Del 30 de octubre al 7 de noviembre se llevó a cabo la 30º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Un festival que hemos reseñado años anteriores y que va recuperándose de los marasmos en que lo suelen sumir los vaivenes políticos, que a veces lo han censurado, otras, directamente lo han suspendido y las mayoría, le han recortado un presupuesto digno para un festival clase A como el que es.
Desde 2008, bajo la batuta de su director, José Martínez Suárez, y con el feliz retorno este año del historiador, crítico y coleccionista Fernando Martín Peña como director artístico, ha ido creciendo con el apoyo cada vez más patente del INCAA y de los gobiernos nacional y provincial. Lo mejor que hemos visto en esta oportunidad, cosa que ya detectamos hace un año atrás, es la fidelidad con la que los marplatenses miman a su festival. Las salas de los cuatro complejos y el Auditorium, siempre llenas desde primeras horas de la mañana, así lo atestiguan.
De la mano de Peña llegaron a la pantalla varias películas de cine argentino restauradas. Hubo retrospectivas de Daniel Tinayre, Pierre Chenal y Ralph Pappier. Los venerables todos (Manuel Antin, 1962) se estrenó en el país luego de 50 años de realizada. Este ejemplar del cine negro había sido presentado en Cannes 1962. Al fin tuvo su reencuentro con el público argentino. El tono cinéfilo del Festival se sigue acentuando con la presencia, este año del hongkonés Johnnie To y una serie de Panoramas donde el énfasis autoral así lo determinan. Hubo retrospectivas del ruso Aleksandr Dovzhenko (con once de sus películas), del austriaco Gustav Deutsch y del filipino Kidlat Tahimik, que estuvo presente en la ciudad balnearia.
La memoria recobrada
El año pasado, Fernando Martín Peña fue el curador de una exposición que revelaba el pasado del Festival y la necesidad de recuperar documentos que respaldaran su historia. Este año, la periodista Daniela Kozak presentó la compilación y edición de La imagen recobrada, un libro que recorre el Festival de Mar del Plata desde sus inicios, resaltando una constante que siempre han tenido sus programadores: la de “recuperar y narrar la memoria del cine argentino”.
En el prólogo, Fernando Martín Peña llama la atención sobre la falta de políticas de conservación y restauración de los archivos audiovisuales y la sensibilización del gobierno nacional, que atendió el ámbito cinematográfico creando instituciones proteccionistas y promulgando la Ley de Cine. El primer capítulo, escrito por la actual directora del Museo del Cine, Paula Félix-Didier, ofrece un panorama sobre el estado de la preservación de los registros audiovisuales y las ventajas y peligros que supone la tecnología digital como herramienta. Daniela Kozak, por su parte, recorre la historia de la preservación de cine argentino y enumera las iniciativas que permitieron la conservación de los materiales, además de contribuir a una toma de conciencia sobre su necesidad. Fernando Martín Peña, en su aporte, enumera la programación centrada en el cine argentino de cada una de las ediciones del Festival, desde 1948 a la fecha, deteniéndose en los detalles más resaltantes del rescate. Finalmente, Roger Koza llama la atención del papel de los festivales, contraponiendo el presente con el pasado, y señalando este tipo de eventos como uno de los pocos lugares que aún exhiben cine en fílmico.
Durante la presentación del libro, los autores afirmaron en que “reconstruir la forma en que el Festival de Mar del Plata rescata la memoria del cine argentino, es contribuir a una toma de conciencia sobre la necesidad de preservarlo”.
La Competencia Internacional
En la Competencia Internacional resultaron galardonados: El abrazo de la serpiente, como Mejor Película; Iván Ostrochovsky, como Mejor Director por Koza; Mejor Guion y Mejor Elenco para El club y Erica Rivas, como Mejor Actriz en La luz incidente.
La producción colombo-venezolano-argentina, El abrazo de la serpiente, es la última película de Ciro Guerra, ovacionada en Cannes 2015. Este viaje, físico e iniciático amazónico, filmado en blanco y negro, con gran definición de la imagen y fuertes contrastes, aborda un tema que no es menor ni desconocido: el choque cultural entre civilización y barbarie. La fuerza de la naturaleza se impuso durante todo el rodaje, pero Ciro Guerra y su equipo pudieron ofrecernos una historia de aventuras con trazos de fantasía en una jungla atravesada por un gran río que asemeja a una serpiente. Inspirado en los cuadernos de viaje que llevaron a cabo dos exploradores, el guion narra la historia de un expedicionario alemán que busca en la selva una cura contra su mal. Allí conoce a Karamakate, un chamán que es la última huella de una etnia en extinción, y la vida de estos dos hombres cobrará un nuevo sentido. Merecido galardón por la potencia de sus imágenes, por lo atrapante de su historia y, sobre todo, por lo conmovedor de su discurso.
Ivan Ostrochvsky obtuvo el premio al Mejor Director, por su película Koza (Eslovaquia/R. Checa). El boxeador romaní Peter Baláž interpreta una historia que lo tiene de protagonista. En su última gira, debe reunir el dinero suficiente para poder afrontar un aborto que quiere evitar. Seguiremos al luchador en su trayecto, con el aura del derrotado al que en cada vuelta de la esquina lo espera el fracaso. Ostrochvsky ofrece un fresco despojado de suavidades o atmósferas cálidas. Su luchador posee un rostro golpeado y su cuerpo, el rastro del cansancio. Primeros planos de rostros que hablan sin decir nada, planos conjuntos que relatan una historia, planos generales que muestran la impotencia de un entrenador… El relato de una condena y los estertores de un cuerpo que busca un lugar en una realidad que le es esquiva.
El club, del chileno Pablo Larraín, obtuvo el premio al Mejor Guion y al Elenco Masculino, integrado por Alfredo Castro, Roberto Farías, Jaime Vadell y Alejandro Goic. Ambientada en el frío sur chileno, trata el tema de la religión en una comunidad cerrada. Curas con el pasado teñido de sangre y las manos rápidas para el abuso, además de una monja que trafica niños, integran una comunidad represora en ese extremo geográfico, bordeado por la cordillera y el mar, asomándose a lo que quizá sea el fin del mundo. Larraín se apoya en la estética que ofrece ese paisaje frío y ventoso, con sus tonos grises y marrones, cuya única calidez la ofrece el farol en medio de la calle vacía, donde un pueblo guarda sus miserias puertas adentro.
El premio a Mejor Actriz lo recibió Erica Rivas, intérprete de La luz incidente, la película del argentino Ariel Rotter. Fotografiada en blanco y negro por ese artista de la luz que es Guillermo Nieto, narra la historia de una joven viuda que, inmersa en la tristeza de la pérdida y la necesidad de salir adelante con sus hijas, encuentra la posibilidad de rehacer su vida con un hombre encantador que sólo le ofrece límites a sus deseos. Las luces que se encienden no siempre muestran la realidad, encandilan y la mayoría de las veces, enceguecen.
Otros premios
Santa Teresa & otras historias, del dominicano Nelson Carlo de los Santos, recibió el premio a Mejor Largometraje en la Competencia Latinoamericana. Es una transposición de la novela de Roberto Bolaño, 2666, que trata sobre las desapariciones de mujeres en una localidad imaginaria de México. Una sucesión de imágenes que habla de una naturaleza agreste, espacios turbadores o bullicio citadino, mientras en off escuchamos un relato espeluznante. La propuesta formal, especie de collage de registros y formatos, va dejando lugar a la preeminencia del relato periodístico que investiga el origen de los crímenes, que tienen una magnitud y un encono inusitados.
El Mejor Cortometraje de la Competencia Latinoamericana fue Princesas, de Natural Arpajou. Una pequeña y hermosa historia sobre una madre y una hija que pasan una tarde en un hotel donde trabaja la mujer como mucama. El universo de habitaciones y galerías, bellamente fotografiados, se convierte en un palacio donde rondan las princesas para la niña. El contraste entre un hotel de cinco estrellas y la habitación que hace las veces de sala, cocina y dormitorio en la humilde casa de las mujeres, retratan una realidad social que es común en toda Latinoamérica. Lo mejor del corto son sus encuadres, los primeros planos de una niña con desenfoque en el fondo o los planos generales a contraluz entre las arcadas de la galería, que muestran dos mundos, el de la luz y el de las sombras, que se patentan en la realidad de estas dos mujeres.
El jurado de la Competencia Argentina premió a El movimiento, de Benjamín Naishtat (Argentina/Corea del Sur) como Mejor Largometraje. Una historia de finales de siglo diecinueve, cuando en la Argentina reinaban la peste y la anarquía. Es otro relato donde se plasma la bipolaridad entre civilización y barbarie. Rodada en blanco y negro, narra una historia que está grabada en el imaginario argentino: el caudillo que recluta a su tropa entre los más miserables para encarar su sueño de dominio político, en un país cuyas llanuras son extensas y el viento barre con cualquier idea de rebelión. Con imágenes limpias, hiper definidas y algunos trazos teatrales y surrealistas, no ofrece mucho nuevo después de Jauja (Lisandro Alonso, 2014).
DAC (Directores Argentinos Cinematográficos) entregó el premio a la Mejor Dirección de película argentina, a Matías Scarvaci y Diego Gachassin, codirectores de Los cuerpos dóciles, un filme que sigue los pasos de un fervoroso abogado defensor, develando las verdaderas falencias del sistema carcelario. Planos generales de la cárcel y de zonas suburbanas como telón de fondo para contar, en el juzgado, a través de los rostros de los testigos, de los acusados y de los familiares de las víctimas, las angustiosas horas en que el defensor trata de obtener una pequeña esperanza para sus defendidos.
Como anotación aparte, recomendamos el vídeo que DAC ha realizado con entrevistas a realizadores argentinos en Mar del Plata, donde nos hablan de sus obras y de la respuesta que su cine ha obtenido por parte del público del Festival. Es un buen panorama del clima vivido en Mar del Plata.
Como todo Festival, nos deja con mucho por contar. Con la impotencia de querer alcanzar las cuatrocientas películas programadas, las grandes retrospectivas o las presentaciones de libros que pueden leerse en la página del Festival, nos quedan muchas imágenes para rescatar y transmitir. Nos permitimos presentar esta, nuestra humilde crónica, que intenta subrayar la calidad de las propuestas de los organizadores y programadores. Augurio (esperemos que el próximo gobierno siga apoyando este evento que atraviesa la historia de un país) de un futuro más que brillante para el Festival de Mar del Plata.