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Derechos sin derechos
De derechos humanos se puede (debe) hablar cuando, durante los primeros años del arte cinematográfico, uno de los más importantes autores mundiales (no solo estadounidense) decidió que era justo mostrar cómo el KKK ayudó a salvar a las pobres mujeres blancas. Cuestión del color de la piel, entonces, algo que, se supone, hoy en día no tiene valor ninguno sino de simple clasificación visual (si veo a un hombre con la piel negra, no veo problema en decir que así la tiene, sin que esto lleve a pensar que es inferior o lo que sea – lo mismo en el caso de los blancos). Cuestión, también, de mecanismos históricos, que van más allá de lo que se puede leer y analizar a prima vista como si efectivamente lo que está aquí es lo que realmente aquí está. O, en palabras más llanas, no todo es lo que parece ser.
Habría que controlar el tipo de movimiento histórico-cultural en el cual una obra se sitúa. Es la base de cualquier tipo de análisis artística y no solo, ya que nos lleva a tener en cuenta elementos que concurren a formar, plasmar y moldear determinadas ideas que pueden parecer inhumanas. De Lovecraft, por ejemplo, difícilmente puede explicarse y comprenderse el supuesto racismo (más bien se trataba de elitismo cultural) si no tenemos en consideración el ubi espacial y temporal en el cual se fraguó. Todo depende, entonces, lo cual, por supuesto, implica también el reconocer que sí lo temporal puede asumir un carácter pseudo-sempiterno. ¿Difícil de creer? No, más simple de lo que parece.
Los “derechos humanos” no son, efectivamente, una invención reciente. Kant hablaba de la paz perpetua y de ver al ser humano como fin, no como medio. Séneca subrayaba la importancia de respetarse en cuanto hombres y mujeres. Los etruscos permitían a sus esposas, hijas y hermanas tener una vida libre (por lo menos, así se dice según lo que leemos en sus pinturas). A veces vemos en el pasado una especie de línea que lleva hacia un presente mejor, olvidando que si bien hay una serie de mejoras, el camino se parece más al ángel de Benjamin (de quien rechazo la visión muy negativa, si bien comprendo la razón de su desengaño). Quizás leyendo la historia se pueda demostrar que efectivamente los derechos humanos siempre fueron parte de las ideas (esperanzas) de los más inteligentes (lo cual no siempre implica los que más estudiaron, si bien el estudio es parte necesaria) y que la cuestión se reduce solo a un lento pero inexorable proceso de perfeccionamiento (¿será correcto hablar de perfección?).
Por esta razón se puede decir que los derechos humanos son pseudo-universales, ya que forman parte del hombre mismo, quien sigue teniendo la misma estructura desde que aprendió a usar el fuego. Y es que, según lo que parece, las primeras colaboraciones entre seres humanos eran de carácter democrático y no de abuso por parte de los más fuertes, más hermosos o lo que sea (y que en paz vayan los que creen en las fantasías de los machos alfa y otras necedades similares, normalmente sostenidas por losers que nada de antropología saben, ni nunca sabrán, ya que sostienen que aprender de los libros en las academias es desperdiciar tiempo).
Hay que volver a Griffith, del cual hemos hablado sin decir su nombre. Es él quien rodó Birth of a Nation e hizo del KKK una pandilla de héroes. Adiós derechos humanos en el sentido de liberarse de la esclavitud, o de no ser vistos como seres (ni tan solo ciudadanos) de segunda clase. Aquí, efectivamente, de derechos no se puede hablar, si bien el único sería el de defenderse ante el ataque de esas bestias con la tez negra que no son por nada humanos, mientras sí lo son los blancos. Una visión que bien explica que también en los primeros años de aquel siglo pasado no pocos fueron los que le dijeron a Griffith que era un racista (añadimos “de mierda”) y que el disgusto de tener una obra de tal tipo era tal que nada podía lavar un pecado secular tan obvio. Una mancha increíble que dejaba una brecha enorme entre la figura de Griffith en cuanto artista y la de Griffith en cuanto ser humano.
Pregunta (y no, no estoy jugando a interpretar al abogado del diablo, ya que él no existe) : ¿hay que descartar cualquier cosa que vaya en contra de los derechos de cada ser humano? Hace unos pocos días, mientras volvía a casa de mi trabajo, me pregunté si habría que rechazar una vacuna contra cualquier cáncer si la hubiesen encontrado los científicos del tercer Reich. Y es que, efectivamente, la misma pregunta hay que ponérsela cuando de Griffith hablamos, ya que su Birth of a Nation es un hito fundamental de la historia del cine, y no por cuestiones de carácter interno (es una obra hermosa, véanla) sino que es la base sobre la cual todo el cine moderno se apoya. Aquellos negros que intentan violar a las mujeres blancas son el elemento estructural y técnico de cualquier obra de hoy en día que subraye la necesidad de aceptarnos en cuanto seres de la misma especie.
Algo similar sucedió con quien rodó Triumph des Willens. Uno de los mejores documentales de la historia del cine, obra increíble, demostración de la capacidad esmerada de la directora. Y es también, efectivamente, uno de los pocos productos de gran valor producidos por las manos de una mujer. Si de feminismo hablamos o, por lo menos, de la presencia de lo femenino en un mundo casi totalmente masculino, quizás resulte un poco vergonzoso pensar que Leni Riefenstahl no fue sino una propagandista de Hitler y de su imperio del mal. Adiós a los derechos humanos, entonces, y no por la cuestión de la matanza de los judíos (y no solo), sino porque en 1935 no había ninguna posibilidad de creer que efectivamente el del pintor fracasado era un estado liberal. La situación contemporánea de Riefenstahl no la salva, en este caso, ya que ella siguió siendo amiga del Führer durante muchos años, también cuando resultaba obvio que aquella Alemania era un caldo de cultivo para el mal ético y moral.
La cuestión de los derechos humanos fue, para Griffith, un problema al que tuvo que enfrentarse. Se excusó de Birth of a Nation sosteniendo que él era una persona que aceptaba a todo ser humano. Por esta razón rodó otra gran obra, Intolerance, la cual nos empuja a preguntarnos qué tipo de persona, efectivamente, era el autor americano. No fue una cuestión de hacer penitencia, ya que para él el del KKK era un filme por el cual no tenía que pedir perdón, sino que quería presentar una prueba de que las acusaciones en contra de él eran supuestamente erradas. No lo excusamos. Birth of a Nation es, claramente, una película racista.
Los derechos humanos son un elemento fundamental que se ha ido desarrollando y evolucionando a lo largo de la historia del ser humano. Son algo extremadamente universal, lo cual supone que solo se refieren a nuestra constitución biológica y cerebral. Funcionan, en palabras más llanas, como cuestión pseudo-sempiterna porque dependen de nosotros, quienes existimos desde muy poco tiempo y quienes vamos a desaparecer muy pronto (desde un punto de vista cósmico, por supuesto), si bien durante nuestra existencia siguen siendo elementos que tienen su merecido lugar dentro de nuestra civilización global. Son como los átomos de la Piedad de Michelangelo (usemos el nombre italiano) : el producto va a tener una vida muy breve, sin embargo sus componentes (protones, neutrones, electrones) siempre existieron y siempre van a existir.
Si de derechos humanos en el cine hay que hablar, estos no pueden sino unirse a unas consideraciones sobre hasta qué punto tenemos que aceptarlos. Por supuesto, no se trata de mirar hacia el futuro y sobre el presente dentro de la idea de que il fine giustifica il mezzo, lo cual nos llevaría a pensar que la falta de estos derechos hoy en día es algo excusable si lo que nos regala son productos artísticos de gran trascendencia. Todo lo contrario : hay que rechazar toda obra que pise estos derechos (ejemplo personal, rechazo cualquier filme que se estrene en la tierra rusa en estos tiempo de agresión contra Europa y las democracias). Sin embargo, ¿qué hacer con las del pasado? Si en estas décadas hemos visto estatuas de esclavistas y no solo ser derribadas, ¿hay que hacer lo mismo con los filmes de hace antaño que no se ajustan a nuestras sensibilidades? No quiero dar una solución. Quizás esta ya parezca obvia dentro del modus pensandi que aquí se ha puesto en marcha. Pero sí, a lo mejor resulta correcto decir que, al fin y al cabo, a veces las cosas pueden resultar más grises de lo que pensamos dentro de unos esquemas ideológicos que solo permiten, en ambos bandos, una lectura completamente blanca o completamente negra.