En los tiempos presentes habría que preguntarse si la copia de una obra de arte hecha por la inteligencia artificial (palabra quizás errada, ya que no se trata de inteligencia porque hasta ahora los programas no saben pensar, véase Searle y la lengua china) habría que elogiarla o más simplemente definirla como simple curiosidad. Es que, efectivamente, una duda de este tipo se asoma una y más veces en la cuestión de las series de cine y de televisión, como también en el machacado mundo de los superhéroes, donde todo cambia para que todo siga igual (me refiero, con estas palabras, a aquel Lampedusa de Il gattopardo). La repetición de unos mismos patrones significarían volver a suministrar al público hambriento la misma comida para que así se sacie; una idea, de por sí, que podría parecer buena, ya que todos amamos comer lo que nos gusta, pero que olvida la difícil faena de la saciedad del gusto, cuando, después de saborear la misma delicia, caemos en el ingrato ennui de quienes dicen “algo diferente, esta vez, por favor” (y muchas veces no lo reciben).

La película de Álvarez y Sayagues parece seguir con la idea de que si algo funciona quizás lo mejor sea no cambiarlo. Efectivamente el mundo de Alien se compone de cuatro películas, dos de excelsa calidad, una suficiente y una pésima (se podría hablar de “mal francés”, horrible broma), cada cual intentando ir más allá en la historia. Y hay que notar que las primeras tres (las que podríamos llamar de la trilogía de Ripley, siendo la cuarta una pesadilla de clonaciones) habían intentado ofrecer variaciones para que el producto final pudiera ser algo “diferente” : terror la primera, acción la segunda, depresión la tercera. Scott, hace algunos años, había decidido ir más allá gracias al hecho de volver al pasado, y había propuesto los sabores amargos de un par de películas tan visualmente espectaculares como fracasadas narrativamente. No tuvo mucha fortuna y la supuesta trilogía de los prequels es ahora, en 2024, una obra inacabada (y quizás a nadie le interese que termine). Blomkamp, otro director de ciencia ficción, había empezado a escribir un guión para seguir con la historia de Ripley (cómo, no se sabe, a lo mejor descartando los capítulos 3 y 4), pero él tampoco tuvo suerte.

Con Romulus se intenta volver otra vez al pasado, insertando esta vez el juego narrativo entre la primera y la segunda entrega, las dos más taquilleras y amadas. Encontramos los detalles que nos indican que estamos en el mundo de O’Bannon, como Weyland y la tecnología futurista-retró, y nos sumergimos en una obra que quiere ser, rotunda y llanamente, una película de terror en el espacio. Nuevos personajes, entonces, que desde cierto punto de vista logran construir una narración con cierto grado de (superficial) profundidad. Los primeros treinta minutos nos regalan cierta novedad y saben abrirle paso a un world y character-building de buen nivel. Suben nuestras expectativas y sentimos una sensación de bienestar en lo que al arte de contar (y de que nos cuenten) una historia se refiere. Algo que, desafortunadamente, se derrumba después de casi una hora de filme, ya que todo lo que sigue no es nada más que algo que ya conocemos, ya hemos visto, ya hemos experimentado (hasta el body horror final, que si bien tiene una cara más horrorífica, ya lo habíamos visto en la pésima cuarta entrega).

La cuestión con la que hemos empezado esta pequeña crítica vuelve a asomarse. ¿Repetir los mismos patrones y ofrecer una obra de por sí de alta calidad tiene sentido si, al fin y al cabo, solo asistimos a algo que ya hemos podido ver? Romulus es, efectivamente, una película muy buena si la analizamos como obra singular, sin embargo es la presencia dentro de un universo (el de O’Bannon) que nos hace preguntar si tiene sentido volver a experimentar el miedo de la primera entrega, la de Scott, con muy pocas variaciones. ¿Qué valor hay en repetir las mismas acciones según el lema if it ain’t broken don’t fix it? Se parece, esto sí, a la precuela de Predator, y como ella resulta ser placentera, si bien no logramos darnos bien cuenta del porqué de su existencia. Y quizás la cuestión se sitúe exactamente aquí : ni el alienígena de Giger ni el de Winston habían sido creados para engendrar secuelas y esto, a lo mejor, es el secreto del porqué podría resultar tan difícil proponer al público algo nuevo. Perfecta dentro de su estructura, no será imposible que les resulte un poco aburrida a quienes ya conocen el mundo de Weyland-Yutani.

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Cristiano Seixas es el escritor de Alien – The Original Screenplay, la novela gráfica de Dark Horse basada en el guión original de O’Bannon. Seixas trabaja en el mundo de los cómics desde 1988, y hoy en día es el director creativo de Ghost Jack Entertainment.

EL ESPECTADOR IMAGINARIO: Primero quisiera cumplimentarme contigo y con Guilherme Balbi. No solo la novela gráfica es una óptima lectura, además se ve la atención con la que vosotros dos os acercasteis al proyecto. ¿Qué os llevó a la novela gráfica? ¿Fue una decisión vuestra o fue Dark Horse que os pidió simplemente que adaptarais el guión de O’Bannon?

Cristiano Seixas: Muchas gracias por esta entrevista. No solo para mí, sino también para Balbi, trabajar en la franquicia de Alien es un sueño que se vuelve real. Por esta razón hicimos todo lo posible para que este proyecto saliera perfectamente. Se trata de una ocasión que te puede pasar solo un vez en la vida, lo cual nos llevó a trabajar con mucho cuidado.

Randy Stradley, el editor de Dark Horse que nos propuso todo esto, actuó como si fuera mi mentor. Balbi había estado trabajando ya durante mucho tiempo con Dark Horse, y es uno de los artistas de los cómics de Avatar, la franquicia de James Cameron. Yo había trabajado en el mundo de los cómics de Brasil, así que no había hecho nada en los EUA, pero había trabajado ya con Balbi durante sus primeros días como artista, y fue él quien me presentó a Randi y a la pandilla de Dark Horse.

Amo este editor y la franquicia, y quería tener cierto respeto desde el comienzo, lo cual me parecía algo difícil de hacer, pero al final nos dieron mucha libertad, más de lo que pensábamos.

EEI: ¿Cuáles son, en tu opinión, las diferencias principales entre la película de Scott y el guión de O’Bannon? ¿Fue difícil no dejarse inspirar por el producto de Scott?

C. S.: Fue algo bastante difícil no dejarse inspirar por Scott. Pero puse mi atención sobre el guión. Tiene algo de Metal Hurlant, de los números de los setenta…es difícil explicarlo. Lo que intentamos hacer, Balbi y yo, fue encontrar un balance entre aquella sensación de los setenta y un tipo de estética moderna de la ciencia ficción. Queríamos crear algo que se podría ver en Netflix o en HBO, y que se sintiera nuevo.

Lo que me gusta de la versión de O’Bannon es que en ella encuentras algo filosófico. Algo sobre el vacío del espacio, sobre el significado de encontrar una nueva forma de vida, algo sobre el no estar en grado de enfrentarte ante algo que está más allá de tus capacidades. Se trata de elementos que no forman parte del enfoque de Scott.

EEI: En la película, lo que vemos es una criatura que intenta explorar (e ir más allá de) la idea del miedo. El xenomorfo de Geiger, por ejemplo, está conectado con los conceptos de sexo y violencia. El alienígena de O’Bannon no parece tener en cuenta esto dos aspectos. ¿Cómo describirías el xenomorfo en su forma original?

C. S.: El monstruo de O’Bannon está conectado más con la idea del miedo y de lo desconocido. No se parece al de Giger. Creo que O’Bannon había pensado más en el terror claustrofóbico y menos en lo que se refiere a la sexualidad. Por esta razón yo había intentado acercarme más al punto de vista del guionista. Fue algo difícil para Balbi: crear cada etapa del ciclo vital del xenomorfo para que fuera diferente del de Giger pero al mismo tiempo parecido. Creo que su resultado es grandioso.

EEI: Un aspecto interesante del guión de O’Bannon es la dinámica entre la sociedad humana y el mundo a su alrededor, aquí representado por el cosmos, lo desconocido. Por ejemplo, nuestros protagonistas son movidos por la codicia y la curiosidad, pero, improvisamente, acaban olvidándolas. La supervivencia se convierte, aparentemente, en la única fuerza vital. ¿Crees que O’Bannon estaba intentando escribir sobre la ilusión de la civilización? ¿Quizás el alienígena simbolice la absurdidad de la vida, como cuando descubrimos tener cáncer y tenemos que cambiar nuestras prioridades?

C. S.: Creo que sí, creo que los personajes muestran tener cierta codicia y curiosidad, menos Roby, quien es la más razonable de la pandilla. Ella no es una persona ingenua, es algo pragmática. Creo que el cuento se basa en la supervivencia, y lo hace pasando de la codicia a la supervivencia misma, hasta llegar a un momento de redención al final (me refiero a Standard). Hunter, el más grande de todos, lo vemos teniendo miedo durante toda la historia, mientras que unos otros personajes solo tienen la codicia como motivación personal.

Creo que si tienes una pandilla pequeña en un lugar fijo (la astronave), lo que quieres es que cada uno simbolice un estereotipo humano básico, como si se tratara de una pieza teatral. Así que, si bien el ritmo del cómic pone de manifiesto la importancia de la historia, creo que tuvimos bastante espacio como para profundizar algunos de los personajes.

EEI: Leyendo tu novela gráfica llegamos a pensar en la pandemia actual. Efectivamente, uno de los temas del guión de O’Bannon se refiere a qué hacer ante la contaminación biológica. El alienígena no sería solo una metáfora para “el otro”, “lo desconocido”, ya que representaría también algo más tangible, un virus y su consecuencia. ¿Cuánta resonancia dirías que tiene el guión de O’Bannon con nuestro contexto histórico?

C.S.: Desafortunadamente es algo recurrente en la historia de la humanidad. Y esto porque muchas personas, también hoy en día, prefieren no creer en la ciencia y hacer como nada, actuando como siempre han hecho, lo cual provoca la muerte de otras personas. Por esta razón, en el libro Roby es la voz de la razón: no quería que los infectados subieran, quería que estuvieran en cuarentena, o sea que quería seguir las reglas. Pero, como hoy en día, había personas que no estaban de acuerdo con los procedimientos, lo cual significa que el paso siguiente no podía ser sino, naturalmente, la muerte. Algo parecido a nuestra situación, ¿verdad?

Sitio oficial de Cristiano Seixas

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