia. Creemos que no se podía empezar mejor.
JHE: Esta sección la han programado Fernando y Nuria. Había cosas que yo les decía que les podía interesar. Por ejemplo, La inmensa nieve me encanta. No quisimos meter cortos en Sección Oficial, es decir, introducir largometrajes y cortometrajes. Lo que se habían planteado era buscar un grupo de jóvenes cineastas que estén haciendo algo interesante, reivindicar el corto como algo absoluto, no como un paso intermedio al futuro y manteniendo el espíritu de pasajes de cine como asociación. Una sección muy rigurosa y con obras muy buenas.
A Cavalo Dinheiro le tomó el testigo al día siguiente Belluscone. Una storia siciliana, de Francesco Maresco, película que, sin ser de las mejores piezas proyectadas en el festival, se convirtió en la ganadora del certamen. Se trata de un documental narrado en clave de comedia que indaga en la relación entre los habitantes de Sicilia y Silvio Berlusconi. Utilizando como excusa la llegada del crítico Tatti Sanguineti a Palermo para averiguar lo ocurrido con la película Belluscone, se termina radiografiando la situación de un país que su director, Franco Maresco, convierte en una caricatura, a través de un promotor de cantantes de música neo-melódica y de dos cantantes que trabajan con él. Para ello, el director utiliza elementos típicos del documental, como son las actuaciones de dichos cantantes en diferentes barrios, imágenes de archivo y el recurso de la entrevista, pero con la originalidad de que estas recuerdan, en muchos momentos, a las que realizaba, por ejemplo, Tonino en Tele 5, en aquel programa llamado «Caiga quien caiga», hace ya unos años. Así, termina adentrándose en lo que la película de Franco Maresco empezó a trabajar, el intento de establecer los vínculos de Silvio Berlusconi con el crimen organizado en Sicilia. Desde los comienzos en los negocios de la construcción hasta su triunfo político, mientras que en paralelo, la dura crítica mostrada termina señalando, casi de forma indiscriminada, a cualquier personaje que aparece en pantalla.
El quinto día llegaron dos sólidas propuestas que, aunque situadas en las antípodas una con respecto a la otra, narrativamente hablando, enriquecieron de una forma muy positiva el festival. Se trata de Tinghs of the Aimless Wanderer y de Theeb. La primera, sin duda junto a la película china y a la croata, The Reaper, las mejores propuestas que se han visto en el festival. Esta película de Ruanda ha sido escrita, dirigida, fotografiada y coproducida por Kivu Ruhorahoza y ha pasado por Sundance y Rotterdam este año. A través de posibles hipótesis y adoptando tres supuestos, se intenta averiguar cómo ha desaparecido una joven ruandesa. Cada uno de los tres pasajes tiene como origen, por tanto, una mujer, que es la figura central y cuya desaparición se describe y se percibe como un enigma, igual que la narración de la película. Una película que, de nuevo, parte de la figura del explorador lleno de inquietudes y alejado de certezas, para terminar cuestionándose el papel de la mujer en Ruanda y en África, abriendo el diálogo entre Ruanda y Occidente, a través de esa figura del explorador que domina las tres historias. Una metáfora donde la mujer podría estar cuestionándose también el destino de un país. Ganadora del Premio Jurado Joven del festival.
Nada es casual en el modo en que se confeccionó la parrilla de la programación del festival. Así, el clasicismo de Theeb tendió la mano en la sexta jornada a otra película que bebe también de los clásicos, la egipcia Décor. Con esta última se alargaba el oasis que había iniciado Theeb. Décor, de Ahmad Abdalla, hace uso de un metalenguaje, no solo por la forma de enunciación que mantiene la película para abstraerse y situarse en un punto más ambiguo, sino por todas aquellas películas egipcias que, a su vez, aparecen recreadas en diferentes momentos del film, para mostrar los entresijos de la mente de la protagonista que sueña con el cine y no distingue la realidad de la ficción. Rodada en un maravilloso blanco y negro, resuenan a través de ella ecos de la situación política de aquel país. Ese mismo día también se pudo ver O touro, de Larissa Figueiredo, con la figura destacada, una vez más, del explorador y en la que su hipnótico final justifica acercarse a ella sin ningún prejuicio.
De la sección de Pasajes de Cine sobresalieron tres cortometrajes. Pueblo de Elena López Riera, que narra la vuelta a al pueblo de un joven tras su estancia durante varios años en París. Retrato de la parálisis en la que se encuentra inmersa toda una generación de este país, así como de la ausencia de rumbo que la agarrota todavía más. Las pequeñas cosas de Carla Simón es un cortometraje dual en el que las protagonistas, forzadas a vivir juntas, se encuentran separadas por un abismo. Los muros de las paredes lo único que hacen es subrayar esa distancia irreductible y la única solución que parece haber es dejar pasar el tiempo. Por último, el cortometraje de Carlos Rivero, La inmensa nieve, es una pieza que se va inundando de una enigmática extrañeza para desembocar en un lirismo inesperado al final y cuyo enorme poder de sugerencia reside en la fuerza de sus imágenes y en sus grandes interpretaciones.
Si Luis López Carrasco con su película
En cuanto al tratamiento formal, Pueblo comienza con primeros planos y, en general, una cámara que se muestra muy cercana a los personajes. Sin embargo, a medida que la historia avanza, la cámara se va alejando de ellos. Es como si la propia cámara fuese tomando conciencia de la distancia que hay entre el personaje protagonista y el pueblo al que ha vuelto, posicionándose como él, con distancia y desde la lejanía. Así, al final, llegamos a ver, incluso, grandes planos generales del personaje paseando por la calle de noche. La Semana Santa actúa también como elemento que marca la distancia entre el personaje y sus raíces. A pesar de que las procesiones que vemos celebrarse, no vemos al personaje asistir a ninguna de ellas. La brecha abierta parece insalvable.
Si hubiese que decidir por una sola de todas las películas de la Competición Oficial de Filmadrid, en la que al finalizar no hubiese apenas dudas sobre su solidez formal y la validez de su contenido, seguramente esa película sería The Reaper, de Zvonimir Juric, la ganadora del Premio CAMIRA del Festival.
The Reaper narra una serie de fatídicos encuentros que tiene un granjero de una aldea croata, atormentado por su pasado, durante el transcurso de una noche. Zvonimir Juric es capaz de cargar, poco a poco, la atmósfera de una tensión que permanece latente en muchas ocasiones y aflora de forma violenta en otras, pero a través de ella el film adquiere un fecundo subtexto sobre el pasado y sus consecuencias, así como sobre lo que acontece en el presente. Para eso, Juric ha conseguido contraponer, como pocos, en medio de esa noche, el ruido frente al silencio. A través de una narración pausada y a base de pequeños detalles sutiles que, en apariencia, pueden carecer de trascendencia, Juric conseguirá que todo desemboque en una gran tragedia. Es ese modo de preparar un plato de espaguetis, los gestos de esa mujer, en medio de la calma, cuando parece que todo está bien y no pasa nada, lo que anticipa en realidad que ahí hay problemas. Hay mobiliario deteriorado. Un pie levanta una pequeña alfombra y el suelo tiene un gran agujero.
Sin embargo, pese a que los personajes se encuentran condicionados por ese pasado, hay acciones en The Reaper que dejan ver un posible intento por superar lo ocurrido. Se trata de ese momento en que Mirjana ha conocido el pasado tormentoso de Ivo y debe decidir si volver con él, o no. Mirjana vuelve, y aunque ella no lo sepa, es un intento de enterrar el pasado y de mirar firmemente hacia adelante para avanzar.