Estamos ante un clásico del género de películas del Oeste. Cuando apareció, en 1962, no generó grandes reconocimientos, pero con el tiempo se ha ido apreciando que John Ford filmó una película que trasciende las épocas. Lo hizo en blanco y negro, por decisión propia y obstinada, quizás como seña de que el blanco y negro son eternos. O quizás como símbolo del mensaje ying yang que subyace en la historia que se nos cuenta, donde el bien y el mal se interconectan de forma misteriosa para definir el destino de las personas.
Cuatro extraordinarios artistas: James Stewart, John Wayne, Lee Marvin y Vera Miles se dejan llevar de la severa mano de Ford, para que el eterno melodrama de la vida sea desplegado ante nosotros, en forma de flashback, a manera de crónica de una muerte famosa que anuncia el fin del salvaje Oeste y el nacimiento de la política, de la fama y la publicidad, como formas dominantes en la vida de un país.
Es evidente el cuidado que exige Ford en la actuación y el diseño que impone. Y los artistas responden. James Stewart es, en verdad, impecable, como lo fue siempre trabajando en todos los géneros, bajo numerosos y prestigiosos directores. Cuando pienso en una película de Alfred Hitchcock, de inmediato viene a mi mente Stewart, que personificaba a hombres inocentes y maliciosos a la vez, que siempre se llevan, inesperadamente, la mejor parte. Como ocurre con el abogado Ramsom Stoddard, en El hombre que mató a Liberty Valance. John Wayne es, sin duda, un maestro de la actuación, con un total de 153 películas, y 142 roles estelares, algo inédito. Durante 35 años, actuó en 20 películas dirigidas por John Ford, generando esta relación un beneficio mutuo, que se puede apreciar en la última de ellas, The Man Who Shot Liberty Valance (1962). No es el más protagónico de sus roles, pero deja apreciar el cómo una presencia poderosa genera impactos, detrás de bastidores, igual como se sienten los alcances de un buen director, se aprecian los alcances de un gran actor. Wayne es Tom Doniphon, quien literalmente, detrás de bastidores es el hombre que hizo el disparo fatal que acabó con Liberty Balance, protagonizado por Lee Marvin. Marvin es otro experto actor, no siempre de roles protagónicos, con muchas apariciones en películas de acción, como la que le valió un inesperado Oscar, en 1965 como mejor actor principal por La ingenua explosiva, una comedia musical del Oeste, en la que encarna a la vez a dos curiosos personajes, un pistolero borrachín y su hermano malhechor. Valance, curiosamente, es también acá una simbiosis de esos dos personajes: malhechor y borrachín.
Quiero dar mención aparte a Vera Miles. La hermosa actriz, que fue en su juventud reina de belleza y, en su momento, una de las actrices preferidas de Hitchcock, con actuaciones en Falso culpable (1957) y en Psicosis (1960), esta última en un papel secundario, pero aclamado. Con John Ford ya había hecho Centauros del desierto (1956). En la película, Vera Miles es Hallie, la esposa del abogado Stoddard, una hija de inmigrantes suecos que hacen sus vidas en un pueblo perdido del desértico Oeste, sirviendo comidas a desordenados comensales. Hallie mantiene una digna compostura en medio de la insoportable ignorancia y la violencia prevalente, torturada entre dos amores: uno idealizado por Stoddard, un abogado que llega al pueblo, herido y derrotado, después de ser atacado por los bandidos del grupo de Balance; otro realista, pero rutinario, por Doniphon, un hombre fuerte e invencible, pero de palabras y gestos algo torpes para el amor.
En este ambiente de grandes actores se va contando la historia. Ella transcurre en un momento de transición. El ferrocarril ha llegado al Oeste y con él, la transformación y la influencia moderna de las ciudades de la costa oriental de un país dispuesto a extender sus territorios por las nuevas fronteras, de la mano de los libros y las leyes, de la agricultura y los sistemas de riego. Los inmigrantes europeos juegan un papel fundamental en esos movimientos, atemperando con su presencia y con su trabajo honesto las influencias de la violencia y del poder. Hallie simboliza esa nueva sangre que trajo equilibrio, la misma que al final va a vencer y que hoy se ve desplazada por las nuevas olas de inmigrantes latinos, asiáticos y árabes.
Como trasfondo a El hombre que mató a Liberty Valance, se nos describen escenas de un naciente sistema democrático, a base de representaciones que se forjan con palabras demagógicas o con expectativas no muy claras, pero que, misteriosamente, cristalizan en hechos de progreso real. Al mítico “Town Hall Meeting”, una especie de asamblea ateniense a la western, se le dedican momentos memorables del filme. Ello es importante, dado que esta es la nueva génesis del poder, en la cual se ofrecen alternativas a las formas violentas, algo que no pareciera ser posible, pero que eventualmente se logra. En este sentido, el filme es optimista, pero deja entrever que se va a requerir que exista alguien capaz de acabar con ciertos personajes que nunca van a cambiar, como Liberty Valence, siendo necesario que alguien haga el trabajo sucio. Lo interesante acá es que Doniphon, el que le pone el cascabel al gato, lo hace con nobleza, renunciando al protagonismo, dejando que la leyenda se convierta en la génesis de la realidad, en nombre de un bien superior.
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