Críticas

Interconexiones eternas

Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly

Saint Omer. Alice Diop. Francia, 2022.

SaintOmer.ElpueblocontraLaurenceColyCartelAlice Diop, directora y guionista francesa de origen senegalés, ha dedicado su trayectoria profesional, desde 2015, a la realización de cortos y medios documentales, siendo Nous (2021) su primera incursión en el largometraje. En él se adentra en un mosaico ferroviario que de forma humanista captura la cercanía física junto a la lejanía tangible de dos mundos en los que uno de ellos, el de la casta dominante, ejerce todo su poderío sobre el otro. Un acercamiento a la sociedad francesa desde los suburbios parisinos, intentando trazar una red simbólica entre una línea de trenes y la emigración que llegó al país galo para trabajar, en los años 60 del siglo pasado, y allí permaneció. Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly, es su primer largometraje de ficción, ganador en Venecia, entre otros, del León de Plata. En esta ocasión, nos describe con minuciosidad el desarrollo de un juicio contra una mujer de origen senegalés acusada de matar a su bebé de 15 meses. Al mismo asiste otra joven, una profesora y novelista del mismo origen, con la intención de documentarse para un libro que está escribiendo en una reinvención del mito de Medea. 

El filme está basado en unos hechos reales, en el proceso contra Fabienne Kabou, al que la realizadora asistió como oyente en 2016, encontrándose embarazada. La fémina juzgada es Laurence Coly, interpretada por Guslagie Malanda. La escritora es Rama, encarnada en pantalla por la actriz Kayije Kagame. La idoneidad de ambas actuaciones viene apoyada por el contexto fílmico. Huyendo del histrionismo, proporcionan densidad a sus personajes mediante la contención, los silencios, las miradas… De manera penetrante, consiguen llevar al espectador entre caminos pantanosos que serpentean el racismo, el colonialismo, la soledad, la inmigración, la maternidad, el estado mental, el machismo, el aislamiento o las relaciones entre madres e hijas. Demasiados elementos que, paradójicamente, ofrecen un panorama que huye de la superficialidad y se interna en oscuros recovecos de traumas, miedos y extrañezas. Todo, armado con el escudo de un cine de juicios, concretamente en el prototipo norteamericano de procesos seguidos por causas penales. Las extraordinarias obras clásicas como Testigo de cargo de Billy Wilder (Witness for the Prosecution, 1957),  Anatomía e un asesinato de Otto Preminger (Anatomy of a Murder, 1959) o Matar a un ruiseñor de Robert Mulligan (To Kill a Mockingbird, 1962), podrían ser grandes ejemplos. Y el tema central, salvando distancias, siempre o casi siempre lo encontramos en la dificultad para alcanzar la justicia. 

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En cuanto al tipo de delitos, sobre películas en las que el infanticidio obtiene alguna atención, nos acordamos de las dispares La edad de oro de Luis Buñuel (L’Âge d’or, 1930), Mandingo de Richard Fleischer (1975) o Maternity Blues de Fabrizio Cattani (2011). Además, debemos citar al filme de Pasolini Medea, de 1969, del que vemos un fragmento en el largometraje de Diop. Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly se inicia con las imágenes de una mujer abandonando a un bebé a orillas del mar. Un suceso terrible que el juicio contra la madre pretende esclarecer. Y en cuanto a la identidad del “monstruo” capaz de aquello no queda ninguna duda desde los inicios. Se parte de una declaración reconociendo que se abandonó a la niña pero desconociendo las razones, en espera de que el desarrollo del proceso ayude a averiguarlo. Mientras tanto, se suceden las preguntas, cuanto menos, “indiscretas” o incluso improcedentes de la jueza, al tiempo que el fiscal debe sostener la acusación y la abogada defensora buscar alguna salida que exima a la progenitora del delito. En tiempo real y declarándose inocente, escucharemos el testimonio de la inculpada reflexionando sobre los hechos, sus antecedentes, su desarrollo y sus razones o sinrazones. Verdades o mentiras que se irán enfrentando de forma meticulosa.

Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly. Una desafortunada traslación del título al castellano, enemigo de cualquier economía narrativa. Saint Omer indica la población predeterminada legalmente en la que la acusada debe ser juzgada. Como buena exponente del género judicial, la obra se sirve de los acontecimientos y sus circunstancias para hacer una disección de los prejuicios y los valores cuestionados por la sociedad, de las diferencias entre legalidad, moralidad o justicia. Así, nos adentramos en una dramaturgia clásica que renuncia a la espectacularidad en beneficio de la densidad dramática. Es una historia con dos protagonistas mujeres de clase media, de igual origen y raza, que se sigue con planos fijos y largos, la mayoría de ellos en la misma sala de juicios, y que juegan con la distancia para reflejar sentimientos profundos. La oralidad es el pilar del largometraje y, por tanto,  no resulta accidental que la procesada esté escribiendo su tesis sobre Ludwig Wittgenstein, el filósofo para el que el pensamiento es el lenguaje. Además, la faceta culta de Laurence sirve también para resaltar códigos racistas y clasistas sobre diferencias educacionales. 

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En los inicios del filme se utiliza la proyección de unas imágenes de archivo alusivas a lo que Marguerite Duras escribió para su libro Hiroshima, mon amour, obra que sirvió como guion de la película homónima de Alain Resnais (1959). Vemos a mujeres que fueron rapadas al ser colaboracionistas con los alemanes, la mayoría por pura supervivencia, tras la liberación de Francia por los aliados. ¿Culpables o víctimas? ¿Quizás ambas cosas? El paralelismo con la situación de Laurence es palpable. Y aunque el pelo puede volver a crecer como la vida continuar, las cicatrices que ambas situaciones dejan resultan imborrables. Y no queda duda de la postura de Diop en cuanto a la elección de una puesta en escena que prescinde conscientemente de mostrar imágenes sobre lo que se está contando, dejando que el espectador active su imaginación. A lo mejor es el momento de acordarnos de la novela de El extranjero de Albert Camus y de las circunstancias vitales de Meursault, que comete un crimen en apariencia inmotivado, desencadenante también de reflexiones sobre la condición humana, sobre la responsabilidad o la culpa, sobre la expulsión de la extranjería en cuanto negatividad de lo extraño…

Para Nietzsche, el cuerpo es el comienzo de todo, el punto de partida de toda inteligibilidad posible. Justamente el depositario de esas “células quiméricas” que se transmiten de madres a hijas, de hijas a madres, para permanecer en cada una de ellas para toda la eternidad. Con sensibilidad, la directora se rodea de personajes femeninos que pueden o no haber sido madres, pero seguro que han sido hijas. Jueza, abogada, acusada, secretaria… Ya sea en la sala de juicios, en líricos analepsis o en encuentros buscados o sobrevenidos. Como señalaba Rivette, “hacer una película es mostrar ciertas cosas y al mismo tiempo y por la misma operación mostrarlas de una cierta manera”. La autora es muy consciente del único deber del cineasta: abrir los ojos a la realidad y no falsificarla. Si un filme no sirve para ello, ¿para qué sirve? (Jean-Marie Straub y Danièle Huillet). Diop, como buena profesional del cine documental, tiene muy presente la eliminación de barreras entre dicho género y el de ficción, una revisión de los límites estéticos que empezaron a fraguarse con el neorrealismo italiano.

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Es probable que uno de los mayores logros de este filme sea conseguir que nos olvidemos de la lógica jurídica, de que un tribunal únicamente es el lugar de averiguar cómo se cometieron unos hechos y la culpabilidad o inocencia del autor o autora, atendiendo igualmente a circunstancias que pueden liberar de responsabilidad penal a quien haya cometido un delito. Por ejemplo, dictaminar si durante la comisión del hecho se sufrió un “impulso irresistible”, como se denominaría coloquialmente a los trastornos mentales que no permiten diferenciar entre el bien y el mal en la película de Otto Preminger, Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, 1959). Como diría el abogado defensor Paul Biegler (James Stewart), “la gente no suele ser buena o mala, suele ser ambas cosas”. 

Tráiler:

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Ficha técnica:

Saint Omer. El pueblo contra Laurence Coly (Saint Omer),  Francia, 2022.

Dirección: Alice Diop
Duración: 122 minutos
Guion: Alice Diop, Marie NDiaye, Amrita David
Producción: Srab Films
Fotografía: Claire Mathon
Reparto: Kayije Kagame, Guslagie Malanda, Valérie Dréville, Aurélia Petit, Xavier Maly, Robert Cantarella, Salimata Kamate, Thomas De Pourquery, Ege Güner, Atillahan Karagedik, Fatih Sahin, Salih Sigirci, Lionel Top

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