Críticas

La loca mecánica del proceso de diversión

El Gran Hotel Budapest

The Grand Budapest Hotel. Wes Anderson. EUA, 2014.

Cartel de la película el gran hotel BudapestExiste un tipo de películas corales en las que se invita al espectador a familiarizarse con una breve galería de personajes que habita un espacio reducido (comunidad). Su eficacia suele deberse a las bondades de un guión que apela a la forja de un carisma individual que, a su vez, alimenta otro colectivo, a través del tejido interactivo que se establece entre caracteres. No son exactamente películas familiares, aunque a veces retraten la rutina de una familia; tampoco se trata de buddy movies, por mucho que una pandilla o grupo de colegas las protagonice. A veces pueden enmarcarse en el terreno deportivo, por dar cuenta de las andanzas de un equipo. Otras veces, incluso se instalan entre las casitas de un pequeño pueblo. Si bien el prototipo de esta clase de cintas suele anclarse en el melodrama, ninguna taxonomía posible procuraría nunca la suficiente precisión para definir adecuadamente el redundante cine de su máximo exponente: Wes Anderson.

El involuntario (según el propio Anderson asegura) estilema del director de Life Aquatic (The Life Aquatic with Steve Zissou, 2012) es de sobra conocido por su intrínseca capacidad melancólica, traducida en esa comicidad atropellada y esquiva con la que acostumbra a contar historias tristes. Delicadas disoluciones formales, donde un soluto populachero satura adrede un disolvente pulcro, acromatizado y preciosista.

The Grand Budapest HotelSin embargo, desde Moonrise Kingdom (2012) Anderson parece indagar en la consecución de una fórmula magistral que le brinde la completitud filmográfica, aquella que rase el desequilibrio habitual entre la seducción formal y de contenido. Por eso, pese a mantener el “patrón Anderson” básico, El gran hotel Budapest orienta su muy atractiva premisa narrativa (historias dentro de historias, flashbacks que se contienen unos a otros, falsaria complejidad estructural en la que el lector-espectador es el último eslabón) hacia la fábula infantil. Infantil y bufa, cabría decir; algún tipo de estética emparentada con nuestras más cercanas Películas Pendelton, de Javier Fesser. La sencillez y la espontaneidad de la trama «hotelera» permiten su sometimiento al corte del más absoluto histrionismo, que provee casi todas las escenas de sorprendentes golpes de efecto (tapados por enredos) y un amplio surtido de giros dramáticos marca de la casa.

El hotel budapestAsí, la tesis que propone El gran hotel Budapest se asienta sobre el hype y el riesgo de la acción y la comedia mainstream como combinación no solo plausible, sino acertada para su autoría: desde el chiste malo como recurso intencionado a la magia de unos encuadres mistificados y bellamente postizos que construyen un cuento donde la hiperrealidad trasciende en fantasía a partir de una anécdota creíble, por esencialmente cotidiana. Porque la historia de Zero Moustafa, en aislamiento de la utopía bajo la que se enmarcan las bondades de un mentor cultivado y seguro de sí mismo, un divertido entorno freak y la ulterior fortuna casual, no deja de ser la penosa, pero entrañable historia de un becario en tiempos de crisis (por otro lado, cabe la parodia de un pasado histórico reciente y lamentable, como es la influencia del nazismo en Europa).

El Gran Hotel Budapes, críticaEl puzle de existencias insólitas (encarnadas por el elenco fetiche de Anderson), presentado por la omnipresente voz en off y la habitual simetría en la planificación de planos del cineasta norteamericano, configura un desvarío in crescendo que se beneficia del aturdimiento constante que provoca un ritmo espídico y de la aplicación posmoderna de la screwball comedy: el retrato cínico de la ignorancia cateta basada en arquetipos que oscilan sobre cierta mímesis animada, mediante un slapstick natural y nada forzado, brinda secuencias para el recuerdo, como la descacharrante fuga de la prisión o la adrenalínica persecución en la nieve, por no hablar de un desenlace que derrocha desfachatez y locura a partes iguales.

Las lecciones de vida y arte son un buen fondo de paisaje cuando el aliciente está diseñado a base de señores ridículos disparándose y corriendo de un lado a otro de la pantalla. Y es que con directores como Wes Anderson se pierde el rigor y, mientras hace no mucho se ganaba en curiosa extravagancia, con cada una de sus nuevas películas se obtiene además un bonus de espectáculo. El truco está en no renunciar nunca al disfrute. Y se sale ganando con el cambio. De verdad, merece la pena.

Trailer:

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Ficha técnica:

El Gran Hotel Budapest (The Grand Budapest Hotel),  EUA, 2014.

Dirección: Wes Anderson
Guion: Wes Anderson (Historia: Wes Anderson, Hugo Guinness)
Producción: FoxSearchlight / Scott Rudin Productions / American Paintbrush
Fotografía: Wes Anderson (Historia: Wes Anderson, Hugo Guinness)
Música: Wes Anderson (Historia: Wes Anderson, Hugo Guinness)
Reparto: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Edward Norton, Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Jude Law, F. Murray Abraham, Adrien Brody, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Mathieu Amalric, Jason Schwartzman, Tom Wilkinson, Larry Pine, Bill Murray, Owen Wilson, Léa Seydoux, Giselda Volodi, Bob Balaban, Florian Lukas, Karl Markovics, Volker Michalowski, Fisher Stevens, Wallace Wolodarsky, Waris Ahluwalia

6 respuestas a «El Gran Hotel Budapest»

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