El proceso de creación de una película empieza con una simple idea que, a través de un desarrollo paulatino, llega a una primera versión abstracta, la encarnación sobre unas hojas cuyo objetivo es de ser leídas. Pasamos así de una versión a otra de lo que son un número no reducido de guiones, demostración esta de la necesidad de una reescritura capaz de proseguir hasta una conformación final. Nótese, de todas formas, que el guión final muchas veces no es lo que se lleva a la pantalla, ya que en el rodaje el director (o el productor) puede decidir cambiar algunos detalles hasta sentirse satisfecho de lo que se encuentra ahora grabado en la película (o, en la mayoría de los casos contemporáneos, el soporte digital). Sin embargo, a veces las diferencias entre lo que podríamos llamar el “original” (el ur-guión) y el producto final son bastante pocas, y poco aportan a lo que llamamos arqueología del medium fílmico.

Nos podríamos preguntar, entonces, si el proyecto de llevar al cómic el guión de O’Bannon tiene o menos sentido, ya que efectivamente la estructura general es la misma de la película de Scott. Lo que sí cambia son algunos detalles, pero lo que vamos a leer (y experimentar) es rotunda y claramente la misma estructura. Los cambios menores, la distinción solo cutánea, se presentan al lector como la demostración de que a veces el desarrollo de una obra no tiene que pasar por un sinfín de mutaciones hasta llegar a su estado final. ¿Mejor olvidarse de esta lectura, entonces, y dejarse llevar exclusivamente por el ojo del director? No, porque esto significaría no darse cuenta del significado de esta operación, del objetivo real del proceso de adaptación de Cristiano Seixas (guionista para el cómic) y Guilherme Balbi (dibujos).

Volver a la historia original supone así intentar acercarse a una fase precisa del desarrollo global, creando un enlace cuya función es la de constituirse en tanto puente entre la realidad con la que hemos estado viviendo desde los setenta (la presencia de la obra fílmica) y el contenido abstracto de unas hojas que, de por sí, solo tienen valor para los aficionados. Aquí, entonces, es donde se encuentra la clave de lectura de toda la operación: un movimiento arqueológico y filológico que quiere proponerles a los amantes de la franquicia una visión diferente (si bien por solo algunos detalles) de la estructura narrativa del cuento de horror espacial, un cuento que se sitúa en la tradición de las obras pulp americanas, entre las cuales podemos recordar las escritas por H. P. Lovecraft.

Esta novela gráfica tiene por esta razón el don de hacernos ver un cuento ya conocido desde una perspectiva diferente, bajo el concepto de diversificación de los detalles y reelaboración de la superficie. Efectivamente, lo que distingue el filme de la novela es, sobre todo, la capacidad de poner en relieve una lectura estética nueva, capaz de crear una distinción de no poca importancia a la hora de comparar el resultado visual de ambas. Seixas y Balbi, de hecho, nos proponen una técnica estética que se aleja de no poco del mundo sucio de Scott, permitiéndonos acceder a una forma sensible diferente. Entramos así en el campo del gusto y dejamos atrás las problemáticas de carácter estructural (desde el cuento como arquitectura general, hasta los diálogos y el posible significado ideológico y psicológico de la obra).

El resultado final no puede, por las razones de aquí arriba, proclamarse una obra totalmente nueva, capaz de abrirse un espacio en la historia de las creaciones culturales, lo cual, repetimos, no significa que tenga un valor bajo, sino que supone un acercamiento inteligente: lo que vamos a ver y leer es un producto de muy alta calidad cuya fruición está atada a un anhelo de descubierta de lo que está en la base de algo que ya forma parte (aquí sí) de la historia del cine y de la cultura humana. Creación nueva, entonces, solo si tomamos en cuenta el simple hecho de crear, pero también re-creación, el acto de re-proponer al público un elemento del que ya ha recibido una forma muy parecida.

Operaciones de este tipo se revelan así de gran importancia a la hora de tomar en cuenta el conjunto de necesidades o deseos que parten del punto de vista del aficionado. El trabajo de Seixas y Balbi es, por esta razón, loable, y nos permite acceder a una lectura alternativa de Alien. Siguen presentes la atmósfera de miedo y el sentimiento de inutilidad y debilidad de la raza humana, elementos estos que se ven contrapesados por una carga violenta de lucha por la supervivencia. Es un momento de reencuentro, entonces, y de re-lectura debida a una re-escritura que, en lo absurdo que parece, sería efectivamente la ur-escritura, lo que precede temporalmente el estreno de la película pero que, por una cuestión obvia, se pone en una situación temporal de posterioridad. Novela interesante, bien estructurada y adaptada, Alien – The Original Screenplay resulta por estos motivos una pieza necesaria en el mosaico global del universo nacido de la mente de O’Bannon.

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Cristiano Seixas es el escritor de Alien – The Original Screenplay, la novela gráfica de Dark Horse basada en el guión original de O’Bannon. Seixas trabaja en el mundo de los cómics desde 1988, y hoy en día es el director creativo de Ghost Jack Entertainment.

EL ESPECTADOR IMAGINARIO: Primero quisiera cumplimentarme contigo y con Guilherme Balbi. No solo la novela gráfica es una óptima lectura, además se ve la atención con la que vosotros dos os acercasteis al proyecto. ¿Qué os llevó a la novela gráfica? ¿Fue una decisión vuestra o fue Dark Horse que os pidió simplemente que adaptarais el guión de O’Bannon?

Cristiano Seixas: Muchas gracias por esta entrevista. No solo para mí, sino también para Balbi, trabajar en la franquicia de Alien es un sueño que se vuelve real. Por esta razón hicimos todo lo posible para que este proyecto saliera perfectamente. Se trata de una ocasión que te puede pasar solo un vez en la vida, lo cual nos llevó a trabajar con mucho cuidado.

Randy Stradley, el editor de Dark Horse que nos propuso todo esto, actuó como si fuera mi mentor. Balbi había estado trabajando ya durante mucho tiempo con Dark Horse, y es uno de los artistas de los cómics de Avatar, la franquicia de James Cameron. Yo había trabajado en el mundo de los cómics de Brasil, así que no había hecho nada en los EUA, pero había trabajado ya con Balbi durante sus primeros días como artista, y fue él quien me presentó a Randi y a la pandilla de Dark Horse.

Amo este editor y la franquicia, y quería tener cierto respeto desde el comienzo, lo cual me parecía algo difícil de hacer, pero al final nos dieron mucha libertad, más de lo que pensábamos.

EEI: ¿Cuáles son, en tu opinión, las diferencias principales entre la película de Scott y el guión de O’Bannon? ¿Fue difícil no dejarse inspirar por el producto de Scott?

C. S.: Fue algo bastante difícil no dejarse inspirar por Scott. Pero puse mi atención sobre el guión. Tiene algo de Metal Hurlant, de los números de los setenta…es difícil explicarlo. Lo que intentamos hacer, Balbi y yo, fue encontrar un balance entre aquella sensación de los setenta y un tipo de estética moderna de la ciencia ficción. Queríamos crear algo que se podría ver en Netflix o en HBO, y que se sintiera nuevo.

Lo que me gusta de la versión de O’Bannon es que en ella encuentras algo filosófico. Algo sobre el vacío del espacio, sobre el significado de encontrar una nueva forma de vida, algo sobre el no estar en grado de enfrentarte ante algo que está más allá de tus capacidades. Se trata de elementos que no forman parte del enfoque de Scott.

EEI: En la película, lo que vemos es una criatura que intenta explorar (e ir más allá de) la idea del miedo. El xenomorfo de Geiger, por ejemplo, está conectado con los conceptos de sexo y violencia. El alienígena de O’Bannon no parece tener en cuenta esto dos aspectos. ¿Cómo describirías el xenomorfo en su forma original?

C. S.: El monstruo de O’Bannon está conectado más con la idea del miedo y de lo desconocido. No se parece al de Giger. Creo que O’Bannon había pensado más en el terror claustrofóbico y menos en lo que se refiere a la sexualidad. Por esta razón yo había intentado acercarme más al punto de vista del guionista. Fue algo difícil para Balbi: crear cada etapa del ciclo vital del xenomorfo para que fuera diferente del de Giger pero al mismo tiempo parecido. Creo que su resultado es grandioso.

EEI: Un aspecto interesante del guión de O’Bannon es la dinámica entre la sociedad humana y el mundo a su alrededor, aquí representado por el cosmos, lo desconocido. Por ejemplo, nuestros protagonistas son movidos por la codicia y la curiosidad, pero, improvisamente, acaban olvidándolas. La supervivencia se convierte, aparentemente, en la única fuerza vital. ¿Crees que O’Bannon estaba intentando escribir sobre la ilusión de la civilización? ¿Quizás el alienígena simbolice la absurdidad de la vida, como cuando descubrimos tener cáncer y tenemos que cambiar nuestras prioridades?

C. S.: Creo que sí, creo que los personajes muestran tener cierta codicia y curiosidad, menos Roby, quien es la más razonable de la pandilla. Ella no es una persona ingenua, es algo pragmática. Creo que el cuento se basa en la supervivencia, y lo hace pasando de la codicia a la supervivencia misma, hasta llegar a un momento de redención al final (me refiero a Standard). Hunter, el más grande de todos, lo vemos teniendo miedo durante toda la historia, mientras que unos otros personajes solo tienen la codicia como motivación personal.

Creo que si tienes una pandilla pequeña en un lugar fijo (la astronave), lo que quieres es que cada uno simbolice un estereotipo humano básico, como si se tratara de una pieza teatral. Así que, si bien el ritmo del cómic pone de manifiesto la importancia de la historia, creo que tuvimos bastante espacio como para profundizar algunos de los personajes.

EEI: Leyendo tu novela gráfica llegamos a pensar en la pandemia actual. Efectivamente, uno de los temas del guión de O’Bannon se refiere a qué hacer ante la contaminación biológica. El alienígena no sería solo una metáfora para “el otro”, “lo desconocido”, ya que representaría también algo más tangible, un virus y su consecuencia. ¿Cuánta resonancia dirías que tiene el guión de O’Bannon con nuestro contexto histórico?

C.S.: Desafortunadamente es algo recurrente en la historia de la humanidad. Y esto porque muchas personas, también hoy en día, prefieren no creer en la ciencia y hacer como nada, actuando como siempre han hecho, lo cual provoca la muerte de otras personas. Por esta razón, en el libro Roby es la voz de la razón: no quería que los infectados subieran, quería que estuvieran en cuarentena, o sea que quería seguir las reglas. Pero, como hoy en día, había personas que no estaban de acuerdo con los procedimientos, lo cual significa que el paso siguiente no podía ser sino, naturalmente, la muerte. Algo parecido a nuestra situación, ¿verdad?

Sitio oficial de Cristiano Seixas

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