Me gustaría empezar la crónica del festival diciendo que la programación del BAFF nos adelanta un ramillete de películas orientales que podrán verse próximamente en nuestras pantallas. Pero eso sabemos que no es cierto. ¿Casual que uno de los premios sea destinado a garantizar la exhibición de una película seleccionada? Siguiendo el hilo, este año ha recaído el galardón en Vengeance de Johnnie To, film que ha pasado por dos festivales españoles (Sitges y San Sebastián), tras su primer pase internacional en Cannes. No dudo de la veracidad del premio pero se me plantea un interrogante. ¿De verdad que este estimable film ha estado vagando en el limbo de los festivales durante un año sin que nadie se interesase por él para exhibirlo en nuestras pantallas? ¿Ha tenido que pasarse por el BAFF y llevarse el premio para garantizar su estreno en pantallas españolas? Permítanme mi estado de perplejidad. Por más que sea una triste evidencia recurrente, nunca deja de sorprenderme. Así las cosas, el BAFF no solo es una plataforma para que Barcelona tenga acceso a una selección de cine oriental. No, como ellos mismos nos indican de forma muy acertada en su programa, dejémonos de exotismos y hablemos de cine, sin más, sin nacionalidades.
La excepcionalidad de este cine no reside en ambientarse en lugares remotos o en culturas ajenas a la occidental. No, las líneas maestras del BAFF apuntan en otra dirección. No faltan obras, dentro de su singularidad, que llaman a un público amplio y para ello adoptan recursos occidentales facilitando una mejor viabilidad internacional. Piensa global, actúa local, una proclama ecologista que bien puede trasladarse a ciertos filmes vistos en esta edición. Necesarios, ya que el BAFF no quiere parcelar en exceso su público potencial y estos largometrajes pueden permitirle una expansión a un tipo de público que no sea el estrictamente especializado. Es el caso de la ganadora del Durián de Oro, el premio más importante del certamen, Au revoir Taipei de Arvin Chen. Es una película de Taiwán, sí, pero con un espíritu de comedia romántica neoyorkina de los años ochenta. Si la hubiese rodado Woody Allen, toda la crítica estaría encantada porque habría vuelto la magia del realizador neoyorkino. Otras películas como la india Road, movie o At the end of daybreak, que tuvo una mención especial por el jurado, también van en esta línea. Porque en la edición de este año es destacable la presencia de películas en las que el cine se mira a sí mismo. Ya no nos devuelven una mirada del mundo, sino una evocación memorística del legado cinematográfico (principalmente occidental). A las mencionadas podemos sumar Luck by chance, que de forma significativa dio paso a la inauguración. En tono suavecito nos habla de los entresijos de la industria del cine indio. Pero el artificio está construido de tal manera que todo el engrasado no se fundamenta en la idea de revelar, sino en la reverberación de los clichés arquetípicos del subgénero de cine dentro del cine.
Y hablando de aparatosidad, el petulante taiwanés Tsai Ming Liang nos martiriza con su homenaje maternal (soy la madre y lo denuncio). Pero por encima de todo e incluso de sus propias autocitas, Visage quiere ser un homenaje a François Truffaut. Pero los cincuenta años de la Nouvelle vague no se quedan aquí. También Where are you?, casualidades de la vida, coincide en la doble dedicatoria (familiar y cinematográfica) de Tsai Ming Liang. Aquí se evoca a Antoine Doiniel y a su padre. Seguimos, porque en Corea del Sur también se acuerdan. La prueba la tenemos con Café Noir, dirigida por un ex crítico de cine, como lo fueron Truffaut o Godard. Y como todo no puede ser de color de rosa en el atracón fílmico que nos da el festival, la película coreana es un agotador ejercicio cinematográfico, que tuvo el honor de protagonizar la única deserción masiva que he visto en todas las proyecciones en las que he asistido. A mí personalmente, me provocó unos instintos asesinos hacia una insoportable mujer con un poncho que no se callaba ni debajo del agua. Si el señor Jung Sung-il quería agotar la paciencia del espectador, le felicito. Los pocos que nos quedamos hasta el final de más de tres horas interminables, ya en su último tramo, nos tomábamos a chanza la obsesión del director por alargar innecesariamente el metraje.
La referencia a la Nouvelle Vague, cuya digestión mal entendida puede provocar los dos grandes errores vistos en el festival, también nos apunta hacia uno de los ejes cardinales de la programación cinematográfica. Y es que por encima de todo, acercarse al BAFF supone tener acceso al cine de la resistencia. Si me permiten la calificación, me entenderán fácilmente. Aunque el premio a Au revoir Taipei, en apariencia, no parezca que nos dé la razón, el premio NETPAC a Between two worlds sí que nos valida la denominación. Películas de la sección oficial como la filipina Aurora, la malaya Karaoke, la tailandesa Mundane Story, y dentro de la sección Sudeste asiático, largometrajes como Children metal divers (Premio D-Cinema a mejor película digital) o Manila, nos certifican que el BAFF es una imprescindible puerta a un cine alternativo. Para ello, este grupo de películas citadas, con un cierto tono funerario, todo sea dicho de paso, dialogan con la modernidad de los nuevos cines de los años sesenta, explosionados desde la aparición de la Nouvelle Vague. Aunque parezca contradictoria, esta oposición, establece una conexión con las rémoras de un pasado que pareció agotarse cuando las ofrendas idealistas perecieron en los años ochenta. Gran parte del cine asiático, especialmente los nombres que despuntan internacionalmente desde Filipinas y Malasia en los últimos años, se obcecan en recoger el testigo de la modernidad. La promesa sigue viva. Y el BAFF, edición a edición, lo testimonia. Por eso Filipinas y Malasia tienen este año una sección aparte. Y por eso mismo, el anime, por fin, con su particular forma de entender la animación, tiene un espacio destacado en el festival. Prometen que se ampliará en posteriores ediciones. No mienten, seguro. El público les ha dado la razón. Tres sold-out para One piece film: strong world y premio del público. Y calurosísima acogida para Summer wars y Red line.
Siguiendo la estela del anime, un festival de cine, qué duda cabe, es una plataforma de difusión cultural. Y por si se albergan dudas, el BAFF alojaba en el CCCB (Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona), sesiones gratuitas que nos permiten hacernos una idea de la producción que se está realizando actualmente, con películas como Evangelion 1.0 You are (not) alone o The sky crawlers. De esta manera, se legitima el anime (algo que no discuto) como una línea cultural contemporánea proyectada en el principal estadio de la ciudad a tal fin. Por ello, también era el principal marco para la sección Emergentes. Como su nombre indica, películas debut, en su mayoría, oferta gratuita, con la participación de sus directores. Para que tomemos nota de lo que ya se está apuntando por nuevas voces en el contexto oriental. Lamentablemente, dado que todavía no es posible la clonación, por coincidencia de horarios, hemos tenido que dejar aparcado gran parte de lo proyectado en el CCCB si no queríamos descuidar las secciones capitales.
Así las cosas, los que nos acercamos con delectación hacia el cine que viene de Oriente, no lo hacemos por elitismo o sibaritismo. No, lo hacemos conscientemente, porque en nuestra exigencia de calidad, sabemos que desde allí, podremos ver aquello que los circuitos de exhibición masivos nos niegan. No solo un cine alternativo y singular opuesto al clasicismo narrativo sino que además, nos ofrecen siempre grandes tesoros y solventes ficciones, que desgraciadamente, cada vez son más escasas en el cine occidental dominado por la hegemonía norteamericana. Corea del Sur nos lo demuestra año a año. Y para quien lo desconozca, el BAFF este año nos ha ofrecido una cuidadísima selección mediante Focus Corea del Sur en la que no han olvidado ningún gran nombre imprescindible para todo aquel que exija calidad. Los neófitos podrán haberse dado cuenta que algo grande se cuece en Corea del Sur con películas como Memories of murder (para el que esto escribe una de las mejores películas de la década pasada), o The coast guard. Y fuera de la sección panorámica, Mother o la divertidísima Running turtle.
Bien, todo ello lo veremos con detalle en las páginas que siguen. Pero antes, no quiero cerrar sin mojarme. Mis oídos y retinas cansados y agotados de todo lo visto, sin contar Vengeance que también, se decantaron por tres propuestas, que casualmente, provienen del siempre valedor Japón. La citada Summer wars, Dear Doctor y Parade.
En las páginas que siguen, os detallamos pormenorizadamente una a una las películas vistas en las dos secciones más importantes, la Oficial y Asia Selection y dejamos para el nº siguiente un dossier centrado en el anime proyectado en el BAFF. Como ellos mismos lo estructuraron, el BAFF anime fue un mini-festival dentro de un festival. Y a ese orden organizativo, nos sumamos nosotros. Que disfrutéis.
Palmarés:
Durián de Oro: Au revoir Taipei (Yiya Taibei), Arvin Chen, Taiwán-EUA, 2010
Mención especial: At the end of daybreak (Sham Moh), Ho Yuhang, Malasia-Hong Kong-Corea del Sur, 2009
NETPAC: Between two worlds (Ahasin Wetei), Vimukthi Jayasundara, Sri Lanka-Francia, 2009
Premio a la Distribución: Vengeance (Fuk sau), Johnnie To, Hong Kong-Francia, 2009
Premio D-Cinema: Children Metal divers (Bakal boys), Ralston Jover, Filipinas, 2009
Premio del Público: One piece film: Strong world, Munehisa Sakai, Japón, 2009