Zafari

Mariana Rondón y Marité Ugas son dos cineastas venezolanas (nacida en Perú la segunda), que aun desde el exilio, obligadas por las complicadas posibilidades para hacer cine en Venezuela, siguen ligadas a su país a través del desarrollo de una cinematografía que no se desvincula del mismo. En el caso de Zafari, dirige Mariana y produce Marité. Si bien suelen alternarse en el desarrollo de estos roles, su más reciente película Una noche en Caracas vuelve a ser dirigida en conjunto, como ya lo habían hecho con su primera película A la media noche y media en el año 2000. A ella le siguieron Postales de Leningrado (2007), dirigida por Mariana; El chico que miente (2011), realizada por Marité; Pelo malo (2013), a cargo de Mariana y Contactado (2020), bajo la conducción de Marité, hasta llegar a Zafari. Pelo malo obtuvo entre otros reconocimientos, la Concha de Oro a la mejor película en el Festival de cine de San Sebastián.

Zafari, escrita por ambas y protagonizada por Daniela Ramírez, Francisco Denis, Samantha Castillo y Alí Rondón, entre otros, logra retratar, con una mirada implacable y sensible, una realidad que puede ocurrir en cualquier lugar del mundo, donde los instintos primarios de supervivencia del ser humano transitan por esa delgada línea que le separa de su condición animal, haciéndole dejar de lado todo atisbo de civilidad ante la imperiosa necesidad de alimentarse.

En una ciudad no identificable, dos grupos sociales opuestos habitan en sendas edificaciones que se encuentran la una frente a la otra. Una clase baja que ocupa una construcción precaria, aparentemente sin acabar, y una clase media/alta que, desde el otro lado, va perdiendo privilegios viendo como su vivienda pierde servicios básicos como el agua corriente y la electricidad, mientras que parte de sus apartamentos se van desocupando por personas que se marchan buscando una mejor condición de vida. Los que quedan, prácticamente permanecen en una especie de cueva, tratando de resolver su día a día, entre la razón y la locura, atrapados en una condición que les impide por momentos ver más allá de esa realidad.

Entre ambas construcciones, un parque zoológico constituye un corazón verde como una pequeña jungla entre los dos sectores. La película inicia con la llegada de un hipopótamo, de nombre Zafari, que busca refugio en el estanque de agua que le recibe, como iniciativa de unas autoridades locales que delegan en una familia la responsabilidad de su mantenimiento, como una especie de ejercicio de responsabilidad ciudadana. La convivencia entre ambas comunidades, iniciada desde el recelo y cierto rencor social, comienza a mimetizarse ante una realidad común que las va afectando, estableciéndose un trueque entre ambas, tanto por el uso de espacios comunes como por ciertos alimentos básicos.

Con un carácter apocalíptico, la película va cruzando diversas historias que nos asoman a una realidad donde el hambre va haciendo mella. Un entorno donde Ana (estupendamente interpretada por la actriz chilena Daniela Ramírez) busca desesperadamente y en el límite de su resistencia la manera de poder resolver esa urgencia en conseguir algo para alimentar a su familia, mientras que su esposo Edgar (el venezolano Francisco Denis) se paraliza ante la situación que enfrenta, incapacitándolo para tomar decisiones que le permitan salir adelante junto a Bruno, el hijo de la pareja (Varek La Rosa), sumergido en una realidad que le irá absorbiendo hasta transformarlo.

La crisis alimentaria nacional que afectó a Venezuela en 2016 trajo como consecuencia el desplazamiento de numerosos venezolanos que vieron en la migración la manera de poder buscar en otros lugares mejores condiciones de vida. La falta de acceso a productos de primera necesidad tanto alimenticios como de medicinas y otros insumos que se vivió durante aquellos años, padecida principalmente en gran medida por personas de bajos recursos económicos y por una clase media empobrecida, unió a buena parte del país en la búsqueda de al menos esos productos básicos que le permitieran sobrevivir durante ese período. Esta situación se refleja en el espíritu de la película, resueltos en su guion donde lo local adquiere un carácter universal, permitiéndole una vinculación más objetiva con realidades similares de otros países.

La película une el esfuerzo de un personal artístico y técnico de los diversos países involucrados como coproductores, donde destaca además una cuidada y expresiva fotografía a cargo de Alfredo Altamirano, sumada a la incorporación de efectos especiales y una sobria dirección de arte, que nos ofrece una sensible mirada, poética por momentos, sobre un tema complejo y duro que suaviza la mirada de un espectador que no puede permanecer indiferente ante lo que ve en pantalla. Una experiencia que han experimentado quienes han visto la película en los distintos países donde se ha estrenado.

Zafari, presentada en la sección Horizontes del Festival de cine de San Sebastián del año 2024, obtuvo a finales del año pasado, entre otros reconocimientos, el premio FBAL de largometraje de la Unión Francesa de Críticos de Cine, entregado en el marco del Festival de Biarritz.

Finalizado este proyecto, Mariana Rondón y Marité Ugas se unieron nuevamente para dirigir Aún es de noche en Caracas, título de la versión cinematográfica de la novela La hija de la española. Publicada en el año 2019, la obra escrita por la venezolana Karina Sáinz Borgo ha sido traducida a la fecha a mas de 20 idiomas. Basada en ella, las cineastas continúan su exploración sobre la situación venezolana a través de la historia de Adelaida, su protagonista, quien se ve involucrada en la violencia política y el derrumbe moral de una sociedad, enfrentando una decisión migratoria que le hará romper con el arraigo que mantiene con el país. Estrenada en el marco del Festival de cine de Venecia, como parte de la sección Spotlight de la muestra, obteniendo recientemente, el Colón de Plata (Premio Especial del Jurado), en el Festival de cine iberoamericano de Huelva.