Críticas
En busca del equilibrio
La ciénaga: Entre el mar y la tierra
Carlos del Castillo, Manolo Cruz. Colombia, 2016.
Esta es una excelente producción colombiana, terminada en 2016, pero que solamente ha estado en cartelera en mayo de 2025, después de superar una serie de dificultades que la tuvieron relegada a recorridos por los festivales internacionales, donde fue bastante aclamada, ante de su presentación oficial en Colombia. Tuve la fortuna de estar presente en su lanzamiento de estreno en la Sala de Cine Arte Las Américas, en la ciudad de Medellín, donde vivo. Allí estuvo su director y protagonista Manolo Cruz, compartiendo con el público, muy impresionado con la cinta, tantas cosas relacionadas con producir cine de esta calidad en nuestro país.
La geografía de Colombia es espectacular. El país está situado en la punta occidental de Suramérica, en comunicación con América Central y el Caribe. Colombia es un país andino, atravesado por tres cordilleras. Pero cuenta con extensas llanuras en la zona de la Orinoquia y con profundas selvas en la Amazonia. Hacia el Océano Pacífico se destacan llanuras costeras húmedas y selváticas. Pero hacia el Atlántico, el territorio se torna extenso, más seco y poblado por ciudades costeras tradicionales desde épocas coloniales. En esta zona del Atlántico se destaca la Ciénaga Grande, a orillas del Caribe, entre las ciudades de Barranquilla y Santa Marta; entre el Río Magdalena y la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta es la zona donde ocurre la película, localizada justamente en los límites norteños de la ciénaga, los cuales consisten en una estrecha franja de tierra que la separa del mar Caribe. Desde tiempos antiguos, en esta zona existen poblados lacustres, en los cuales las personas, que viven en casas de madera asentadas sobre pilotes, se comunican por medio de canoas. Son gentes sencillas, ricas en vida comunitaria, en general dedicadas a la pesca artesanal en la ciénaga, pero cada vez más inmersas en la modernidad ya sea porque los jóvenes trabajan en los pueblos y ciudades cercanos o por el prevalente impacto del celular y las redes sociales.
En este ambiente viven Alberto y Rosa, su madre. Él ya es una persona adulta, severamente afectado por una enfermedad degenerativa que lo tiene relegado, desde hace años, a vivir reclinado en una cama, sujeto una sencilla unidad de aire que le permite respirar, con grandes dificultades para hablar. Rosa es todo un ángel del cuidado maternal, que está pendiente de cada detalle, luchando porque Alberto se sienta motivado y fuerte para vencer, uno a uno, los momentos de una vida dura y fatigante. Son de alto nivel las actuaciones de estos dos protagonistas y ello ha sido reconocido con vario premios internacionales. Es que reviste mucha disciplina y determinación identificarse con estas personas, condenadas por la vida y por el aislamiento físico, a condiciones de dolor, de soledad y de inmovilidad, no obstante lo cual no parecen perder la necesaria energía vital. Entra en la historia y en la vida de estos dos la bella Giselle, una joven vecina que trabaja en la ciudad en una ONG, decidida a conseguir un programa de recuperación para Alberto a través de su agencia. Ella los visita con frecuencia, pareciendo claro que entre ella y Alberto va tomando fuerza un amor, inicialmente compasivo y amistoso, de vecina que fue compañera de juegos infantiles y que va tomando aspectos de una atracción ilusionada, que va más allá de la amistad y de la solidaridad.
Así, de forma pintoresca, matizada por contactos con los vecinos, que una veces apoyan y que otras veces son indiferentes e inclusive mezquinos y enmarcada por la magia y el paisaje de la ciénaga y del cercano oleaje marino, avanza el tiempo. A Alberto le domina una idea obsesiva: Ver el mar, de manera que, viviendo atrapado por su cuerpo y por la ciénaga, siente la relación mar y tierra como una constante inquietud, que poco a poco se va transformando en un proyecto de los dos, que se va a materializar de una forma inesperada y dramática, cargada de poesía, de tristeza y de amores filiales y maternales.
Son muchas y ricas las imágenes que llegan a los espectadores sensibles, cuando se ven enfrentados a una película como esta. La compasión profunda de los que entregan todas sus vidas a una idea, de manera callada y humana, abundante en frustraciones, pero también en resonancias amorosas y dulces emociones. Los amores de vecinos que nacieron en los juegos infantiles y que logran superar la prueba de los tiempos y de la dura realidad que limita los espacios de contacto, pero que les da un carácter especial, que solo las mentes sensibles pueden experimentar. El sentido profundo de las esencias familiares, que susurran poesía y ternura, en una época como la nuestra, en la cual la familia se desintegra y se diluye hacia el desvalor. El contraste entre las aguas marinas, extensas e insondables, sujetas al vaivén continuo de las olas y las aguas quietas y reposadas, a la vez limitadas y grandes de la gran ciénaga. El innegable valor del sufrimiento y de la enfermedad como crisoles de transformación humana, alentado por la cercan presencia de otros seres y la compañía del el amor y la esperanza. Y al final, los desenlaces de las situaciones, el equilibrio final.
Trailer
Ficha técnica:
La ciénaga: Entre el mar y la tierra , Colombia, 2016.Dirección: Carlos del Castillo, Manolo Cruz
Duración: 98 minutos
Guion: Manolo Cruz
Producción: Manolo Cruz, Carlos del Castillo, Robespierre Rodríguez
Fotografía: Robespierre Rodríguez
Música: David Murillo
Reparto: Jorge Cao, Manolo Cruz, Vicky Hernández, Viviana Serna, Mile Vergara