A fondo
Adolescencia: Un niño muere, un asesino nace
Dado el carácter monográfico de una parte de este número, dedicada a la notoria serie dirigida por Philip Barantini, no redundaré en datos técnicos sobradamente conocidos. No obstante, conviene incidir en la sutileza psicológica y el ensamblaje perfecto del guion del conocido Jack Thorne, junto al gran actor y ya podemos decir, notable guionista, Stephen Graham. Su interpretación además resulta, como siempre, de la mayor altura interpretativa; es este un actor inglés excelente, cuyo físico quizá lo ha encasillado demasiado: con 1’68 cms. de altura, una mirada primitiva y rictus tenso, ademanes toscos, pero un grandísimo actor.
Quizá, encarne aquí su interpretación de proyección más teatral y poderosa, muy emocional, sin excederse ni en un gesto. Él es el padre, pero el resto del elenco actúa excepcionalmente, la madre -Christine Tremarco- y hermana -Amelie Pease-, igual que el niño protagonista Owen Cooper, un pequeño genio, e impactante como psicóloga, Erin Doherty.
En primer lugar, hemos de desechar la idea aún defendida por unos pocos de que el niño es inocente. Al padre le muestran en el Capítulo 1 el vídeo en donde aparece Jamie apuñalando reiteradamente a su compañera, un testimonio irrevocable, pero además ante la psicóloga -excepcional el Capítulo 3- se expresa como un depredador, asegura acerca de la niña asesinada: “que estuviera débil la hacía más asequible”. También allí revela la ira del psicópata tantas veces al levantarse, tirar la silla, perder el control, ponerse agresivo y regodearse al ver a la psicóloga asustada. Su psicopatía y crimen finalmente quedan probados al definir a gritos a su víctima: “¡A ti te parece una zorra abusona, ¿verdad?!”. Y luego: “ Pero la noche que murió yo no la toqué. Tenía un cuchillo, ella tenía miedo, pero no lo hice. Podría haberle tocado cualquier parte del cuerpo. Pero no lo hice. Muchos la habrían tocado. Soy mejor que ellos”.
El rostro de la actriz Erin Doherty reverbera entonces el arte actoral más puro, lo que transmite con levísimos gestos de ojos, boca, es un manantial de información. Lo ve, lo entiende al escucharlo, fue él, realmente fue él. Una interpretación perfecta. Entonces, el pequeño asesinito con total calma abre su sándwich y empieza a comer. Añade: “Nada de eso iba en serio, estoy cansado, yo no la maté”. Pero ella corta la conversación, ya sabe lo que va a decirle al juez, ya lo tiene claro, y precipita la despedida.
Cuando el niño psicópata entiende que no tiene el control de la situación, que ella no se ha dejado manipular, que se va y no ha logrado convencerla… Entonces se desata su furia, grita, patalea mientras un celador de seguridad lo agarra con fuerza porque el niño asesino grita amenazante a la psicóloga: “¿Tú crees que he sido sincero? ¡Le dirás eso al juez! (…) ¡Ni se te ocurra decirles lo que hice! ¡Ni una puta palabra de lo que hice!”
Recientemente, subrayaba el trabajo interpretativo de los actores y actrices argentinos, pero esta serie demuestra que los ingleses están igualmente al mayor nivel. El adolescente Owen impacta y te revuelve las emociones. En conjunto, las interpretaciones conducen la historia.
Hasta el capítulo III, el espectador se agarra a la esperanza de que los amigos de Jamie, o algún otro crío de su colegio, se pusiera una ropa que permitiera confundirlo en el vídeo. Pero no es así. Ese niño tan aparentemente dulce y empático con su padre, es en realidad un psicópata que desbroza su naturaleza al entrar en la adolescencia. Todos los rasgos están ahí, puede ser una psicosis reactiva breve por el episodio de las redes sociales, donde la niña Katie Leonard se burla de él, o puede padecer Trastorno de la Personalidad Antisocial, pues la desmesurada reacción a las burlas de la niña en las redes demuestra su escasa tolerancia a la frustración y además es muy frío.
Cuando admite el asesinato, no muestra remordimientos, es frío desde el punto de vista afectivo e irresponsable. La psicóloga le pregunta si entiende que Katie no va a vivir más ni a desarrollarse como persona y su indiferencia es notable al responderle: “Sí, claro, no soy imbécil”. Le importa un bledo el haberla asesinado y, al decir, “¡Era una zorra! Queda implícito que considera que la niña se lo merecía, él ha hecho justicia.
No hay atisbo de trauma en él por saberse asesino. Solo prevalece un impulso narcisista en su obsesión por gustarle a la psicóloga, por que esta admita que él le agrada. Qué sutileza interpretativa en ella al final, cuando el asesinito sale de la estancia aporreando por fuera las ventanas: ella mantiene el tipo muy profesional, pero cuando Jamie desaparece, se lleva la mano al pecho y suspira. Está consternada.
¿Pero qué ha hecho a Jamie llegar hasta ahí? Este ha sido un debate muy tratado entre los espectadores: ¿El niño es malo? ¿La mató? ¿Es un enfermo mental? ¿Es un enfermo desde siempre o es un pobre niño al que el bullying ha embrutecido y trastornado? Bueno, creemos haber dejado claro que Jamie sí mató a Katie (basta recordar sus frases -hemos aportado la traducción de Netflix-); además creemos que Jamie arrastraba su propia psicopatía latente y que, como es muy habitual con muchas enfermedades mentales, ello eclosiona en la adolescencia.
¿Por qué descartamos que el bullying no sea responsable de su deterioro mental? Además de como escritora amante de la psicología, el ejercicio de la docencia a adolescentes durante casi dos décadas me ha permitido reconocer ciertos patrones que no vemos en ese supuesto bullying que habría convertido a Jamie en asesino. En realidad, se produce una burla plural a su grupo de amigos, no un acoso generalizado hacia él, y ninguno de sus amigos burlados perpetra ninguna reacción de venganza criminal. No subestimamos la burla en las redes que sufre ni su dolor, pero es por parte de una niña que, además, ya está siendo defenestrada por haber compartido fotos suyas íntimas. Por otra parte, Jamie tiene su tribu, sus amigos lo quieren y lo apoyan. No está solo. Su reacción es desmedida. El asesinato no es una opción para resover una burla pública en redes, solo lo es aquí para quien ya alberga un trastorno previo que, en este caso, es rastreable incluso genéticamente.
¿Cómo es el entorno de Jamie? El capítulo IV desarrolla la información mediante las dolorosas conversaciones que mantiene el matrimonio acerca de su hijo. Ya se reveló en la conversación con la psicóloga que el padre, tan noblote y bueno, estaba centrado en trabajar 12 horas al día. Se nos presenta como una figura ausente, que mira con desdén a su hijo el domingo de fútbol por no estar a la altura de sus expectativas. Él niño vive con humillación cómo el padre se avergüenza de él.
También hablan de las terribles palizas que el abuelo propinaba al padre de niño, se habla de su crueldad y complacencia al apalearlo siendo solo un chaval, y que él dedidió no ser así jamás con Jamie, aunque a veces tuviera mal carácter… Ahí interviene la herencia poligénica: La agresividad suele ser el resultado de la interacción de múltiples genes. Algunos de estos genes relacionados con el comportamiento pueden haber sido heredados del abuelo al nieto, aunque no se hayan expresado de la misma manera o con la misma intensidad en el padre. El niño también ofrece atisbos de presentar cierta necesidad patológica de gustar y cautivar.
Por otra parte los padres se admiten mutuamente llorando que, cuando tiempo atrás, empezó a encerrarse tantas horas en su cuarto, dieron por supuesto que se divertía con los videojuegos y sus cosas. Que un niño se aísle no es un síntoma bueno precisamente, esos largos encierros fueron desatendidos. También hablan de sus estallidos de mal carácter. Es decir, las reacciones agresivas ante la psicóloga eran actitudes de Jamie que ya se habían producido en su casa desde siempre.
El guion es una pieza magistral en el que hay muchas insinuaciones y pistas que permiten crear un personaje redondo y complejo en el niño Jamie, en la definición de su entorno y antecedentes, en su estudio como niño criminal. Es muy difícil perfilar una estructura psicológica coherente que no chirríe y lo han logrado, por ello ha alcanzado a tantos espectadores.
En el Reino Unido, para un menor acusado de asesinato la edad mínima de responsabilidad penal es de 10 años. Esto significa que un niño de 13 años puede ser procesado y condenado por asesinato y salir a partir de los 23 años. ¿No sería interesante una temporada 2ª de la serie con un Jamie de 23 años recién salido del correccional? La riqueza del personaje, los matices tan bien trazados, los distintos perfiles y posibilidades de desarrollo de su carácter bien merecerían una nueva temporada. Estaríamos encantados de verla.