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La inspiración. El gran Pirandello

Otros títulos: Extrañeza.

La stranezza. Roberto Andò. Italia, 2022.

La metanarración se basa, a veces, en el reconocimiento de la existencia de un mundo ficticio por parte de los protagonistas de este mismo mundo. No se escribe una simple novela, por ejemplo, sino que se escribe sobre el acto de escribir, poniendo en marcha una serie de consideraciones tanto filosóficas como estratégicas (o sea discutir del acto de narrar). Los mundos se entremezclan, así, y lo real, habitado por nosotros, se cruza con el narrativo, subrayando la necesidad de reconocer cierta dificultad a la hora de distinguir entre lo que es verdadero y lo que es falso, y no desde un punto de vista metafísico, sino en el hecho de que las novelas (o cualquier otro producto artístico) efectivamente forman parte de nuestro presente. Si verdad es que un personaje es creado por el acto de construir una figura ficticia (por mano de su autor), correcto es también admitir que tal creación “abstracta” logra formar parte de nuestra cultura, dejándose moldear por las ideas del autor así como el autor, no lo olvidemos, se deja moldear (o, mejor, interrogar) por la cultura que lo rodea y que exige de él (o ella) una respuesta a sus muchas dudas existenciales (¿qué es el bien?, ¿qué significa vivir?, ¿qué es una sociedad?, etcétera).

La metanarración de Pirandello, entonces, establece una lectura diversificada en el desarrollo de una película que no logra escapar completa y totalmente de unos momento mediocres, sin por esto resultar insuficiente. Y, de hecho, el objetivo del cuento que se nos viene construyendo en la pantalla es un análisis sobre el acto creador del teatro (y de buena parte del arte de narrar, ya que Pirandello fue también novelista), y la distinción entre lo real y lo ficticio, entre lo que reconocemos en cuanto verdadero y lo que aceptamos en cuanto falso, se inserta en un juego más grande que es la voluntad del autor cinematográfico de hablar de un personaje realmente existido. El juego pirandelliano, entonces, crea una serie de reverberaciones a lo largo de los minutos de acción (entendida aquí como el acto de actuar, de moverse, de hablar) e insertándose en la necesidad de dialogar no solo con el pasado y con el legado de la cultura italiana, sino también con el valor del hombre mismo (Pirandello) y sus problemas.

Es un filme que pone en escena la escena misma, el valor de contar historias falsas para así hablar de la verdad, y no por el valor narrativo, sino por la cuestión (metanarrativa, por supuesto) de poner en marcha una serie de estrategias de diálogo con el público que nacen del monologo interior del autor y que, a su vez, son el resultado del diálogo entre el autor y el mundo que le rodea (familia, amistades, sociedad, naturaleza). Un laberinto, en otras palabras, que se abre y se cierra sobre y con sí mismo, sin dejar lugar a dudas de que, efectivamente, lo que estamos viendo es, sobre todo, una lección (filosófica, metafísica, psicológica) a la que hay que enfrentarse para superar aquel tipo de impasse de la que muchas veces no nos damos cuenta y que, más sencillamente, se llama tanto “vida” como “la acción de ser un ser humano”. Y, así, a través de un juego de historicidad, teatro, diálogo sobre el teatro, personajes ficticios que cobran vida, y de vida misma más allá de lo real, la película logra proponer al espectador una tesis correcta y felizmente pirandelliana.

Lo que sí no funciona perfectamente, frente a un guion bien estructurado y unas actuaciones de buena calidad (Servillo, como siempre, resulta fenomenal), es el producto final en cuanto resultado de diferentes elementos que no logran aceptarse entre sí. La música, efectivamente, es el pecado más grande, terrible en cuanto perfecta para la televisión (y se entiende aquí los filmes o series de televisión de mediocre calidad) pero no para el cine. La profundidad del mensaje y la voluntad de jugar con la metanarración se pierden así ante un uso a veces incorrecto de la dirección, y no por cuestiones simplemente de estilo, de estética, sino de tesis, de diálogo. La película resulta, en palabras más llanas, carente, incapaz de saltar de poco más que mediocre a plenamente notable. Y esto no en su complejidad, sino algunas de sus partes, sobre todo el acto inicial que resulta, si bien visualmente placentero, mediocremente soso en su estructura. Una metanarración, entonces, con un final de gran calidad, que ha sabido esquivar (otro pecado, quizás) aquellas partes menos placenteras del personaje de Pirandello (su fascismo) y que, si dejamos por un lado las manchas iniciales, logra ofrecerle un final de óptima naturaleza al espectador (defraudo, quizás, pero solo –y afortunadamente– en parte).

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Ficha técnica:

La inspiración. El gran Pirandello  / Extrañeza (La stranezza),  Italia, 2022.

Dirección: Roberto Andò
Duración: 103 minutos
Guion: Roberto Andò, Ugo Chiti, Massimo Gaudioso
Producción: Angelo Barbagallo, Attilio De Razza
Fotografía: Maurizio Calvesi
Música: Michele Braga, Emanuele Bossi
Reparto: Toni Servillo, Salvatore Ficarra, Valentino Picone

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