Tres dí­as de paz y música

Destino: Woodstock (Taking Woodstock). Ang Lee , EUA, 2009
Por Liliana Saéz

Mientras que a finales de los sesenta, en Latinoamérica se vivía la euforia revolucionaria, cuyo modelo representaba una joven Cuba, Cartel Destino Woodstocken los Estados Unidos, esa euforia se volcó hacia un movimiento que surgió como reacción a una política segregacionista, a un feroz capitalismo y a una política colonialista, que vio su mejor expresión en la guerra de Vietnam.

El movimiento hippie y el flower power surgieron como una corriente renovadora, que movió las estructuras de la anquilosada sociedad norteamericana, que había logrado al fin un estilo de vida soñado. Los jóvenes daban, así, el portazo a los avances del gigante del Norte, que como Superman velaba por la "libertad y la justicia" en un mundo que se disputaba con aquel otro monolito que constituía la Unión Soviética.

En Taking Woodstock, Ang Lee retrata ese soplo de aliento fresco que pateó la estabilidad de las instituciones, de la moda, de la música... norteamericanas; un modo de ver la vida desde otros cristales y con un espíritu pacífico que sólo podría haber triunfado si no hubiera estado teñido de tanto idealismo.

Es a esa generación, a caballo entre la familia tradicional y la convivencia comunitaria (previa a la actual familia disfuncional), a la que pertenece el héroe que retrata Ang Lee en Taking Woodstock: "Después de hacer varias películas trágicas, me apetecía rodar una comedia que, además, careciera de cinismo. Es una historia sobre la liberación, la honestidad, la tolerancia y un espíritu ingenuo que no podemos ni debemos perder", afirma el director. Y para ello eligió adaptar el libro de Elliot Tiber y Tom Monte, Taking Woodstock: A True Story of A Riot, A Concert, and A Life.

Corre 1969 y Elliot Tiber, un joven que posterga sus estudios en Nueva York, vuelve a su pueblo rural para ayudar a sus padres económicamente. Una vez en el lugar, también ve la oportunidad de hacer crecer la región con sus modernas ideas. Habituado a una especie de burocracia absurda, instala la costumbre de montar espectáculos (obras de teatro, pequeños festivales, etc.), con el fin de recaudar dinero para el progreso de la comarca. En ese entorno, y ante la noticia de que un pueblo cercano ha denegado el permiso para realizar un festival de música, entusiasma a los vecinos de Bethel para que se ofrezcan a ser los anfitriones del famoso evento musical.

A partir de aquí se despierta en la región la inventiva de sus pobladores, quienes explotarán sus recursos e imaginación para aprovechar la visita de los populares músicos y del multitudinario público que convocarán. Un público de medio millón de personas que históricamente duplicará la cifra estimada de los organizadores.

Taking WoodstockEn esa explosión de color, alegría y libertad que se instalará en los campos de Bethel, Elliot descubrirá una nueva opción de vida y la verdadera inclinación materna hacia la avaricia. En un evocativo plano de Greed (Erich von Stroheim), Ang Lee nos ofrece la imagen de una madre avara que no sólo ha dominado la vida de su marido y de su hijo, sino que también los ha puesto al servicio de esa pulsión materialista.

Si bien el trasfondo del film es el famoso festival, Ang Lee prefiere detenerse en el retrato de sus pobladores y, en especial, de los padres de Elliot. El íntimo entorno familiar del hotel que regentea la madre es bien ilustrativo de un modo de vida que ya necesita un cambio. El descubrimiento de los alucinógenos, el verdadero trip, logrado a través de atractivos y realistas efectos especiales, constituye para el joven Elliot, literalmente, un viaje iniciático, que podría ser revelador del ideal de toda su generación.

Si hubiera que buscar antecedentes, no podríamos obviar, al menos, dos obras que están latentes en las imágenes de este film. Una es aquella película pequeña, pero no por ello menos importante, de Milos Forman, basada en el musical homónimo: Hair (1979), de donde Taking Woodstock hereda el clima festivo, el desenfado y la apariencia de sus personajes, así como la constante presencia de la guerra como peligro latente que acecha un estado de frágil felicidad. Allí también se patenta, aunque a la inversa que aquí, esa dicotomía entre la vida rural y la urbana. La otra es obvia, el documental oscarizado de Michael Wadleight, Woodstock (1970), cuya fama trascendió más aún, cuando se conoció que el montaje lo había realizado un joven Martin Scorsese. Si bien en el film de Ang Lee no vemos el festival, esas tribus coloridas que toman el lugar por asalto para vivir los tres días de amor y paz que prometía el evento, están obviamente, inspiradas en las imágenes del documental.

Hoy, cuarenta años después, Scorsese recuerda el hecho de la siguiente manera: "No sé a cuánta gente esperaban ese fin de semana, Taking Woodstockpero desde luego no a medio millón. Y estaban sobrepasados a todos los niveles: comida, saneamiento, staff médico. Las torres de focos amenazaban con desplomarse y los campos se estaban transformando en un mar de barro. No es ningún misterio por qué esa multitud fue hasta Woodstock: Era la promesa de escuchar a tantos grandes músicos en un solo lugar, en un corto periodo de tiempo. Para algunos puede ser un misterio cómo, de principio a fin, Woodstock fue un encuentro pacífico". Aunque la historia de Ang Lee ha incluido escenas que plantean el aspecto económico del festival, realmente el peso del film está puesto en ese espíritu que Scorsese describe tan bien.

Sin embargo, luego de internarnos en la historia de nuestro personaje, su familia y sus vecinos, en los pormenores organizativos y económicos de la empresa, lo que nos queda, la imagen que se patenta en nuestro cerebro como ícono del film, es esa especie de campo donde se instalan los hippies que, con la lluvia quedan embarrados y, al finalizar el festival, levantarán sus mochilas para abandonar el lugar. La escena es simple. Sin embargo, hay una segunda lectura en esas huestes que se han instalado en los campos de Bethel y que nos recuerdan a Vietnam, más allá de la literalidad que implica la presencia del joven combatiente trastornado o del maduro travesti que ha sobrevivido el combate. Ese final de seres camuflados por el barro, como los soldados; de tractores que levantan la basura dejada, como los tanques militares; de los guías que van indicando por dónde dirigirse, como los comandantes... no puede dejar de sugerirnos el verdadero motivo de esa revolucionaria manera de ver la vida.

Ficha técnica:

Destino: Woodstock (Taking Woodstock), EUA, 2009

Dirección: Ang Lee
Producción: Kess Kasander y Nick Laws
Guión: James Schamus
Fotografía: Eric Gautier
Música: Danny Elfman
Montaje: Tim Squyres
Interpretación: Henry Goodman, Liev Schreiber, Emile Hirsch, Demetri Martin

 

 

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