Mimosas

Festival de Cannes – 69ª Edición – 2016

En 2010, Óliver Laxe presentó, en la Quincena de los Realizadores, su primera obra, Todos vós sodes capitáns, con la que ganó el premio FIPRESCI. En aquella ocasión, Laxe partía de una propuesta documental y se sumergía poco a poco en la ficción. Con Mimosas, película con la que ha ganado el principal premio de la Semana de la Crítica, se interna en la ficción para ir profundizando en sus estratos hasta llegar a los límites del fantástico y adentrarse en él.

La película está dividida en tres episodios nombrados con las posiciones del rito del rezo musulmán: reverencia, levantamiento y postración. En Mimosas coexisten dos mundos alejados en un tiempo anacrónico y en un espacio también indefinido, surcado por taxis en mitad del desierto y recorrido por una comitiva formada por un grupo heterogéneo, que acompaña a un maestro sufí en un viaje a través de las montañas. Entre estos dos mundos separados existe un personaje en común, Shakib (Shakib Ben Omar), un enviado del futuro, que guiará la caravana hasta el final de su propósito, con la fe como motor impulsor, mientras se enfrentan a la fuerza de la naturaleza como algo también sagrado e inabarcable.

Laxe propone una historia sobre la sacralización de un mundo en el que todavía existe una búsqueda de la voluntad divina. La mística del viaje de Mimosas recuerda al recorrido interior que Lisandro Alonso nos narra en Jauja (2014), cuando el hombre camina sin rumbo, perdido en un espacio abierto que no le pertenece, solo guiado por su experiencia interior. Aquella era una introspección bien definida, como resultado de una ruptura total con lo anterior, mientras que en la historia de Laxe, la fe con sus credos es quien guía el viaje como una experiencia colectiva, en la que los cuestionamientos son desatinos que los alejan del camino ideado. Es por eso que Laxe filma los espacios abiertos con mucho gusto, pero sin ánimo de contemplación, tan solo como el camino por el que sus personajes avanzan en su aventura.