Villanos anónimos en busca de cierto reconocimiento

Por Pablo Castriota

Ben Kingsley (Don Logan) en Sexy Beast

El villano es, ante todo, un factor de inestabilidad por excelencia. Nadie se enfrenta con tanta tenacidad y creatividad al tedio cotidiano como lo hace un villano. Es por eso que los mejores villanos son aquellos a los que el cine se encarga de ubicar en el lugar adecuado, un lugar desde donde mejor se puedan apreciar esas "virtudes". Ejercer el mal no es tarea para cualquiera. Se requiere de inteligencia, obstinación, y de algunas cualidades artísticas también. Mis villanos preferidos son, precisamente, inteligentes, obstinados y un poco artistas. Los mejores villanos funcionan mejor como objetos desestabilizadores que como figuras de intimidación o temor. Esta pequeña mención de villanos poco célebres tiene por objetivo ponerlos en su justo lugar (como lo hicieron las películas de las que formaron parte y que, considero, no se valorizaron lo suficiente).

Fotograma de la película ColateralVincent (Tom Cruise) llega desde un vuelo en avión a Los Angeles y sube al taxi que Max (Jamie Foxx) conduce todas las noches por las calles de aquella ciudad. Max es agradable, y casi siempre establece un contacto amable con sus pasajeros (motivo por el cual nunca lo veremos manejando un taxi por la ciudad de Buenos Aires). Vincent le cuenta que no es su primera vez en L.A. y le menciona los motivos por los cuales no le agrada una ciudad como esa: según se cuenta, un hombre parecía dormir en el interior de un vagón de subte, y a la gente de la ciudad le tomó algunos días comprobar que el hombre, en realidad, no dormía sino que estaba muerto. En esta anécdota, Vincent se revela como un villano de lucidez premonitoria (su muerte se producirá del mismo modo) y, ante todo, como un profesional de la muerte. Su eficacia no se rige por un "código moral", a partir del cual imparte la muerte entre aquellos que considera que lo merecen. En ese sentido, Vincent se define como todo lo opuesto al estereotipo de asesino "con códigos" que imparten justicia por mano propia y barren la basura en tantas series de televisión o películas de acción de los últimos tiempos (desde el televisivo Dexter o el Jack Bauer de 24 hasta cuanto vengador de secuestradores de hijas hayamos visto en el cine recientemente). De hecho, en una escena, Vincent pareciera burlarse de esa construcción típicamente cinematográfica, al reprocharle a Max que lo recrimine por haber matado a un dealer en lugar de indignarse por las víctimas de una guerra civil en Ruanda. También alude irónicamente a aquel viejo lugar común, según el cual todos los traumas de un criminal provendrían de un padre abusivo, una réplica de la que también se serviría uno de los grandes villanos de los últimos tiempos, el Joker de Heath Ledger, en El caballero de la noche (2009), donde el mejor Guasón de la historia contaba dos variantes distintas del origen de sus marcas en el rostro (la otra involucraba, por supuesto, a una mujer que lo había abandonado).

Resulta ser que Vincent es un asesino a sueldo que debe silenciar a todos aquellos testigos que brindarán testimonio contra un poderoso narco de Cartagena, y obligará al buenazo de Max a oficiar de guía de la muerte, obligándolo a que lo traslade a todos aquellos lugares donde se encuentran las futuras víctimas, en el transcurso de una sola noche. El violento itinerario nocturno involucrará también la breve pero significativa inserción de Vincent en la anodina vida cotidiana de Max -una visita al hospital donde se encuentra internada la madre del taxista, una graciosa venganza verbal por radio contra la prepotencia del jefe de Max, e incluso también prácticos consejos de Vincent para que Max se decida a llamar a la anterior pasajera que había subido al taxi. Pero es en el club de jazz donde Colateral (2004), del enorme Michael Mann, logrará ubicar en el espacio justo a este gran villano (allí llevará a cabo otro de sus "trabajos", quizás el más impactante de toda la película). El jazz, una música que Max afirma no escuchar, la más libre de todas las músicas del mundo, describe a la perfección lo que Vincent vino a aportar en esa violenta noche en la sedentaria vida de Max. Vincent es lo opuesto a la idea de cualquier estabilidad, y viene a establecer una ruptura significativa en la vida de un personaje rutinario que debe recurrir continuamente a la contemplación de la foto de un paisaje para evadirse del tedio cotidiano. Max debe luchar contra ese factor disruptivo, que no es más que un gran trabajador de la muerte (pero en nada burócrata) que solo viene a cumplir con su tarea. El policía de Los Ángeles que sigue de cerca los pasos del dúo resultará inútil; tampoco el FBI podrá derribar la andanada criminal de Vincent. No habrá otra alternativa que lidiar cara a cara con el villano para restablecer el orden. Lo interesante de Vincent no radica únicamente en su eficacia como asesino (suele rematar a sus víctimas de la misma manera, por momentos parece un asesino sobrenatural e indestructible, incapaz de errar un solo disparo). Vincent es todo aquello que Max no puede ser, y resulta interesante que la película apueste por ese contraste en lugar de limitarse a representar una mera noche de riesgo y muerte. Vincent morirá como un pasajero anónimo más, como ese hombre al que daban por dormido. Como todo lo inestable, Vincent no puede sustentarse en un sistema basado en la estabilidad como estandarte, y su muerte estará revestida de un cruel vestigio de soledad.

Gal y don, en Sexy BeastGal (Ray Winstone) es un gángster inglés que disfruta de sus años de retiro comiendo mariscos y tostándose al sol en una lujosa finca en España, vivienda seguramente edificada sobre cimientos de sangre ajena. Gal vive un gran presente, felizmente casado con Deedee, una actriz porno retirada, y rodeado de un pequeño entorno de grandes amigos. En la primera (e inolvidable) secuencia de Sexy Beast (2000), de Jonathan Glazer, vemos a Gal por medio de un encuadre que es todo un monumento al hedonismo: un plano cenital fijo que lo muestra recostado en una reposera bajo el sol, portando una ridícula zunga anaranjada y con el cuerpo groseramente bronceado. Su voz en off reflexiona sobre su satisfactorio presente, mientras irrumpen los sonidos de Peaches, de The Stranglers. En el momento en que se pone de pie para refrescarse con un pequeño ventilador de mano, una enorme roca se desprende de la colina que rodea la finca y desciende a toda velocidad, rodando justo en su dirección. La roca le pasará a centímetros de su cabeza para terminar clavada en el fondo de la piscina, justo donde se encontraban tallados dos corazones que representaban su bonanza sentimental con su mujer. La película no tardará en cristalizar esa irrupción violenta que quiebra toda armonía posible en la figura de uno de los villanos más volátiles y explosivos que haya ofrecido el cine de la primera década del siglo XXI: Don Logan (impresionante caracterización de Ben Kingsley), un peligrosísimo ex colega de Gal que viene a obligarlo a que forme parte de un último trabajo para sus jefes y al que lo peor que se le puede hacer es decirle que no. Don es un sujeto temible que apenas resiste el encuadre y al que se debe tratar con palabras embajadoras del sumo cuidado. Como todo gran villano, Don es un trabajador eficaz. Más allá de cualquier arrebato o frenesí, el trabajo siempre debe ser hecho de la mejor manera, en tiempo y forma. Desde su lógica implacable, no hay lugar para negaciones de ningún tipo (tal como lo manifiesta en sus inolvidables seguidillas de "Yes" que escupirá todas juntas, una atrás de la otra, en la cara del abatido Gal cuando éste se rehúse reiteradamente a volver a las andanzas). "Yes" (un título que le hubiera calzado a la perfección a esta película) es la palabra clave en Sexy Beast, ya que Don es todo lo contrario a la negación. Don mea en la alfombra de Gal, fuma en los aviones, amenaza a la seguridad del aeropuerto con demandarlos con acusaciones por acoso sexual, rompe cualquier hielo haciendo comentarios incómodos, revolucionándolo todo a su alrededor. Don Logan nos recuerda que en la vida es difícil ser lo que uno quiere ser, salvo que se esté dispuesto a dejar toda ética de lado y disfrutarlo en el intento, algo que Gal ya no parece estar en condiciones de lograr.

Malos pensamientosKyle Fisher (Jon Favreau) está a punto de contraer matrimonio con Laura (Cameron Diaz) y sus amigos deciden organizarle una frenética despedida de soltero en Las Vegas. Las cosas se salen completamente de control cuando uno de ellos, Michael (Jeremy Piven), luego de haber ingerido grandes cantidades de drogas y alcohol, termina cometiendo un desagradable asesinato involuntario contra la prostituta que habían contratado aquella noche (en la que todavía recuerdo, a más de diez años de haber visto aquella película, como una de las muertes más repugnantes e incómodas alguna vez filmadas, y de la que solo me limitaré a decir que involucra a un toallero de baño). Las cosas se complican aún más cuando uno de los trabajadores del hotel decide acercarse al cuarto ante las quejas de los demás huéspedes por ruidos molestos. Si bien en un primer momento los devenidos cómplices del asesinato parecen tener la situación bajo control, el empleado llega a distinguir el cadáver de la prostituta desde la imagen que le devuelve un espejo del cuarto y exige a los ahora desesperados amigos que lo dejen ingresar al baño, donde yace el ensangrentado cuerpo. Mientras el grupo se abalanza desesperadamente sobre el empleado con inútiles explicaciones para impedir que éste pueda ver la evidencia, uno de ellos, Robert (Christian Slater, uno de los grandes reos de Hollywood) decide cortar por lo sano y utilizar un sacacorchos para sacarse la molestia (léase "el empleado") de encima, cosa que hace ante la perpleja mirada de sus amigos. El sadismo de Robert viene acompañado, como ocurre con casi cualquier gran villano que se precie de tal, de la lucidez y la rapidez de pensamiento. Robert, carente de cualquier escrúpulo, actúa, va siempre al frente, y suele ser el que siempre arregla las cosas, porque cuenta con la sangre fría necesaria para conseguirlo. Es un villano incómodo, ya que su total cinismo se revela eficaz y termina equilibrando las cosas. Es el mal necesario ante una situación donde sus amigos operan con nerviosismo y torpeza. Malos pensamientos (Very Bad Things, 1998, Peter Berg) es una comedia negrísima que reclama a gritos una revalorización urgente, tras haber recibido toda clase de maltratos críticos en su momento (incluyendo alguna acusación de racismo, por la etnia de alguna de las víctimas de la película). En ella se establece la figura de un villano lúcido, eficiente, el tipo que barre la mugre por debajo de la alfombra y que en un determinado momento parece darse cuenta de que necesitaba ejercer toda esa maldad para sentirse vivo (tal como lo evidencia en el terrible discurso que pronuncia en el desierto, ante el entierro de uno de los tantos cadáveres que desfilan por la película). Robert es la manifestación (y reivindicación) del villano como agente liberador de toda barrera ética y social, de la transgresión de toda norma como medio de vida.

         

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