Melindros por palomitas

Por Arantxa Acosta

El Espectador Imaginario cumple dos años. Dos años de esfuerzos para crear lo que desde un inicio queríamos que fuese nuestra revista y, por tanto, también dos años llenos de alegría por haber visto nuestro proyecto salir adelante. Variadas secciones llenas de contenidos contrastados y de calidad, que, además, dentro de muy poco se verán ampliadas. Pero no adelantemos acontecimientos...

Marta conoce a Frank, Martin y Laurence
La verdad sobre perros y gatos
Hombre de familia
50 primeras citas
Orgullo y prejuicio
El diario de Noa

Si hace un año decidimos celebrar nuestro primer aniversario con un homenaje a los mejores films centrados en las estaciones del año, en este número queremos acercarnos un poco más a nuestros lectores, confesando alguna de las películas que podemos defender a capa y espada aunque no entren, ni por asomo, en el famoso libro 1001 películas que hay que ver antes de morir*.

¿Qué es y qué no es una película ñoña**?

Películas ñoñas**. También denominadas melindrosas, romanticonas o cursis. Y cuanto más tontas, mejor, más clavada en el asiento que te dejan. Esa es mi debilidad. Para alguien que cuenta entre sus películas favoritas La naranja mecánica (A Clockwork Orange, Standley Kubrick 1971), El club de la lucha (Fight Club, David Fincher 1999), Réquiem por un sueño (Requiem for a dream, Darren Aronofsky 2000) o American Psycho (Marry Harron, 2000) no es algo fácil de explicar... pero voy a intentarlo.

Para centrarnos un poco: evidentemente, no estoy hablando de grandes clásicos como Lo que el viento se llevó (Gone with the wind, Victor Fleming 1939), también en mi particular Top 3 y que no necesita presentación. Tampoco de comedias que trascienden ese contenido más sensiblero aunque hablen de amores imposibles o pastelosos, como podrían ser las casi de culto Cuando Harry encontró a Sally (When Harry met Sally, Rob Reiner 1989), que encumbró a Meg Ryan gracias a... ¡en fin! pero que destaca por un guión desternillante que le valió la nominación al Oscar y que eleva a la máxima potencia la interpretación de Billy Crystall; o Tienes un e-m@il (You've got mail, Nora Ephron 1998) adaptación a nuestros tiempos de la gran The shop around the corner (Ernst Lubitsch, 1940) y que supone uno de los films generacionales, por considerar la tecnología como uno de los protagonistas indiscutibles, más importantes de nuestra época. Tampoco, por supuesto, me refiero a la que seguro es la historia de amor más bizarra, increíble y no obstante entrañable que se haya rodado nunca: ¡Olvídate de mí! (Eternal Sunshine of the Spotless Mind, Michel Gondry 2004)...

No, me refiero a las que podrían llamarse "malas", bajo un ojo crítico. Malas por sus previsibles guiones, por sus fallos de producción, por el uso de la técnica básica plano-contraplano, y poco más... pero que, por una razón u otra, nos "llegan" y vale la pena verlas. Al fin y al cabo, por algo nos mantienen atentos, ¿verdad? Si bien es verdad que podemos encontrar ejemplos que no se salvan de la quema (y no pondré ejemplos para no herir sensibilidades), quiero compartir con vosotros seis que, tanto por su temática o por su originalidad, son interesantes.


¿Por qué ver...?: Tres tándems de películas ñoñas que deberían verse al menos una vez

La mayoría de películas de un mismo género pueden agruparse en función de los recursos utilizados, del tema central tratado o por sus similitudes en el guión (que, en este caso suelen ser muchas). Quizá lo más bonito es que, llueva o haga sol, siempre, siempre, acaban bien. Chico-conoce-a-chica-algo-pasa-acaban-besándose-por-fin-y-vivirán-felices-para-siempre. Buen resumen, ¿verdad? Así que aunque no podemos hablar del género melindroso como tal (en todo caso se trata de un subgénero bastante extendido), sí voy a agrupar las seis recomendaciones en tres temas genéricos en los que seguro podréis vosotros mismos añadir muchas más películas que tendrían su sitio en esta particular clasificación:

Opción 1. Cuando el amor nos asalta aunque no queramos o cómo los equívocos nos ayudan a alcanzar nuestro destino

De estas hay muchas... ¡muchísimas! Pero destacaré dos de las menos conocidas.
Marta conoce a Frank, Martin y Laurence (Nick Hamm, 1998) es una divertida comedia inglesa en la que una estadounidense conoce durante su primer día en Londres a tres hombres diferentes, que resultarán ser amigos desde la infancia. Cada uno de ellos explicará a los otros cómo de maravillosa es la chica con la que acaban de encontrarse, sin saber que están hablando de la misma. Por supuesto, cuando se den cuenta harán todo lo posible por conseguir su amor antes que salvar su amistad.

El film es interesante por diversos motivos, entre ellos, nos damos cuenta de que los ingleses tienen un humor tan particular, que se les dan mucho mejor este tipo de comedias románticas, un pelín más  inteligentes que a los americanos (sólo hay que ver ejemplos como Love Actually, Richard Curtis, 2003). Otra baza de la película es haber contado con tres de los actores con más talento del momento, y que finalmente tuvieron carreras muy dispares: Rufus Sewell, el que menos prometía, es el que ha triunfado a los dos lados del océano, demostrando que no se le resisten ni los papeles cómicos ni, mucho menos, los dramáticos. Siguió sus pasos Tom Hollander, otro gran actor conocido básicamente por sus papeles de secundario en grandes producciones, y cuyo rol más destacable en los últimos años es el de In the Loop (Armando Ianucci, 2009). Finalmente, el protagonista de la película que nos ocupa, un Joseph Fiennes de poco antes de saltar a la fama mundial con Shakespeare in Love (John Madden 1998, otra de esas que tendría cabida en esta sección, aunque ganase siete Oscar), y cuya estrella hemos ido viendo apagarse poco a poco.

Por último, no deja de ser interesante darse cuenta de que el director es el mismo que años después dirigió el interesante thriller claustrofóbico The Hole (2001).

Marta conoce a Frank, Martin y Laurence



El film que pongo en el otro lado de la balanza es La verdad sobre perros y gatos (The truth about cats & dogs, Michael Lehmann 1996), comedia romántica americana basada en el engaño al protagonista sobre quién es, físicamente, la chica que le gusta y a la que sólo ha oído por la radio o ha conversado por teléfono. Mucho más simple que la anterior, pero que a muchas nos da esperanzas de que podemos encontrar al chico de nuestros sueños... aunque no seamos Uma Thurman. Técnicamente muy pobre, no nos extraña que Lehmann haya visto la luz dedicándose a dirigir capítulos de series de televisión como Californication o True Blood.

La verdad sobre perros y gatos



Opción 2. "Where is my mind?" o  los cambios mentales como motor para recrear la historia de amor

Si antes citaba la gran película de Michel Gondry en la que la protagonista decide borrar los recuerdos de su relación pasada, nos adentramos ahora en dos propuestas algo menos fantasiosas pero también efectivas, a su manera.

Hombre de familia (Family man, Brett Radner 2000) cuenta la historia de un adinerado, soltero (y estúpido) hombre de negocios que cree que lo ha conseguido todo en la vida, hasta que la magia de la Navidad (otro gran subgénero) le transporta para vivir la vida que hubiese tenido si no hubiese dejado años atrás a su novia para prosperar en Londres. Se dará cuenta de que, aunque pobres como ratas, tener una familia es lo verdaderamente importante. Este es el mensaje principal.

Hay escenas realmente desternillantes, como en la que la mujer del aún incrédulo protagonista  le regala un traje imitación de Ermenegildo Zegna después de no haberle dejado comprar el auténtico en los grandes almacenes. Quizá uno de los mejores papeles en los que podemos ver a Nicholas Cage (porque no sabemos qué le está pasando en los últimos años), muy alejado de sus personajes más comunes e irradiando credibilidad. El único pero a este film en cuanto a su guión es que el final es más pastel de lo habitual (¿quién puede creerse que cuando vuelve a su vida real encuentra a la chica, que, a su vez, es adinerada, soltera y estúpida?). Pero, bueno, debe ser, como decíamos, la magia de la Navidad.

Family man



En el otro extremo encontramos 50 primeras citas (50 first dates, Peter Segal 2004), film cuyo único propósito es entretener con los chistes más estúpidos que uno se pueda imaginar (todas las escenas en el acuario son para echarse a llorar, literalmente), pero que consigue, de paso, crear un hilo argumental decente para la historia de amor. Y quién diría que puede tejerse ese hilo conductor teniendo en cuenta que el tema central gira en torno a todo lo que tiene que inventarse un chico, un Adam Sandler que ha sabido sacar provecho de su faceta más infantil, para que su amada, una Drew Barrymore en horas bajas, le recuerde (o al menos no le ignore) cada mañana... todo porque ella tuvo un accidente un año atrás y pierde la memoria a corto plazo. Así, nos encontramos ante un film a caballo entre Memento (Christopher Nolan, 2000) y Leyendas de Pasión (Legends of the fall, Edward Swick 1994) pero evidentemente sin la inteligencia de la primera ni el glamour de la segunda. Producto básico donde los haya, destaca porque ¿a quién no le gustaría saber que otra persona te quiere tanto que llegaría hasta el fin del mundo -o a la Antártida- para estar contigo? Pues eso.

50 primeras citas



Opción 3. Hagamos una de época y seguro que la historia vende, o cómo la tensión sexual tiene siempre su máximo esplendor bajo un torrente de agua

Dejo para el final dos películas que se tienen en muchísima mejor consideración, y con razón, pero que no podía olvidar por elevar el grado de romanticismo a un nivel tal que, inevitablemente, acabas llorando (un torrente) de emoción.

La primera es la estupenda versión que Joe Wright llevó a la gran pantalla del clásico de Jane Austen, Orgullo y Prejuicio (Pride& Prejudice, 2005). Criticada por los devotos a la famosa miniserie de la BBC que no podían creer que alguien distinto a Colin Firth pudiese interpretar a Mr. Darcy, además de haber sacrificado la aparición de múltiples personajes secundarios (con toda la razón si se quiere mantener un metraje digno), el director supo condensar toda la esencia de la novela en este film centrado exclusivamente en la relación entre Elisabeth Bennet y Darcy. Una relación, por todos conocida, que tras tanto devaneo y (cómo no) final feliz, deja en evidencia lo que la novelista quería: los problemas que cualquier familia de la época podía llegar a tener si no casaban a las féminas, además de la imposibilidad de "saltar", y mucho menos por amor, a un nivel superior de la jerarquía social (de hecho, la historia es, hasta en la vida real, de imposible desenlace, la verdadera historia de desamor de la propia Jane Austen con Tom Lefroy, recreada en Becoming Jane, Julian Jarrold, 2007).  Actores jóvenes para una historia sin edad, pero que se mantiene escenificada en el inicio del siglo XIX, tanto para ser fiel a la novela homónima como para dotarla de un halo más romántico. Y claro, una de las mejores escenas de la película, cuando Darcy confiesa su amor a la segunda de los Bennet, es bajo la lluvia:

Orgullo y Prejuicio



¡Ah! La última para esta particular revisión tenía que ser, cómo no, El diario de Noah (The Notebook, Nick Cassavettes 2004). Encumbrada por muchos y aborrecida por otros tantos (normalmente novios que hacen y ven lo que sea para no enfadar a su chica), el film de Cassavettes es, seguramente, una de las historias más previsibles dentro de este subgénero edulcorado, aunque hay que reconocer que la idílica ambientación, la excelente música de Aaron Zigman y, por encima de todo, las buenas interpretaciones (destacando por supuesto a Ryan Goslin, que consigue que no se nos atragante el enamorado-hasta-la-médula Noah) hacen de la adaptación de la novela de Nicholas Sparks uno de los films románticos de obligado visionado para amantes del género... y que seguro todos han visto ya.

Adjuntamos la secuencia cuyo apoteósico final (bajo la lluvia, claro) supuso a la pareja protagonista el premio MTV Movie Award al mejor beso...

El diario de Noah



En definitiva: un conjunto de recomendaciones para amantes de películas que hay que ver sentado en el sofá con una mantita y disfrutando de un chocolate con melindros para acabar de endulzar el tema. Si, además (como es mi caso), corren por vuestras venas horas y horas de ciencia ficción, una recomendación final: conseguid TiMER (Jac Schaeffer, 2009) como sea.

Fuentes/Aclaraciones:
* Steven Scheider, Ed. Grijalbo, 2010.

**Ñoño (es español, que ya he leído que en México es la traducción de nerd... y no es el caso que nos ocupa): remilgado, melindroso, gazmoño, blandengue, cursi....

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