El conflicto armado de Colombia es un proceso complejo en el que se encuentran implicados el Estado, grupos de paramilitares de derecha y formaciones de guerilla de izquierdas, lo que viene ocurriendo desde la década de los sesenta hasta la actualidad.
El director colombiano José Luis Rugeles presentó en Cannes 2015, Alias María en Un Certain Regard ante la mirada atónita de los presentes que asistimos a la proyección de un film dedicado a las mujeres, víctimas principales de la deshumanización de los grupos implicados en el conflicto. Rugeles quiere dar cuenta de las barbaridades a las que se enfrentan las mujeres (y niñas) en estas organizaciones, y para ello crea un thriller que tiene como escenario la selva colombiana donde María (Karen Torres), una niña de 13 años, tras quedarse embarazada de uno de los camaradas del grupo, algo que es contemplado como algo absolutamente habitual, decide no contarle a nadie su situación, dada la imposición de aborto que se aplica a todas las mujeres del grupo. La mujer queda reducida a mero instrumento sexual manejado al antojo de los hombres de la cuadrilla. Ante la irrupción en el campamento de un ataque de los militares, deciden dividirse en dos grupos y María tendrá que hacerse cargo del hijo recién nacido de uno de los altos cargos. De esta manera, María junto con algunos integrantes más, emprenderán una huida a través de los inhóspitos parajes selváticos. Cualquier equivocación o decisión mal tomada tendrá consecuencias radicales. Aquí no existen heroínas sino víctimas y supervivientes.
El film recalca bien las estrictas normas y los rangos de poder dentro de la guerrilla y para ello recurre a mostrar con aspereza la falta de escrúpulos de sus mandatarios. El realizador colombiano utiliza primeros planos que siguen a María en un periplo gobernado por el miedo y el horror, que entierra para siempre la inocencia de una niña sometida.
Rugeles realiza un ejercicio reivindicativo hablando desde el presente del terror en el que está sumido su país con la esperanza de que lo que retrata en el film sea por fin un reflejo del pasado.



An fue la película encargada de inaugurar Un Certain Regard. En ella, Kawase realiza un alegato a favor de los valores tradicionales dentro de la sociedad japonesa, en parte fagocitada por las ambiciones occidentales. Existe en An una advertencia ante la amenaza de pérdida de las raíces culturales más relacionadas con la contemplación de la naturaleza y el vivir consciente en el presente, así como el respecto a los mayores, guardianes de la sabiduría y maestros del sentido del arraigo cultural.
Kawase mantiene el tono intimista y la sensibilidad tan característicos en su cine y vuelve sobre algunos de sus temas de cabecera como son la muerte (aquí en relación a la ausencia) y los vínculos con la naturaleza. An es un guión adaptado de la novela de Durian Sukegawa, con el que Kawase se aleja de su vertiente más experimental y documental, al crear una obra más amable con la posibilidad de una distribución comercial a mayor escala.
Miguel Gomes regresaba a Cannes, para presentar dentro de La Quincena de los realizadores su obra más experimental. Dividida en tres episodios (O inquiero, O desolado y O encantado) que el festival programó en tres días no consecutivos, se trata de una composición monumental de 383 minutos que da cabida a una mezcolanza inconmensurable de estilos narrativos y múltiples temáticas. El film se inspira de manera tangencial en el libro Las mil y una noches, en lo que se refiere a su estructura, formada por cuentos sobre diversas historias que versan sobre el amor, la tragedia o el humor, recogidas como poemas, parodias y leyendas. Todo este conglomerado se relaciona entre sí como una matrioska, en la que un cuento da paso al siguiente y así sucesivamente.
A través de un interludio que constituye un segmento de metacine, Gomes se pregunta cómo es posible tratar la situación actual de Portugal sin caer en la ideología política y la militancia. Porque este es su principal objetivo, crear un ensayo con aspecto de fábula que verse sobre la identidad de Portugal, la losa del poder económico y político que somete a la nación y la responsabilidad ciudadana para hacer frente a la recesión.
Todd Haynes regresa después de
La textura del Super 16, ayuda a ambientar la historia dentro de la estética y fotografía de los años cincuenta, cuya inspiración, según han declarado Haynes y su director de fotografía, Edward Lachman, han sido las instantáneas de Vivian Maier, fotógrafa que retrató a lo largo de cuatro décadas la ciudad de Chicago y su sociedad.
En los últimos años, Kiyoshi Kurosawa ha centrado su filmografía en el género fantástico, dentro del cual ha trabajado el thriller, la ciencia ficción o el terror más relacionado con lo paranormal, con la excepción de Tokio Sonata (2008) y Bright Future (2003). Journey to the Shore también maneja los códigos del fantástico, para describir, desde ese espacio de libertad donde se asumen ciertas licencias creativas, la dimensión que existe entre la vida y la muerte, entendida como un espacio que puede estar más allá de la consciencia, un lugar que permanece en nuestra mente, donde se guardan los recuerdos, anhelos y deseos frustrados e, incluso, un lugar físico donde los vivos pueden convivir con aquellos que han muerto y han logrado regresar.
Mizuki es una profesora de piano que vive sola en su apartamento desde la muerte de su marido Yusuke, ahogado en el mar. Un día, mientras prepara la comida, su esposo se presenta ante ella. Él le explica que ha viajado un largo camino para poder volver a casa, algo que no le ha sido nada fácil. Ambos emprenden un recorrido a lo largo de diferentes pueblos en busca de las raíces de Yusuke y retoman su relación desde un enfoque diferente. Empiezan a conocerse como nunca antes lo habían hecho, desde una perspectiva nueva.
El primer film de Stéphane Brizé exhibido en Cannes está inscrito dentro de un cine político y social que trata temas de gran preocupación actual como es el clima de inestabilidad laboral ocasionado por la crisis económica que azota a parte de Europa y su correlación con la pérdida de los principios o integridad personales. La Loi du marché sigue la misma línea temática que la cinta Dos días, una noche (Deux jours, une nuit) de los hermanos Dardenne que pudimos ver el año pasado, también en la Sección Oficial del festival de Cannes.
Vincent Lindo consigue trasladar la situación de angustia en la que se encuentra Thierry, que intenta mantenerse inalterable dentro de su seno familiar. Para ello, la cámara nunca le deja a lo largo del film. Mediante primeros y medios planos de larga duración, la mirada de Brizé está centrada en la búsqueda de la verisimilitud de las situaciones, algo que consigue sin problemas.
El director italiano Roberto Minervini se ha consolidado como cronista de los márgenes de una nación tan extensa como los Estados Unidos, tras su trilogía de Texas, que finalizaba con el título Stop the Pounding Heart (2013). Con The Other Side viajamos unos kilómetros hacia el Este, al estado de Luisiana, para internarnos en el día a día de dos grupos representativos de una minoría tan aislada como olvidada.
Minervini vuelve a crear unos personajes fronterizos entre la realidad documental y una ficción que nunca despega del suelo, al que se aferra y al que se debe. Sus protagonistas han salido de las profundidades urbanas para representar un guion casi idéntico al de sus propias vidas. The Other Side es un reflejo directo, sin tapujos y árido del contrapunto herido del ideal del American way of life, que nos han grabado a fuego en el inconsciente colectivo y proyectado como misiles desde la América de los rascacielos made in Hollywood.
Mucho antes del estreno de Love dentro del Festival de Cannes 2015, el enfoque promocional de carteles y alguna que otra imagen filtrada por Internet predecían que este podría llegar a ser el film definitivo de la provocación de Gaspar Noé. Después de no haber dejado indiferente a nadie con Irreversible (2002) y
Noé no solo no escatima, sino que tiende al abuso y repetición de escenas de felaciones, penetraciones, alguna eyaculación directa a cámara y puntos de vista que ya había utilizado con anterioridad, como el de una penetración desde el interior de una vagina. Esta reiteración ahonda en la rutina sexual y recala en la importancia del sexo dentro de la relación de pareja de los protagonistas, como papel primordial en los vínculos sentimentales durante la efervescencia de la juventud. Este recurso narrativo, basado en la repetición de escenas, no es algo aislado dentro del cine de Noé. En
Nanni Moretti ganó la Palma de Oro en el año 2001 con La Habitación del hijo (La stanza del figlio), todo un tratado acerca del dolor por la pérdida y todos los estados psicológicos relativos a la aflicción ante el desenlace de la muerte de un ser querido. En aquella ocasión, él interpretaba a un padre que intentaba sobrevivir a la muerte de su hijo. Ahora regresa con Mia Madre, donde interpreta a un hijo que se enfrenta a la enfermedad de su madre, cuya vida se está apagando.
Mia Madre se aleja del tono solemne que pesaba en el tratamiento de la aflicción ante la muerte en La habitación del hijo y fusiona el drama con la comedia, como también hizo en el film de carácter autobiográfico Caro Diario (1993), pero en esta ocasión de una manera mucho más torpe y forzada.
Maïwenn regresa tras
Maïwenn muestra el proceso en que una misma relación pasa de ser compatible, equilibrada y feliz, a lo opuesto. La desarticulación de los lazos sentimentales en vínculos de destrucción que transforman a sus dos protagonistas en seres infelices. Tony es una mujer cultivada que, sin embargo, cae en las redes del seductor, vividor y carismático Georgio (Vicent Casel). Las intenciones de Maïwenn quedan abiertamente expuestas, convirtiendo en víctima a la mujer, por más preparada e independiente que esta sea, como presa fácil de un prototipo de hombre embaucador que es incapaz de ver más allá de su propio ombligo.
Con su séptimo largometraje, Villeneuve ratifica sus dotes para llevar a cabo thrillers estilizados en los que controla a la perfección el enigma, la tensión y el in crescendo emocional de sus personajes, casi siempre envueltos en situaciones donde la violencia es protagonista. Los personajes de Villeneuve se mueven como marionetas bajo la presión de un trauma que ha sacudido sus vidas, y todos sus actos se explican bajo la influencia de dichos hechos.
El realizador canadiense se muestra disperso en cuanto al centro de la acción, y aunque la película cuenta con un inicio y un final que cortan la respiración, entre tanto, la película se resiente por esa indefinición que va desde las relaciones entre las diferentes brigadas y rangos especializados, hasta el problema real para la población que vive en ese territorio, pasando por el perfil del sicario y su papel dentro de estas brigadas, etcétera.
El polifacético Brillante Mendoza ha pasado de realizar Possession (2013), un film inscrito en el cine de terror sobre posesiones demoníacas, en la que criticaba la voraz competencia por las audiencias entre los medios de comunicación en Filipinas, a un film lleno de sensibilidad, homenaje a las víctimas del tifón Haiyan, que el pasado 8 de noviembre de 2013 arrasó gran parte del Sudeste asiático. Tacloban, la ciudad más importante de Bisayas Orientales, y pueblos de alrededor fueron devastados dejando una cifra superior a 6000 muertos y un altísimo número de desaparecidos. Mendoza mantiene en Taklub el estilo de falso documental que utilizó en su anterior film y retrata de cerca el día a día de tres familias que sobrevivieron a la tragedia y que sufren la ausencia de sus seres queridos.
Desde su primera secuencia existe una clara crítica hacia las autoridades filipinas. Por encima de las dificultades propias para salir adelante, las trabas burocráticas y la ausencia de ayudas gubernamentales, no facilitan el emprendimiento de sus habitantes. A pesar de la falta de recursos, los supervivientes no dejan que la actitud positiva y la motivación se desvanezcan. La fe religiosa es otro ingrediente importante que Mendoza trabaja de forma secundaria, aludiendo a la doble vertiente que esta juega.
Resulta casi imposible reconocer a Fernando León de Aranoa detrás de su sexto largometraje de ficción, Un día perfecto. Su salto al mercado internacional viene de la mano de dos reconocidos actores, como son Benicio del Toro y Tim Robbins, y los evidentes cambios de localización (aunque rodada en España) e idioma. La historia está situada en Bosnia en 1995, donde se encuentra trabajando un grupo de cooperantes en misión humanitaria. En un pozo de un pequeño poblado han hallado el cadáver de un hombre, sumergido en sus profundidades. Ante el peligro de contaminación del agua del pozo, del que dependen varias familias, deberán sacarlo cuanto antes.
Las intenciones de Aranoa no están relacionadas con el retrato de la guerra en Bosnia, ni cuales fueron sus secuelas. En ningún momento existe altercado relevante alguno ni situación de peligro e inestabilidad. Sus personajes se mueven sin problemas de un lado a otro y el máximo contratiempo que tienen es una vaca muerta en mitad del camino. La guerra queda en un plano verbal pero ninguna imagen la sugiere. El film se centra en una sucesión de diálogos cliché, a modo de gags cómicos que poco tienen que ver con el humor irónico de Aranoa, como elemento revulsivo del subtexto de sus anteriores cintas.
Uno de los grandes atractivos de Valley of Love es el poder ver de nuevo juntos en pantalla a dos importantes iconos de la cinematografía francesa. Gérard Depardieu e Isabelle Huppert se rencuentran después de 35 años. Muy lejos queda ya aquella Loulou (Maurice Pialat, 1980) y su erotismo de la revolución sexual. Guillaume Nicloux ha hecho posible este reencuentro en una historia que transcurre con cierto paralelismo a esta nueva reunión actoral. Como ya hiciera en su anterior film El secuestro, de Michel Houellebecq, utiliza la realidad del reconocimiento público de sus actores para crear personajes que se interpretan a sí mismos en un contexto de ficción. Ambos interpretan a una ex pareja de afamados actores franceses que después de años separados, reciben una carta del hijo que tenían en común, fallecido poco tiempo atrás. En la póstuma misiva, les cita en el Valle de la Muerte, de California, donde tendrán que esperar que aparezca. Mientras que Isabelle cree en la veracidad del texto y en la posibilidad de un encuentro con su hijo, Gérard acude a la cita cargado de escepticismo.
Valley of Love es un film enrarecido y enigmático. El pretexto de la aparición del hijo, hace que la cinta oscile de forma constante entre la fantasía o lo esotérico y la realidad de unos padres que sueñan con volver ver a su hijo una vez más. El entorno desértico y las condiciones climáticas a las que los personajes se enfrentan son parte de ese vía crucis en busca de una nueva oportunidad que desafía incluso a la muerte. La carga de incertidumbre que acompaña al film, no deja que caiga en la rutina y estancamiento en los infinitos momentos de espera de la ex pareja.
El realizador Dalibor Matanic nos sumerge en el conflicto de los Balcanes, a través del tiempo y de las huellas que su devastación dejó en el pueblo croata. Para ello divide el film en tres historias independientes que comparten el mismo elenco actoral en diferentes roles. En las tres existen amores de juventud, donde la pasión se ve truncada por la violencia y los conflictos. Un fragmento, a modo de interludio, une los tres segmentos con un recorrido por las calles donde solo quedan casas desvencijadas. Más allá de las evidencias materiales, donde más se sienten las consecuencias de la batalla es en las ausencias humanas y en el sufrimiento de los sobrevivientes.
Matanic ha situado las tres historias en el verano, centrándose en la importancia del sol en los momentos que definen los días y las emociones de sus personajes. Cuando el sol permanece perpendicular al suelo, arriba en el firmamento, es momento de vivir en el presente, mientras que los atardeceres invitan a la reflexión y la ensoñación para volver sobre los pasos andados.