Del 20 al 25 de agosto se llevó a cabo el Doc Buenos Aires, la 24º Muestra Internacional de Cine Documental, en las salas Leopoldo Lugones (del Teatro General San Martín) y Mario Soffici de DAC (Directores Argentinos Cinematográficos).
Lamentablemente, este año no pudimos asistir, pero dejamos constancia de su realización, porque se llevó a cabo en un momento crítico para el cine, debido a la política económica del gobierno asumido en diciembre de 2023, que ha recortado drásticamente el apoyo al cine nacional. El esfuerzo de su directora general, Carmen Guarini, y de su director artístico, Roger Koza, nos consta, ha sido inmenso. La cantidad de películas, visiblemente menguada, ha privilegiado el cine argentino como forma de resistencia, por un lado, y como evidencia del talento nacional que se pone en juego, por el otro.
El DOC abrió con Todo documento de civilización de la realizadora argentina Tatiana Mazú González, que trata el tema de la juventud trunca de tantos jóvenes con sueños simples que desaparecen sin dejar huellas, a través de documentos e imágenes que evidencian al Estado como responsable de ese saqueo. El tema, tan actual en la realidad argentina, habilitó un diálogo entre la directora y César González, también presente en la muestra.
En la clausura se ofreció la proyección de La transformación del Canuto (Ariel Kuaray Ortega y Ernesto de Carvalho, Brasil, 2023), sobre el relato del anciano que fundó una comunidad indígena en el límite entre Argentina y Brasil.
Por primera vez el festival entregó un premio a la trayectoria y lo recibió merecidamente Gustavo Fontán, de quien se proyectó Los Ríos (2024), cuya reseña invitamos a leer en el espacio de Críticas.
En la sección Cineastas del mundo, cinco directores en primera persona registran su presente, apoyándose en los hechos del pasado, para ofrecer una mirada crítica contemporánea. Una hora frente a la tumba de Warhol en Bethel Park le sirve a Radu Jude para grabar las visitas recibidas. «El registro en el cementerio habla más de los vivos que de los muertos», reseña Koza sobre Sueño #2 (Rumania). De manera semejante, la cámara de Frente al Guernica (Italia) muestra a los visitantes que se toman selfies frente al cuadro de Picasso. Angela Ricci Lucchi y Yervant Gianikian confrontan a la obra pictórica, reconstruyendo los trágicos hechos que la inspiraron. Ocho postales, de Radu Jude y Christian Ferencz-Flatz, es una dura crítica social que muestra, a través de un collage de publicidades, la incitación al consumo en un país que ha dejado atrás la era Ceausescu, donde el mercado ofrece una utópica y artificial manera de vivir. El pasado y el presente también se confrontan en Hammerbrooks Blues (Alemania), en la que Louis Fried hace una radiografía de la floreciente ciudad donde nació, asentada sobre las ruinas que dejó la guerra, que no fueron únicamente materiales. Más afincado en el presente, el mexicano Gal Castellanos, en Mi pecho está lleno de centellas, realiza el reconocimiento de una transformación personal que se proyecta ante un grupo colectivo, que lucha para que las políticas de género amplíen su legislación.
Cuatro títulos argentinos integraron la sección Cinefilia y realidad, en los que se trata la fragilidad del material fílmico, la permanencia de las imágenes, el recuerdo de lo vivido, las huellas del pasado. El cine es protagonista en El pensamiento analógico, donde Paulo Pécora muestra la manera artesanal de hacer cine con una materia tan frágil y, a la vez, tan permanente. Por su parte, Lucía Torres Minoldo relata, en La amante de la luz, el amoroso recuerdo de una amistad, perdurable gracias al registro cinematográfico. La cinefilia también respira en Rolle, el corto de Tomás Guarnaccia, que se traslada a Suiza para filmar la casa de Godard y su entorno, con el fin de homenajear al indiscutido maestro francés. Y Juan José Gorasurreta, un histórico en Córdoba, ha vivido por y para el cine: en Las ausencias compone, con un montaje admirable, rasgos de su vida, una vida unida al cine y transcurrida en una Argentina permanentemente convulsionada.
La sección Nuestra realidad no es un espectáculo contiene retratos, miradas a la realidad y poemas… El aspecto más sociológico lo encontramos en La hora del lobo, en la que Natalia Ferreyra recoge imágenes televisadas de un barrio cordobés donde un grupo de jóvenes hace justicia por sus manos en época de saqueos. Apenas un esbozo de una ideología que permitiría el triunfo de la ultraderecha diez años después. En la misma sintonía está Al Borde, el contundente retrato que hace César González de una Argentina agrietada frente al cambio más brutal que se avecina, poco antes de las elecciones de 2023. La obra de Laura Basombrío, Las almas, es una poética mirada a la comunidad que habita, donde ritos y costumbres ancestrales ubican a la mujer en un lugar que ella se resiste a ocupar. En plan de denuncia y con estética de videoclip, Manuel Embalse registra el recorrido de los artefactos electrónicos hasta llegar a su descarte, su Las ruinas nuevas propone la búsqueda de un método que impida la creciente acumulación tan negativa para el medioambiente. En cambio, en El enojo del río Uruguay, Marcelo Cugliari se aleja de la denuncia ante la dramática devastación del desborde de un río para detenerse en las hermosas figuras que produce la catástrofe natural. Pas Crever, de Sofía Bordenave, utiliza un listado de deseos para cumplir antes de morir y una serie de retratos viejos y ajados para componer un poema sobre el valor de estar vivos. Matías Piñeiro propone una mirada a la composición poética, a través de disparadores cinematográficos y literarios en Tú me abrasas. En Recuerda, Melina Terribili retrata a su padre, Carlos Terribili, destacado muralista porteño, con imágenes familiares que nos llevan a un hogar atestado de cuadros donde se transmite armonía familiar. Por su parte, Luciana Terribili utiliza la cámara como si fuera un pincel en Tempus fugit para retratar a Camilo, un joven impedido de caminar pero con una vida que no tiene en cuenta su imposibilidad.
El festival ofreció también una retrospectiva del cine de José Luis García, donde se proyectaron: Prohibido fijar carteles (1983), Los Hinchas (1990), Cándido López: El campo de batalla (2005), La chica del sur (2012) y Fuck You!, el último show (2024). El director dialogó con Roger Koza sobre su pasado y presente.
El homenaje de esta edición fue para Edgardo Cozarinsky, de quien se proyectó La guerra de un solo hombre (Francia, 1982), en la que toma los diarios de un oficial nazi que relata su vida en París, durante la Ocupación. “Cozarinsky consigue así hendir lo que una imagen oculta cuando supone mostrar. La selección del material es tan pertinente como los pasajes citados de los diarios; reveladores son también algunos segmentos que pasan en silencio, una falta incómoda por la que la inmoralidad de un régimen político se percibe como corresponde y se lo impugna como se merece”, reseña Roger Koza.