Cartel_Hora_limite_Curfew“No creo que haya personas más vitales que las que están muriendo y saben que van a morir. Los que saben que van a morir pronto, me parece que respiran, perciben y exprimen la vida, quizás con dolor, pero también con una contemplación mucho más profunda”, dice Alejandro González Iñárritu en el documental Descubriendo a Bergman. Quizás todo eso ya lo supiera Shawn Christensen o, al menos, algo debía intuir porque es una idea que parece estar presente en esta joya por la que obtuvo el Oscar al mejor cortometraje de ficción el año pasado.

Shawn Christensen escribe, dirige, interpreta, monta y hasta compone uno de los temas que escuchamos a lo largo del cortometraje (Goodnight radio. Sophia, so Far). Incluso, ha llegado a fotografiar Brink, su anterior trabajo, realizado en 2010.

Curfew tiene un marcado fondo existencial, planteado así desde el primer fotograma, a lo largo del cual el espectador terminará respirando pura vitalidad y energía, todo ello impregnado, además, de un sofisticado humor que deja entrever el gran talento de este cineasta.

Es, además, un elegante y brillante ejercicio de estilo basado, entre otras cosas, en un modelo narrativo visual envidiable. Destacan desde la secuencia de presentación, pasando por la construcción de los personajes, hasta la austera puesta en escena, sin que por ello falte ni sobre nada, cuya precisión es igual de afilada que la de los diálogos de sus personajes, en un guion que, según nos cuenta Christensen en la entrevista que le hicimos, escribió en una única versión.

Mientras Richie (interpretado por el propio director) intenta suicidarse, recibe una llamada telefónica de su hermana Maggie (Kim Allen), a la que hace tiempo no ve. Ésta le pide que cuide de su hija Sophia (Fatima Ptacek) por unas horas. El cortometraje explorará la relación entre un hombre que da todo por perdido y una joven e inteligente Sophia, de tan solo nueve años de edad, que parece entender su Curfew_bañeraentorno mejor que cualquier adulto.

Uno de los alardes narrativos de los que hace gala Shawn Christensen es, como decíamos antes, la secuencia inicial de presentación. En ella, las líneas que definen el personaje de Richie y la situación que atraviesa quedan trazadas de una forma ejemplar. La película empieza con un travelling lateral de la cámara, situada al nivel del suelo, que termina encuadrando, mediante un primer plano, un antiguo teléfono rojo, situado en el suelo, que suena y es atendido por una mano ensangrentada, que sostiene una cuchilla de afeitar. Después vemos a Richie, mediante un plano cenital, un tanto pálido dentro de la bañera. Todo esto, seguido de planos detalle de unos porros y de la cuchilla ensangrentada, que no nos dejan duda de que el personaje se estaba suicidando.

Mediante un montaje alternado, se desarrolla la conversación telefónica entre los hermanos. Vemos a Maggie en penumbras, en su apartamento de Nueva York. Y se  nos presenta a Sophia mediante dos planos ejecutados con un travelling de acercamiento, finalizando con un primer plano de su rostro. Su madre pasa por delante de la cámara, lo que nos indica que Sophia está esperando a que termine de hablar.

Curfew_Sophia_OsitoRichie acepta el encargo. Le vemos lavarse las manos, ponerse vendas en las muñecas y por medio de un plano detalle vemos, por si había alguna duda, su brazo maltratado por las drogas. Toda la secuencia se encuentra subrayada con una fotografía de tonos degradados que nos transportan a la situación personal que está atravesando.

Es destacable también el emplazamiento de la cámara en el plano que nos muestra a Richie, que ha vuelto a casa y se sienta en el borde la bañera, mientras se desnuda. En un momento en que mira el cielorraso del cuarto, lo vemos mediante un plano cenital, como si el director hubiese querido hacernos partícipes de una conversación que Richie pudiera mantener con Dios antes de quitarse la vida.

Por último, hay que señalar también el valor narrativo de una de las elipsis más bellas y sugerentes que se recuerdan, la cual por omisión de información admite múltiples lecturas, convirtiéndose en una evocadora y potente herramienta para finalizar esta historia. ¿Por qué llama de nuevo Maggie a su hermano Richie? Esta forma en que Shawn Christensen decide resolver el nudo existencial, planteado desde el primer fotograma, termina por ser una resolución tan sencilla como brillante.

Nunca sabremos quién salva la vida de Richie. Si lo hace su hermana Maggie, que tras la conversación que mantiene con él antes de que abandone el apartamento, se da cuenta de que quiere volver a estrechar su relación, o por el contrario, si es Sophia, que entiende a la perfección la situación que atraviesa su tío. Nunca lo sabremos. Un servidor tiene su propia teoría. Lo que sí sabemos es la envergadura mayúscula que adquiere ese antiguo y viejo teléfono rojo que, a modo de salvavidas, suena de nuevo, ofreciéndole una nueva oportunidad.

Curfew_En la calleCada gesto, cada movimiento, cada mirada de sus personajes, hacen que la historia parezca haberse filtrado de la vida misma, y que avance hacia ese colosal milagro que nos espera. Todo nos transporta a un estado en que, por la naturaleza de la historia, probablemente podamos reconocernos a nosotros mismos. Así, Shawn Christensen logra atraparnos, a través de la emoción, sin trucos ni artificios, desde el primer al último fotograma.

Son muchos los detalles que justifican esta idea: cuando Sophia, llorando, le pide a Richie que le lleve de vuelta a casa y, de repente, con gran ternura él le termina enseñando los folioscopios; cuando de vuelta al apartamento, Sophia abraza a si tío antes de despedirse; o en esa sencilla manera de ver la vida que tiene Christensen, expresada en el modo en que ambos levantan la mano, despidiéndose, al final de esa misma escena. En esta despedida, Richie empieza a valorar lo que ha tenido delante durante unas horas, cuando se da cuenta de que viviendo tiene mucho más que ganar que si  lo abandona todo. Porque en la relación que se establece entre tío y sobrina parece haber algo puro y limpio, esa relación tiene algo que nos remite a una idea de una extrema sencillez, pero también es como si, a la vez, todo ello tuviera algo de primitivo, de vuelta al inicio de algo. Llegamos a pensar que Sophia tiene el don extraordinario de haber revelado a Richie, en tan solo unas horas, los motivos por los que debe seguir viviendo.

Curfew_Telefono_rojoParece, en definitiva, que en este fabuloso viaje vital que Richie y Sophia emprenden tras su encuentro en el portal, se nos hubiese querido mostrar la idea de que él, en realidad, no ha hecho otra cosa más que volver a nacer. Así, simplemente, Shawn Christensen tiene la capacidad de condensar en diecinueve minutos el origen de la vida.

 

Tráiler:

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Se podría resumir la historia del cine con una simple proposición, la cual se mostraría difícil de negar: cada producto tiene un mensaje. El problema, más allá de una lectura simplista de lo que acabamos de afirmar, es que el concepto de “mensaje” resulta ser algo que rechaza una clasificación definida, una claridad informativa de su exacto significado: todo puede ser un mensaje porque todo es un texto, por lo menos para los seres vivos. Metáfora, obviamente, que pone de manifiesto esta necesidad nuestra (de todo ser con un cerebro o hasta sin él) de leer el mundo, interpretarlo y darle una estructura con la que crear un puente entre lo interior y lo exterior. Sin embargo, si “mensaje” es una palabra que se refiere a muchos ámbitos (mensaje político, mensaje moral, mensaje filosófico), lo que a un lector de cine le interesa es la condición global y particular del producto fílmico que está a punto de ver (o, en el caso del análisis ex post, el único posible, se trataría de la obra que acaba de ver una o hasta más veces). El resultado puede ser diferente, ya que, más allá de “distintas cabezas distintas visiones”, se podría decir que hay diferentes puntos de vista objetivos: el simple mensaje “el bien le gana al mal”, por ejemplo, puede ser seccionado y otorgarnos una lectura como “la policía logra matar a los ladrones” o “la policía logra arrestar a los ladrones”, dos proposiciones que, si bien parte del mismo concepto, subrayan una visión cultural y política diferente.

Más simple, afortunadamente, es el mensaje del cortometraje de Andrea Dorfman, guionista y directora de Halifax. Aceptación de sí mismo, elaboración de una serie de pensamientos que nos ponen en una situación de inferioridad ante lo que se define una forma de perfección; clara, entonces, resulta ser la proposición que se nos presenta en unos diez minutos, una duración que nos permite recibir todos los detalles que necesitamos para saber más sobre parte de la vida de la autora y, sobre todo, sobre algunos de sus secretos más íntimos. Y esta es la definición más acertada del corto, o sea un momento de apertura sobre los mecanismos interiores que se instauran entre la psicología de una persona y su entorno social, desde las estructuras culturales hasta las simples conexiones entre los seres humanos (de carácter fuertemente relacional, como pueden ser la amistad o la decisión de formar una pareja).

La cuestión, sin embargo, no es simplemente la necesidad de gustar a los otros, necesidad que sentimos en tanto parte de una comunidad, sino la de aceptarnos por lo que somos. Si el título nos permite acercarnos al mensaje, esto se debe al doble significado de flawed no en tanto palabra, sino en relación al contexto cultural en el que se encuentra: la imperfección, de hecho, es algo que se percibe desde fuera (movimiento de crítica externa) así como desde dentro (movimiento de crítica interna). El proceso que vemos mientras se desarrolla en Andrea nos desvela esta doble alma cultural, una sensación de malestar psicológico que se basa en una presencia (o ausencia) física, en los defectos que pensamos tener en relación a una idea general de hermosura que traspasa el límite de la subjetividad y de la diversidad para afirmarse en el ámbito de lo objetivo, de lo total.

La moraleja de este cuento podría resultar por esta razón bastante obvia: toda persona tiene sus diferencias. Pero la aceptación de nuestros defectos físicos no se resuelve en una visión apocalíptica de completa admisión de nuestra diversidad. El mensaje que se esconde detrás de las palabras (y de los dibujos) logra moverse por otros caminos, demostración de que a veces es posible hablar de algo ya conocido pero a través de nuevos puntos de vista. Y la cuestión no es la de querer ser mejores, de alcanzar una perfección estética, o hasta solo mental, resultado esto de una aceptación de lo que somos a través de un esfuerzo mental. El mensaje profundo logra ir más allá, y la imperfección de la que hablamos se traslada al ámbito de nuestra forma psicológica: no es la belleza la cuestión principal del corto, ni el acto de aceptarnos o menos, sino la capacidad de hablar de esta temática, de desnudarnos ante nosotros mismos, ante nuestros amigos (o nuestra pareja), y sobre todo ante todo el mundo.

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