Enfrentarse a Love exposure es tratar de navegar por un caudal rebosante de agua. Y sin duda alguna, uno de sus afluentes principales es el exceso. Ya desde su hiperbolizado metraje de 237 minutos para una película que se dirige a un público joven, se nos presenta un largometraje-cóctel, que combina sin pudor alguno y con un sentido del humor muy desvergonzado, elementos como: fetichismo, religión, sexo, acción, humor, melodrama, gore, amor, etc.
Con una primera hora fascinante (el capítulo previo al cartel de la película), la mejor virtud del largometraje es la ausencia de conflictos en la combinación de diferentes materiales, tonos y texturas formales, sin solución de contigüidad. Todo transcurre con una inusual normalidad. Y donde no existen jerarquías. ¡Oh!, el intelectual en la torre de marfil puede verse sobresaltado cuando se mezclan citas bíblicas extensas con erecciones desproporcionadas, o braguitas con el Bolero de Ravel. Todo en el mismo contenedor.
Es, sin duda, un film con una clara naturaleza alucinatoria y que centra sus esfuerzos en articular un discurso, en clave festiva, en un primer tramo para pasar a una escala más solemne y dramática, sobre cómo la religión manifiesta la insuficiencia de la razón en la lucha del hombre por sostenerse en el mundo. Y los peligros que de ello se derivan en este panteísmo contemporáneo, en el que, una vez que la religión católica ha perdido su hegemonía, la desorientación del sujeto y su todavía necesaria voluntad de trascendencia, le convierte en una presa fácil de sectas como la que se despliega narrativamente en la segunda mitad del largometraje, la Iglesia Cero[1].
En este misticismo también se construye un romanticismo que juega con la ambigüedad esquiva de la imagen. Es decir, Sion Sono construye un amor que navega en las ideas, por tanto, nada físico. Yu (Takahiro Nishijima), en un claro complejo de Edipo nada disimulado, mediante la imagen icónica de la Virgen María, se enamora perdidamente de Yoko (Hikari Mitsushima), creyendo encontrar en ella, esa imagen pura de mujer que ha construido desde su infancia. Yoko se enamora de Sasori (Yu travestido) en los mismos términos. Fruto de su desprecio a los hombres y bajo el paraguas de su concepción platónica del amor. En el que entiende que el amado debe venir al rescate.
Vayamos por partes. Que ese amor se traduzca en instantáneas erecciones en el caso de Yu o que en el caso de Yoko le haga dudar de su identidad sexual, no vincula este sentimentalismo al aspecto terrenal del cuerpo. Al contrario, sigue inalterable la coherencia. Ya que, en el caso de Yu, es evidente la actitud gamberra y provocativa (un tanto naïf e inocente, todo hay que decirlo), de relacionar iconos religiosos con erecciones. Con ello, haciendo uso del sarcasmo, desacraliza el aspecto católico, a la vez que le pierde el respeto. Digamos que lo baja al mismo terreno pop en el que enclava su film. Además, esa irreverencia le permite relacionar su film con el manga y anime, en cuanto se sirve de un guiño típicamente explotado en un género del anime. Pero no solo eso. Toda la parte sexual del film, con un claro sentido infantilizado, bebe directamente del echi. Laura Montero[2] nos dice que es un género para adolescentes masculinos entre trece y dieciocho años, que se centra en el despertar sexual de los protagonistas. Nos sigue diciendo que: echi vendría a significar picante o subido de tono (...) presenta por lo general a un adolescente atolondrado y no muy avezado en las relaciones con el sexo opuesto que aspira a tener una relación amorosa y sexual.
El enredo sexual, que es algo consustancial a dicha formalización, también está presente en Love exposure. Lo cual nos confirma que estamos ante un largometraje echi en carne y hueso. Una vez más, en el abordaje al cine nipón reciente, el contexto permite que deduzcamos el sentido.
Precisamente, esta voluntad, de centrarse en la espiritualidad exacerbada como una supra realidad que condiciona las voluntades de sus personajes, es la que le permite articular un nervio basado en el delirio y la excentricidad y, sobre ellas, sustenta las partes cómicas (impagable el entrenamiento de fotógrafos caza-braguitas) y la parte romántica, la cual nos conduce inexorablemente a un amor fou. De esta manera, se llevan hasta el paroxismo las situaciones tratadas y se estiran hasta la extenuación los planteamientos. Algo que también permite un tour de force interpretativo a sus actores, destacando la escena en plano fijo de Yoko recitando íntegramente todo el pasaje de la Biblia, Corintios 13.
En fin, metraje no le falta y de tal amplitud decide hacer un uso claramente barroco. No tanto para diversificarse, sino para llevar hasta la exasperación los senderos narrativos ya apuntados en su primera mitad. Perdón por la insistencia, pero ¿no es un mismo rasgo común compartido con el anime y el manga? Lo cual no conlleva necesariamente un criterio de valor (negativo). Pero da el aviso a todo aquel que guste de propuestas sobrias. Si es el caso, ésta no es su película.
Love exposure, película que se sirve del exceso para hacer confluir en ella fuerzas expansivas que beben de la cultura popular, entendida como un conglomerado de elementos válidos, sea cual fuere la procedencia. La elasticidad del sistema organizativo y la actitud claramente de llevarlo todo hasta sus consecuencias extremas, no choca con la intención de establecer un producto estable y coherente consigo mismo.
Así que, límpiense los ojos, déjense sentirse como adolescentes durante cuatro horas y disfruten.
[1] Dicha secta ficticia recuerda a la secta real Aum ShinrikyÅ que atentó con gas sarín en el metro de Tokio en 1995, considerándose uno de los más terribles actos terroristas sufridos en Japón.
[2] Montero, Laura: La era de la formalización en Navarro, José Antonio (coord.): Cine de animación japonés. San Sebastián, Donostia Kultura, 2003, pág. 203.
Festival de Cine Asiático de Barcelona (BAFF), 2009. Premio del público.
Festival de Berlín, 2009. Premio FIPRESCI y Premio Caligari Film.
Ficha técnica:
Love exposure (Ai no mukidashi), Japón, 2008
Dirección: Sion Sono
Producción: Yutaka Morohashi
Guión: Sion Sono
Fotografía: Souhei Tanigawa
Música: Tomohide Harada
Interpretación: Takahiro Nishijima, Hikari Mitsushima, Sakura Ando, Hiroyuke Onoue, Yutaka Shimizu, Atsuro Watabe