Críticas

Viaje en círculo

Blair Witch

Adam Wingard. EUA, 2016.

Póster promocional de Blair WitchRegresamos, tantos años después,  a los tenebrosos parajes de Blair. Un lugar que ha quedado grabado a fuego en el imaginario cinematográfico, gracias al impacto de aquella rareza llamada El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999), demostración de que el ingenio está por encima de las limitaciones de presupuesto. La historia de aquellos jóvenes perdidos, amenazados por lo sobrenatural, hizo suyo el feudo de la naciente Internet, planteando una comunicación con el espectador que trascendía la pantalla. El siniestro (aunque divertido, no lo duden) juego con los protagonistas llenó de dudas al futuro visitante de las salas de cine, atrapado en una de las más sugerentes campañas publicitarias que ha vivido el cine reciente. La transgresión de los límites fílmicos y los malabarismos con la realidad daban mayor empaque a aquel experimento donde se replantearon las reglas del propio cine. El uso del famoso (y a estas alturas, infame) found footage pondría de moda una forma de hacer películas que se ha exprimido hasta la extenuación, pero que en ese momento suponía un aliciente en el contexto global del filme, que significó el primer paso para lo que hoy conocemos como contenido viral. Además, cumplía de sobra con su cometido de película de género. El proyecto de la bruja de Blair daba miedo.

La película que dio origen al mito era una puesta al día del más puro gótico americano. A partir de la fábula y el cuento popular y la mitología acerca de la brujería palpitante en esa zona de Estados Unidos, los directores construían con el ingenio consecuencia de las circunstancias la revisión en forma y fondo de los clásicos. Hansel y Gretel tropiezan con la era de la tecnología, y la suspensión de la credibilidad necesaria en la magia del cine entra en un nuevo nivel. En el fondo, a pesar de todo esa esencia de experimento, aquel primer encontronazo con la bruja era la vuelta a lo primario, al horror que produce la naturaleza inhóspita en el hombre civilizado.

Volvimos a aquella oscuridad en la alucinógena, extraña e innecesaria El Libro de las sombras (Joe Berlinguer, 2000) que, de manera bastante convencional, continuaba el juego con la falsa bruja. El resultado fue tan indigesto que, en principio, parecía que nadie tendría ganas de volver a la espesura del bosque. Pero en esta realidad en el cine comercial, en el que parece que está todo dicho, el eterno retorno es un hecho. Adam Wingard es el valiente que ha dado el paso para el retorno de este mito moderno a las pantallas.

Imagen de Blair WitchWingard se ha hecho un nombre como director de género, participando en iniciativas grupales tan interesantes para los seguidores del horror como V/H/S (Varios autores, 2012) o ABC´S of Dead (Varios autores, 2012). Para un auténtico creyente, volver a Blair es todo un caramelo, y es muy difícil mirar hacia otro lado si surge la oportunidad. A pesar de las dificultades del proyecto en esencia, sobre todo si se quiere un retorno a los orígenes. Porque ese es el espíritu que hay tras Blair Witch, la fe absoluta en que aquel proyecto primigenio tenía en sus formas todos los ingredientes para aterrorizar al espectador, conmocionado por la novedad. Y, si bien esa mirada al pasado es de agradecer, el resultado final cae inevitablemente en un baño de fría realidad. El camino ya ha sido recorrido, y ni la entusiasta operación de maquillaje perpetrada por Wingard oculta la cantidad indigesta de lugares comunes que visitamos en este regreso a Blair.

Se recupera el estilo del metraje encontrado, se remoza un poco gracias al uso del color y la actualización de la tecnología visual, e incluso se recupera la trama original, puesto que la iniciativa parte del hermano de la protagonista de aquella mítica primera película. Por lo demás, sin novedad en el frente. Lo que brillaba novedoso y perturbador en los orígenes, en Blair Witch es repetitivo, falto de garra; tanto que roza peligrosamente el aburrimiento. Aquel agobio, el miedo a lo desconocido, resultaba empático, podíamos sentir el horror en nuestra propia piel arropados en la segura oscuridad de la sala de cine. La tensión psicológica en esta secuela es un quiero y no puedo, puesto que ya hemos subido antes en esa montaña rusa. El resultado acaba por estropearse del todo ante la necesidad de incidir en la naturaleza del horror, desesperado intento de sorpresa que rompe con la sutil amenaza que era la bruja. En la película original, el elemento sobrenatural se mostraba de manera contenida y el auténtico peligro era la idea misma de la bruja, la fuerza del mito. En Blair Witch se abrazan sin complejos los tópicos monstruosos. No existe esa morbosa insinuación; se muestra. Wingard saca la artillería pesada y, efectivamente, mata moscas a cañonazos. El horror primigenio se reduce a un simple candidato a la interminable lista de monstruos insípidos.

Los protagonistas de Blair WitchNo estamos en 2009, y el impacto de Blair Witch queda en infructuoso intento, ataque innecesario de nostalgia. Como decíamos, el proyecto original consiguió la atención del público gracias, además de sus virtudes como película, a elementos publicitarios que hoy están completamente superados. Blair Witch ha sido devorada por el monstruo que ella misma ayudó a crear hace años. El agotamiento de su propuesta cinematográfica se une a la incapacidad de sorprender a un público que ya no cae en los mismo trucos de trilero. El proyecto de la bruja de Blair ha envejecido con algo más que dignidad, porque su horror es atemporal y orgánico. La nueva secuela nace envejecida y olvidada por la fe ciega en ese auténtico horror narrativo que es la convicción en la fórmula. A pesar de sus buenos momentos, que los tiene, el resultado es un constante déjà vu. El próximo que quiera regresar a Blair debería molestarse, por lo menos, en un paseo por esa parte del bosque que, a buen seguro, todavía no hemos visto.

Tráiler

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Ficha técnica:

Blair Witch ,  EUA, 2016.

Dirección: Adam Wingard
Guion: Simon Barrett
Producción: Lionsgate / Vertigo Entertainment / Room 101 / Snoot Entertainment
Fotografía: Robby Baumgartner
Música: Adam Wingard
Reparto: James Allen McCune, Callie Hernandez, Corbin Reid, Brandon Scott, Wes Robinson, Valorie Curry

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