Mis problemas con Amenábar

... Y los míos

Por Manu Argüelles

MIS PROBLEMAS CON AMENÁBAR, de Jordi Costa y Darío Adanti
Col. Popcorn. Ed Glénat
Rústica. 16 x 23 cm. 48 págs. Color

 

En las relaciones entre cómic y cine, no sólo el primero puede servir como fuente de costosas superproducciones norteamericanas basadas en la espectacularidad de los efectos especiales digitales. En cierta manera, son dos medios hermanados, en cuanto tienen un carácter popular, basan su expresión y narración en la imagen y ambos establecen su desarrollo en el siglo XX. Por lo que era inevitable, que tarde o temprano, cruzasen sus caminos, retroalimentándose mutuamente.

Lo que es ya más inusual y de ahí que queramos reseñarlo, es que el cómic se establezca como una herramienta mordiente para establecer una parodia crítica de todo lo que se mueve en torno al cine (festivales, críticos, periodistas, directores, etc.) El cómic que tenemos entre manos viene a ser como una especie de micro "El juego de Hollywood" (The Player, 1992) de Robert Altman pero trasladado al cine español. Alejandro Amenábar es en realidad sólo la punta de la lanza. Aunque ya nos avise Jordi Costa, en un ejercicio de honestidad, que lo suyo con Amenábar es personal. Así, con trazos minimalistas y desgarbados -muy en la línea de la caricatura de la revista satírica de El Jueves, por lo que conserva el antropomorfismo sin llegar al extremo de la abstracción en el dibujo de un South Park-, nos explica con suma ironía y mordiente sarcasmo, las convulsas relaciones que establece el crítico con Amenábar desde los tiempos de Tesis (1996).

El cómic se publicó, más o menos, coincidiendo con el estreno de Ágora (2009). Desconozco si Amenábar, ante este ataque frontal que el crítico decide hacer público, se haya pronunciado al respecto. Seguramente no, habida cuenta de su discreción habitual. En todo caso, tampoco creemos que el cómic vaya a erosionar mucho la imagen pública del director o afecte comercialmente sus filmes. Tampoco creo que sea la intención de los firmantes. Pero, a los que este chico ya nos tiene la mosca detrás de la oreja, nos alegra haber visto que hay una voz disonante entre el público y el gremio de la crítica mayoritario. Es eso, lo que más nos ha gustado del cómic. Cómo expresa esa incomprensión que siente al ver que nadie en su profesión le secunda. Lo cual ya pone sobre el tapete, una situación que suele darse entre la crítica cinematográfica... mediada por -vaya usted a saber qué intereses escondidos hay- corrientes críticas uniformizadoras.

El cómic también me ha hecho acordarme de cuando se hablaba en el ambiente gay de la condición sexual del director, cuando todavía no había salido del armario. Y oh, casualidad que el director reconociese ser gay, coincidiendo con el estreno de Mar adentro (2004). Jordi Costa también lo sugiere sibilinamente en el cómic. Nadie me pide mi opinión, pero me parece inmoralmente reprobable que juegue con el outing por motivos promocionales. Pensé lo mismo que los autores en su momento y lo mantengo. Y como el cómic me da pie a ello, sigo.

 En Amenábar, las concurrencias siempre me inclinan negativamente. Él no tiene culpa. Quizás, esté gafado conmigo. Pero son unas cuantas, por lo que, dado que no he tenido la obligación, he prescindido de Ágora (2009).

Abre los ojos (1997). Buah, la bomba. ¿La bomba? Se estrena el mismo año que Carretera Perdida (Lost Highway, 1997) de David Lynch. Mírenlas en una doble sesión y me dicen. Nefastas similitudes entre ambas hacen que Lynch le gane a Amenábar. Yo desde luego, me quedo con la segunda. La de Amenábar, por su osadía en la estructura narrativa, creo que se malogra por un desenlace acomodaticio e insatisfactorio... Lo típico. Iba bien, iba bien, pero ohhh, hay que pensar en el gran público. Menos mal que Lynch no está para esos menesteres.

Seguimos. Los otros (The others, 2001). El prodigio del cine español, taquillero, laureado, con la prensa comiendo de su mano, se nos hace internacional (la sombra de Almodóvar es alargada en una aparente guerra fría entre ambos directores). "Y oye, ¿no será, no será que están muertos?" "Psst, calla, no creo que sea tan fácil. Ya lo hemos visto en El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999)". Esa conversación en los primeros quince minutos todavía la recuerdo. Vaya, sí, estaban muertos. Qué mala pata. Porque la de Shyamalan es una obra maestra. La de Amenábar suena a muchas otras y la personalidad del largometraje queda aplastada. Sin contar su nulo suspense. Y es que ya en Tesis, tampoco fue muy sutil en querer marearnos un poquito. Mejor Alfred Hitchcock, que no te esconde al asesino, así, a cara descubierta. El whodunit, es lo que tiene. Te la juegas.

Y llega Mar adentro (2004). La eutanasia, sí, pero suavecito, sin querer escandalizar. Hmmm, me parece una tv-movie de lujo, de esas de basado en un hecho real, con Javier Bardem. Y llega Million Dollar baby de Clint Eastwood en el mismo año y zas, contundente en el tratamiento de la eutanasia. Apabullante Eastwood. Obra maestra. Ayyyyy, Amenábar, has vuelto a perder.

Al margen de comparaciones, que en su caso son muy odiosas, no le niego oficio. En cierta manera, me sabe a un Steven Spielberg de los 80. No le niego talento. Pero la consideración de autoría junto con comercialidad que parece buscar, creo que le queda grande. Lo de autoría, digo. Creo que es un cine demasiado calculado. Pero con esquiva personalidad. No veo coherencia estilística y en cuanto a los temas que trata, no me parecen que son buscados de acuerdo a sus pulsiones personales (Almodóvar aquí le gana con gran ventaja), sino que busca algo que pueda ser comercial. Me parece muy bien, que no se lance sin red. Pero, yo no busco eso en los autores.

Pues lo dicho y creo que queda claro, secundamos este ácido cómic en torno a una de esas figuras que parecen ser intocables. Y que cada uno piense lo que quiera y disfruten de su cine si pueden. Yo, por desgracia, no.

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Cinerama (Reseñas) (96)