Ana Asión Suñer es profesora de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza, donde coordina el Aula de Cine. Ha dirigido y escrito el cortometraje El sueño de Ezequiel, y colabora con Aragón Radio en el programa Escúchate.
EL ESPECTADOR IMAGINARIO: ¿Qué es lo que hace que Berlanga sea Berlanga? En esta sátira feroz suya, ¿no encontramos también cierta visión positiva (pensemos en Calabuch), como si el problema del hombre fuera su estupidez, y su salvación sería su inocencia o su inteligencia? Dicho de otra manera, ¿hay salvación en la sátira de Berlanga, o estamos destinados a sufrir, parte de un mecanismo que nos atrapa, como en El verdugo?
Ana Asión Suñer: Berlanga ha sido de los pocos directores que ha logrado hacer cine de autor pensando en los espectadores, en sus problemas y sus inquietudes. Supo hablar del país sin renunciar a su propia manera de entender el séptimo arte, y al mismo tiempo consiguió que los espectadores se identificaran con lo que estaban viendo y se divirtieran. Un equilibrio nada sencillo, solo al alcance de unos pocos genios.
En Calabuch (1956) lo berlanguiano no alcanzó un excesivo protagonismo, máxime si recordamos que la idea original no era del director. Los excesos de ternura y sentimientos se entienden porque la película estaba destinada a un mercado internacional, a diferencia de lo que había ocurrido con Bienvenido, Míster Marshall (1953) o lo que pasó después con Los jueves, milagro (1957), Plácido (1961) o El verdugo (1963). En estos casos Berlanga con mucha pericia llevó a la gran pantalla asuntos conocidos por toda la población -muchos de ellos incómodos para ciertos sectores- que, más que pensados para el sufrimiento del individuo, estuvieran destinados a hacerle reflexionar, plantearse cuál era su postura respecto a lo que estaba ocurriendo en España.
EEI: Berlanga tuvo que enfrentarse a la censura, como, por ejemplo, Buero Vallejo. ¿Cuál fue su relación con ese obstáculo, y cómo logró superarlo, mofándose? ¿Es que la coyuntura política mundial (me refiero a la victoria de los aliados y la desintegración del fascismo y del nazismo) lo ayudaron mucho en esta situación?
A.A.S.: Una de las virtudes de las que goza la comedia es la capacidad que tiene para disfrazar temas serios, e incluso espinosos, gracias al humor. Berlanga lo sabía, y fue uno de los cineastas que más explotó este potencial. A la censura le interesaba sobre todo lo que resultaba evidentemente insultante o indecoroso, pocas veces supo ver más allá; lo que jugó a favor de directores que, con gran inteligencia, usaron mecanismos como el humor o la metáfora para hacer crítica del régimen franquista. Un sistema dictatorial plenamente asentado en el país que, aunque poco a poco fue perdiendo fuerza, quiso tenerlo todo siempre controlado.
EEI: Berlanga es un director típicamente español. Él habla de España y de sus problemas (pensemos en La escopeta nacional o La vaquilla), jugando con la cuestión de la sátira, y haciéndonos reír y pensar al mismo tiempo. ¿Crees que es posible ver y entender a Berlanga fuera de la península ibérica, o es algo imposible?
A.A.S.: Como puede ocurrir con otros ejemplos en el extranjero -se me ocurre el caso de la comedia serbia Ko to tamo peva (Línea no regular, 1980, Slobodan Šijan) ambientada un día antes de la invasión de Yugoslavia por las Fuerzas del Eje-, este tipo de películas tan ligadas al territorio donde se gestaron se disfrutan mucho más cuando el espectador conoce todos los mecanismos que el cineasta ha usado para provocar la risa. Es decir, aunque el humor es algo universal y siempre aparecerán gags que no conocen fronteras, el visionado de este tipo de trabajos será más satisfactorio si se ha recopilado previamente información sobre las referencias histórico-sociales de su contenido.
EEI: ¿Cuál es la relación que Berlanga tiene hoy en día con el contexto mundial en el que vivimos? ¿Es que sus películas todavía nos hablan en tanto muestras de problemáticas reales, o mejor sería decir que solo son unos artefactos culturales de carácter arqueológico, estético? ¿Quizás hoy también sea difícil que las nuevas generaciones españolas lo entiendan, ya que demasiado tiempo nos separa de aquel contexto cultural?
A.A.S.: Otro de los puntos fuertes de la producción de Berlanga es que actualmente sus películas siguen provocando la risa, muestra sin duda de su elevada calidad. Son trabajos que, a diferencia de otros, no han envejecido nada mal, lo que les otorga cierta actualidad en algunos aspectos. Hay asuntos como la corrupción política o las malas artes vinculadas con el ámbito empresarial que funcionaron perfectamente en largometrajes distantes en el tiempo (La escopeta nacional, 1978; Todos a la cárcel, 1993) y que podrían volver a recuperarse perfectamente en la actualidad.
A medida que pasan los años las generaciones más jóvenes se van alejando de una parte de la historia contemporánea de España que es necesario conocer para que el país no vuelva a cometer muchos errores del pasado. Para ello es fundamental que la labor vinculada con la memoria histórica también recoja estos trabajos audiovisuales, parte imprescindible del imaginario colectivo del país.
EEI: ¿Es que hay una huella hoy, en el cine español, que remonta a Berlanga? ¿Hay directores o guionistas que podríamos clasificar no tanto en calidad de discípulos de Berlanga, simples copias, sino de artistas que han aprendido su lección, capaces de reelaborar el discurso abierto por él?
A.A.S.: Berlanga ha sido, es y será todo un referente para muchos cineastas que apuesten por una línea donde la sátira y el humor convivan con el retrato social y la crítica. Lo es además porque su producción recoge toda la historia de España de la segunda mitad del siglo XX, comenzando con Esa pareja feliz (1951), largometraje codirigido junto a Juan Antonio Bardem, y concluyendo con París-Tombuctú (1999). Su figura, con sus aciertos y errores, es clave para entender tanto el cine español como la sociedad que fue testigo de todo su periplo profesional. Del Imperio austrohúngaro a Villar del Río, sin distinción.