Se asoman problemas, a veces, sobre lo que se puede mostrar o no. La cuestión de la censura, efectivamente, no es solo de carácter externo, ya que somos nosotros mismos quienes, en algunos momentos, decidimos no decir determinadas palabras o no hablar de cierto tema específico. Cuestión, esta, que fue analizada por Goffman y que se traduce en la necesidad de adoptar determinados comportamientos según el contexto; nada nuevo, para los que conocemos la estructura de los idiomas, ya que según con quienes estemos hablando, modulamos el registro (formal, informal o lo que sea). Se nota, entonces, la cuestión del público y de cómo podernos relacionar con los que nos escuchan, ven, leen o tan solo otorgan un milésimo de su más que fundamental tiempo (pero, ¿qué es lo que tenemos que hacer en una vida tan larga y llena de momentos inútiles?). Y, problema no secundario, la decisión de hablar de determinados elementos que forman parte de lo “natural” no puede sino llevar a tomar un punto de vista más adulto (delicia no diminuta es el arte de crecer) y aceptar que un cuento con puntos negativos no tiene que ser un maestro de vida.
Efectivamente, de puntos negativos hay que hablar en la película irlandesa, no tanto porque la película misma sea una mezcla de malas ideas, sino todo lo contrario, ya que resulta capaz de entablar un discurso más bien real con un público que tiene que ser capaz de analizar, discutir e interiorizar lo que se le propone. O, en palabras más llanas, puede resultar indigesto ver a unos hombres tomando drogas para quienes piensan que todo drogadicto es malo, mientras que a los que conocemos el mundo como caldera de diferentes experiencias humanas quizás no nos fastidie el uso de sustancias de este tipo (sin, por esto, defender el uso mismo y gritar al viento que toda persona las use). Pero, ¿es que una película de este tipo solo se basa en una re-construcción de lo que fue uno de los filmes más importantes de los noventa de hace un montón de años? Podría parecer, de hecho, que lo que se nos ofrece es una lectura de la misma cuestión a través de una clave irlandesa, mientras que, en realidad, lo que se presenta es la visión de una parte de nuestra sociedad que se esconde de la vista de las clases menos problemáticas (hipocresía, muchas veces, sería de todas formas la palabra más correcta para quienes piensan que están limpios de cualquier pecado).
Se trata, al fin y al cabo, de un cuento (real, así parece) en el cual se pasa de una situación de inestabilidad (o, más simplemente, de insatisfacción) a un cambio radical debido al uso de la música hip hop mezclada con la voluntad de hablar de “lo normal” a través de un idioma, el irlandés, prohibido (o, por lo menos, menospreciado) en una Irlanda del Norte de hace pocos años. Y es así cómo podemos ver a un grupo de tres fracasados convertirse en algo más grande que ellos mismos, el símbolo de la capacidad de poder tener éxito cuando se quiere hablarle directamente al público usando cierto tipo de honestidad no solo intelectual sino moral. Por supuesto, hay también una visión divertida que intenta utilizar una pizca de humor casi negro para que el viaje del que somos espectadores resulte bastante placentero y nos regale, así, una hora y media de narración sólida y coherente.
Kneecap seguramente tenga sus problemas y podría resultar, quizás, un poco flojo en un final que subraya cierta importancia de carácter casi nacional. Sin embargo allí, donde todo parece derrumbarse en un melodrama preachy y un poco cursi, la mano del director logra bajar el nivel de azúcar y regalarnos, por lo menos, una sensación de plenitud que se ha ido construyendo a través de una estructura narrativa de buen nivel. Ante una lectura muy profunda, el filme resulta entonces un poco superficial, con cierta falta de significado capaz de ir más allá de lo que efectivamente parece más bien anedóctico, y el valor general se inserta en un contexto que habría que definir quizás como costumbrista. Pero hay que reconocer que lo que se nos ofrece funciona y tiene una arquitectura general muy sólida, con lo que se puede definir como “cuento interesante” que va más allá de una descripción ligera de un mundo, una vez analizado desde más cerca, con dificultades de no poco peso. Y, por supuesto, la música es de gran nivel, por lo menos para los que apreciamos este tipo.