Good Fortune

Gabriel (Keanu Reeves) es un ángel con muy buenas intenciones, pero torpe para llevarlas a cabo, que ha estado espiando a Arj (Aziz Ansari), un hombre que ha entrado en una racha de mala suerte, duerme en su carro y siente envidia de la vida de Jeff (Seth Rogen), un empresario millonario. Para “darle una lección”, Gabriel le da a Arj la vida que tiene Jeff, para que aprenda a valorar lo que tiene. ¿Arj va a querer dejar una mansión en las montañas de Los Ángeles, para volver a vivir a su carro? ¡Por supuesto que no! Y se necesita más que intervención divina para reversar esta lección, cargada de buenas intenciones, pero poco calculada. Esta es la historia de Good Fortune (Aziz Ansari, 2025), el debut como director de largometrajes de Ansari, ganador del Emmy por Master of None (2015), una serie de Netflix de su autoría que también protagonizó. Esta cinta, entre sátira y fantasía, es una crítica a las inequidades del mundo moderno y la economía colaborativa, con dos comediantes haciendo lo mejor que saben hacer, y Keanu Reeves como la gran sorpresa de la cinta, un actor que es reconocido inmediatamente por sus películas de acción nos ofrece un ángel inolvidablemente adorable y torpe.

Para los que conocen el trabajo de Ansari y de Rogen, no van a encontrar mucha novedad acá: son comediantes – no tan “actores”, si me preguntan a mí – que repiten las mismas fórmulas que les han funcionado tan bien y siguen vendiendo. Los mejores momentos de la cinta recaen en Reeves, que debe reportarle a su jefe en el consejo de ángeles, Martha (Sandra Oh), y es ella quien le quita sus alas y lo convierte en humano para que arregle lo que daño y viva un poco, en sus zapatos, lo que los ellos viven. Y termina amando los tacos y el baile, pero también experimentando la vida del asalariado, del que lava platos en un restaurante por horas y debe tener tres trabajos para sobrevivir. Sí, es una cucharada de su propia medicina. Son los pequeños momentos, sus reacciones y sus actitudes los que más divierten, mientras nos regala la reflexión sobre lo difícil que es un ser humano.

Como debut en la pantalla grande, Ansari logra destacarse en un año donde las comedias en las salas de cine han escaseado, pues los estudios prefieren enviarlas directamente a plataformas y ahí se pierden entre la cantidad de telenovelas coreanas y turcas que se multiplican a velocidades aterradores. Entre tanta comedia barata y hecha de cualquier manera, Good Fortune ofrece un alto valor de producción, con una escenografía trabajada y muy detallada, y una propuesta de fotografía que se ha popularizado en televisión y se destaca por la variedad de planos y movimientos de cámara, alejándose de la forma tradicional y estática de siempre. Por supuesto, no es una coincidencia: Adam Newport-Berra, el director de fotografía, ha trabajado en The Bear y The Studio, dos exitosas series que se han destacado por su propuesta audiovisual.

Sin embargo, lo cómico de la historia se queda a medio camino entre la crítica a la sociedad y un drama real de muchas personas. ¿Se está burlando de los repartidores de comida que sobreviven con las uñas? ¿Es una crítica a tantos inmigrantes con varios trabajos que luchan para sobrevivir en esa falsa tierra prometida llamada Estados Unidos? Todo el concepto de la empatía y “ponerse en los zapatos del otro” se va desdibujando para quedarse en la risa. Tampoco hay mucha esperanza de redención para los personajes, lo que es un reflejo crudo de nuestra realidad. Jeff nunca deja de ser un millonario y sigue mirando el mundo desde lo alto de su montaña californiana, y Arj no deja de comer en el mismo puesto de tacos en la calle, de inmigrantes mexicanos por supuesto, con Elena (Keke Palmer), la chica que le gusta. El status quo se mantiene, el cambio de los personajes funciona para que el espectador se divierta un rato, pero nunca es significativo.

Pero, seamos honestos: ¿Realmente la gente cambia? ¿La realidad va a ser diferente,  gracias a esta cinta, o con cualquier otra? Es verdad que el Séptimo Arte puede sorprender, emocionar, incitar movimientos y demás… ¿Pero cambiar las cosas de verdad, y no solo por un rato? ¿El cine está hecho para cambiar la realidad? Pues no, el cine está para entretener y esta película lo hace muy bien. Y mucho menos se puede esperar un cambio real y profundo con una comedia que simplemente se burla, desde el privilegio del director y escritor en su mansión de Hollywood, buscando una especie de redención desde su desaparición en 2018, cuando fue acusado de “conducta sexual inapropiada”.

En estos tiempos en que el mundo parece empeorar en todos los sentidos, una comedia como Good Fortune es necesaria y refrescante. Siempre es bueno ver la realidad que estamos viviendo a través del ojo de la comedia, aunque sea para reírnos de nuestras propias desgracias. Ansari fue muy acertado al traspasar su humor televisivo a la pantalla grande en un guion entretenido, con giros sorpresivos que llevan a un final convencional y ciertamente predecible, pues no podía dejar por fuera la moraleja de la historia, todo desde su punto de vista. Pero eso no la hace mala, ni le “resta puntos”. En un año en que las comedias se han vuelto a poner de moda y es necesario reír para no llorar, como dicen por acá, un poco de reflexión entre risas es quizás lo que el mundo necesita para seguir la lucha y recuperar un poco de esperanza, en la vida y en el cine.

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