Jugar con el tiempo, en nuestro presente sempiterno (o sea en el aquí y ahora) no es una acción imposible: se trata, efectivamente, de volver con la memoria a momentos pasados, si bien, obviamente, nada impide que nos traslademos a mundos venideros. Sin embargo, en el primer caso, el de la vuelta hacia atrás, el mundo histórico se combina con la presencia de nuestra forma de pensar y, como resultado, se instaura la comparación entre los dos mundos. Ejemplos sinceros y sencillos de este tipo son la manera de aceptar la esfera sexual del ser humano o el área que podemos definir de dominio de lo femenino: ¿cuál era el rol de la mujer tan solo hace cuarenta años?, o, ¿qué influencia ha tenido el SIDA en nuestra sociedad, marcando una división entre los setenta y los ochenta del siglo pasado? Las comparaciones, entonces, subrayan no solo el cambio de por sí, sino una necesidad de analizar si efectivamente ha habido una(s) mejora(s), si la sociedad se inserta en el discurso del progreso (a lo Hegel) o del caos (a lo Benjamin). Evolución hacia algo culturalmente mejor o devolución en pos de una disminución de los derechos.

Parece raro hablar de cuestiones tan profundas en el caso de una película que solo quiere, aparentemente, regalarnos unos momentos de divertimiento. Totally Killer (Sangrientos dieciséis), efectivamente, quiere jugar con los viajes temporales, la comedia negra y la reelaboración en clave moderna no solo de la historia del cine de horror, sino de buena parte de la cultura típica de los años ochenta. Y quizás aquí se instaure el problema del filme, problema no tanto interno sino externo, en relación con el tipo de público que se le acerque. ¿Quiénes son los que pueden disfrutar verdaderamente de esta película? Si de claves hablamos, la cuestión (el dilema) del espectador en cuanto persona a la que el filme le habla se resuelve en la necesidad de saber de qué se está hablando, ya que el juego se pierde si el filme es visto solo en cuanto elemento que se rige por sí mismo. Acceder a su visión sin tener el bagaje cultural (pop, efectivamente) sobre el cual se basa no puede sino restarle mucha fuerza, bajar el impacto final de lo que es, precisamente, algo no solo muy divertido sino silenciosamente inteligente.

La película se transforma, así, para los que logran entender los guiños, en una lectura y en un análisis tanto del período cultural de los ochenta como del género del que quiere, si bien no totalmente, formar parte, aquel slasher donde para que nos salvemos tenemos que ser, en la mayoría de los casos, una mujer joven y virgen. Y, obviamente, jugando con el viaje temporal, se va ensanchando el grado de análisis del género para que quede más claro lo que nos gustaba (y a lo mejor sigue gustándonos) de aquellos productos. Consecuencia de todo esto: un alto grado de humor negro, un juego entre lo que fue aquel mundo (ficticio) y lo que es el nuestro, la presencia y el desarrollo narrativo de un gap generacional, y bastante sangre (si bien no demasiada) para que, efectivamente, la obra pueda presentarnos un asesino en serie. Y, cosa no obvia, logra funcionar desde todos estos diferentes puntos de vista.

Quizás el final tenga un par de problemas, con una revelación secundaria que en parte (por supuesto no en su totalidad) no logra abrir paso a un verdadero giro. Sin embargo, la cuestión del acto de apreciar un producto se construye con todas las partes de las que está hecho, y la buena caracterización de los personajes, así como la capacidad de crear un buen ritmo (debido esto tanto al guion como a la dirección) permiten acceder a la experiencia fílmica de Totally Killer y extraer un resultado más que sólido, con el ya mencionado caveat: los que casi nada saben de los ochenta, de los slasher y de las icónicas reglas que están en su estructura no podrán sino preguntarse qué está diciendo, efectivamente, la película más allá de ser un producto suficientemente bueno de por sí (o sea, sin relaciones con la historia de sus géneros), sin embargo, una vez se entiendan los guiños será más simple apreciar el valor por nada superficial de una obra tan inteligentemente divertida.

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