Críticas

Ichi-go, ichi-e

Living

Oliver Hermanus. Reino Unido, 2022.

living cartelSoplan vientos de cambio. El destino, implacable, hace cambiar la veleta. La ceremonia del té es la clave para comprender las nuevas coordenadas del protagonista.

De un modo caprichoso se muestran nuevos caminos. Las emociones insondables sobrevuelan, más allá de los diálogos, todo el guion.

Ese hermanamiento cultural que acerca a Londres y a Japón nos ofrece la versión más flemática del presentacionalismo de Akira Kurosawa (1910-1998). La película fuente es Vivir (1952), un trabajo que, en forma, es una fiel adaptación del clásico nipón y,  en fondo, nos sigue recordando otros muchos títulos, dispares y atemporales, que comparten nexo común. Imágenes de Qué bello es vivir (Frank Capra, 1946), con James Stewart (1908-1997), Truman (Cesc Gay, 2015) o Dinosaurio (Eric Leighton, 2000) son ejemplos muy distintos que nos evocan la importancia de no rendirse, seguir hacia adelante y no dejar de creer. Alegorías que generan sensaciones, muestran la contemporaneidad de una historia eterna.

Con sobria puntualidad, honor y rectitud se nos ofrece una nueva versión de la sinopsis inicial y revisando el clásico oriental extrae, fiel a su estilo, toda su esencia. Gestos y maneras de un gentleman inglés se cuelan en la historia que trasciende épocas y culturas.

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La versión del director sudafricano Oliver Hermanus (Ciudad del Cabo, 1983) presenta un relato más adaptado a sus gustos y maneras. Las desigualdades estructurales, percibidas desde su perspectiva, generan un punto de vista subjetivo que enriquece sobremanera el conocido argumento. Un proceso de transformación inevitable va moldeando la escena. Los personajes, dejándose llevar por ella, también modifican sus actuaciones. Diálogos, movimientos y miradas enternecen las escenas. El trabajo de caracterización es un plus adicional que continúa ayudando a esta premisa. Todo ello convierte al conjunto en una unidad perfectamente cohesionada.

Despertando ante la adversidad, descubre un mundo nuevo. La pérdida de esperanza le ofrece, sin saberlo, una nueva paleta de color. Y como dice la madre abadesa en Sonrisas y lágrimas (Robert Wise, 1965), «cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana»; quizá desde ahí veamos las cosas más bonitas. La cámara marca el camino y nos descubre, a través de sus múltiples probabilidades un impreciso trayecto. En él, un nuevo yo despierta, aparece otra motivación y la historia gira 360 grados. Y así, Bill Nighy (Catherman, 1949) encarnando al protagonista, obtiene la nominación al mejor intérprete en los premios Oscar.

Multitud de registros ofrecidos, desde El jardinero fiel (Fernando Meirelles, 2005) al El exótico Hotel Marigold (John Madden, 2012), pasando por las diversas  Piratas del Caribe (2006 a 2017), encarnando el papel de Davy Jones, nos muestran la prolífica carrera de un actor experimentado que consigue trascender la pantalla con su sola presencia.

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El guion, a cargo de Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954), respeta el del maestro Kurosawa, agregándole pequeños matices. Por ejemplo, la exploración de la vida en familia con el hijo, huérfano de madre, a modo de recuerdos queda, en este caso, mencionada de soslayo, pero en cambio enfatiza otros momentos que también aportan veracidad al argumento, adaptándolo a otro tempo.  Si bien historia e intención son muy similares, las imágenes imprimen otro carácter más afín a nuestros días.

Exteriores e interiores se combinan, modulando los cambios de luz. Este efecto hace que interesantes cambios de brillo se cuelen subrepticiamente en las escenas. Atrezzo y localización cobran otro sentido y la vida va más allá del devenir de unos cuerpos que se mueven influidos por el entorno.

En cuanto a la música, sentimos de nuevo emociones encontradas. Un score que se adapta a la historia juega con los sentidos, nos transporta a otro plano, en el que quizá somos más conscientes, pero a la vez vivimos más despreocupados. Esta dicotomía, que nos enfrenta a nuestros miedos, consigue que alcancemos un cierto estado de serenidad.

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Las imágenes ofrecidas y la consecución de planos nos ofrecen horizontes diversos. Desde la mesa llena de papeles, vista en perpendicular, hasta las diversas perspectivas de los planos, todas consiguen dirigirse al espectador de un modo incisivo, pero sin agresividad. Formas y actitudes, según el interlocutor, desembocan en aberturas panorámicas que ofrecen otro aspecto a la ubicación de los personajes que transitan esta historia.

El tiempo pasa inevitablemente, pero lo que hagamos con él hace que la percepción cambie. Vivamos seriamente, pero con legerezza, mecidos por la corriente y, al abrigo de la suave brisa, alcanzaremos de un modo etéreo la verdadera razón de existir. La felicidad está en nosotros y de nuestra percepción depende hallar la ocasión en cualquier esquina. Dejémonos mecer en el columpio, al son de Rowan Tree, unos minutos más.

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Ficha técnica:

Living ,  Reino Unido, 2022.

Dirección: Oliver Hermanus
Duración: 102 minutos
Guion: Kazuo Ishiguro, Akira Kurosawa
Fotografía: Jamie Ramsay
Música: Emilie Levienaise-Farrouch
Reparto: Bill Nighy, Aimee Lou Wood, Tom Burke, Alex Sharp, Adrian Rawlins, Hubert Burton, Oliver Chris, Michael Cochrane, Anant Varman, Zoe Boyle

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