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Cine español en el franquismo

Propaganda. Entre Dios y la Nación

 

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El sistema político surgido del golpe militar que se produjo en España en 1936, tras tres años de guerra civil entre los partidarios del legítimo régimen de la República y los que apoyaron a la facción insurrecta, derivó a lo largo de casi cuarenta años en un estado autoritario. Con un dictador al mando, Francisco Franco, se fundamentaron sus pilares en la imagen de una nación belicista, católica y conservadora. Una identidad española que se sentía orgullosa de su tradición imperialista. Y se modeló como la reserva de Occidente, en donde se preservaba la verdadera fe, se comulgaba con la disciplina castrense y se estaba al acecho del peligro ateo y comunista. También se permanecía vigilante ante cualquier desliz con tintes separatistas dentro del estado. El país tenía su propio vocabulario para autodefinirse. Un discurso que, lamentablemente, habrán repasado o aprendido, según el caso, con la última horda de políticos que nos ha tocado en gracia. Así, seguro que no les resultan ajenas frases o palabras como “buen español”,  “unidad de la patria”, “gente de bien”, ¡Arriba España!, añorados recuerdos a nuestras “cruzadas” o amores a esa nación profundamente “católica, apostólica y romana”.

En 1939 acababa una guerra entre vecinos que dejaría al estado económicamente empobrecido, físicamente asolado y a una ciudadanía dividida entre vencedores y vencidos. Un panorama desolador, cuya imagen no se quería, por supuesto que no, que fuera reflejado en el cine, ni siquiera en el de ficción. Por lo que respecta al documental, ya se ocupó el noticiario oficial del régimen franquista, el NO-DO (Noticiarios y Documentales Cinematográficos), en proyectar a España y al mundo una información absolutamente propagandística y ajena a la triste y desoladora realidad. Informaciones políticas sesgadas o desfiles militares de las gloriosas tropas nacionales se paseaban en pantalla. Por lo demás, tampoco se renunció al entretenimiento como vía de escape de las miserias cotidianas. En este ámbito, se llevaban la palma tanto el fútbol como las corridas taurinas; uno u otras, es lo mismo, menos para el desgraciado animal. El NO-DO nació en 1943 con carácter de exclusividad en cuanto al derecho de informar sobre asuntos interiores y exteriores, sometido además a censura. Desde el impulso falangista de sus inicios, construyeron una especie de cuento de hadas sobre el renacer del estado. Por supuesto, sus focos de atracción no lo constituían el hambre, el estraperlo o la represión política. Los viajes del Caudillo por la geografía patria triunfaban con enorme apoyo popular. Aunque las masas que aclamaban al jefe del Estado se difuminaran como meros figurantes. También se dedicaba primordial interés a las conmemoraciones periódicas de la “guerra de liberación”. Con los años y las décadas, se aprendió e insistió en mostrar a un país cohesionado en torno a su líder.  Y cuando tocó abrir la mirilla de la puerta e intentar dar la imagen de una nación en evolución, todo fuera por el apoyo y relaciones con el exterior, a la tarea se estuvo. 

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En la década de los cincuenta y sesenta, también se preocuparon en obviar acontecimientos escabrosos tipo huelgas, conflictos estudiantiles o atentados terroristas que pretendían alterar al régimen que se había terminado convirtiendo en una sucesión infinita de “el día de la marmota”. Como muestra, en 1973 no apareció información alguna del asesinato del presidente del Gobierno, Carrero Blanco. Por contra, las transformaciones económicas y sociales experimentadas a lo largo de las últimas décadas fueron incluidas con profusión. Ciencia, tecnología e industria tomaron protagonismo. Las mejoras en las condiciones de vida se identificaron rápidamente con la multiplicación de electrodomésticos, televisores o automóviles.

Merecedora de párrafo aparte constituye la imagen que machacó a todos los habitantes del país sobre el papel de la mujer, representada por la Sección Femenina de Falange, constituida en 1934. Una perspectiva única que situaba a las féminas como seres débiles y dedicadas a tareas inferiores. Personas frágiles dignas de merecer la protección de los varones. Y limitadas para formarse exclusivamente en tres tareas: la religiosa, la patriótica y la doméstica (“sus labores”, hablemos claro). Unas faenas y condiciones que permanecieron en la inmovilidad hasta el final del periodo histórico, a pesar de la progresiva debilidad del movimiento falangista. Precisamente, en un número del Noticiario de 1975, se dedicaría un homenaje especial a la Sección, evocando su esplendorosa trayectoria. 

Por cierto, y por si no lo sabían, el NO-DO no acabaría con la muerte del dictador. A pesar de que su monopolio en la producción y exhibición de noticiarios en salas cinematográficas cesaría por una Orden de agosto de 1975 procedente del Ministerio de Información y Turismo, la edición del Noticiario se prolongaría hasta 1981. El siguiente año se convirtió en Archivo Histórico, integrándose su fondo de imágenes en la Filmoteca Española. Tristemente, se han convertido en tesoros casi exclusivos para dar testimonio visual a una dilatada época histórica.

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Hasta el momento nos hemos centrado en la historia oficial legada a través de los documentales elaborados bajo las directrices y supervisión del régimen. ¿Y qué sucedía con la ficción? Pues más de lo mismo. El gran impacto del medio cinematográfico, su capacidad para disfrazar lo irreal de veracidad o su potencia visual no fue desaprovechado por el poder. Desde 1939 a 1975, en especial hasta 1963, el cine ostentó un papel primordial para configurar  y contribuir a la propagación y exaltación de la identidad nacional española. Hablamos del catolicismo, la heroicidad de la raza, las costumbres folclóricas, la grandeza histórica, la hispanidad, los toros, el fútbol o los logros deportivos cuyos protagonistas eran elevados a seres dignos de la máxima adoración. Ideología o evasión. Todo servía para educar y mantener en la mansedumbre, por no decir en el terror, a un pueblo todavía demasiado atrasado culturalmente y durante muchos años encogido por posibles denuncias que pudieran derivar en penas privativas de libertad o en castigos más infames como la pena de muerte. 

La filmografía producida durante el franquismo fue controlada desde el poder mediante la censura, los permisos de rodaje, las subvenciones y la represión. Lógicamente, el panorama fue resultando menos tenebroso conforme se avanzaba en el siglo, con la búsqueda de resultados más comerciales o la aparición de autores que intentaban crear obras influenciadas por vanguardias europeas. Como ejemplos, sirvan el surgimiento de movimientos culturales. El del Nuevo Cine Español o la Escuela de Barcelona se encontrarían en esa onda. Experimentaron con la ruptura de los moldes establecidos, intentando protegerse, a partir de los sesenta, por una legislación con ciertos aires de apertura. 

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Volviendo al cine de ficción realizado a lo largo de la dictadura, podemos dividirlo en varias etapas. La primera, se corresponde a los años cuarenta. El cine y sus temas se radicalizan y vuelcan todos sus esfuerzos en glorificar la “liberación nacional” producida tras la victoria del bando sublevado. Se extremaron energías por demonizar al enemigo de la patria, al materialista, al ateo, a los traidores dominados por sectarias ideas extranjeras contrarias a las tradiciones y grandezas nacionales. Sin novedad en el Alcázar (L’Assedio dell’Alcazar) es un filme del italiano Augusto Genina, realizado en 1940 y coproducido entre Italia y España.   En la obra, tras el golpe de Estado de Franco, unos militares, al cargo del general Moscardó, deciden resistir en Toledo el asedio de la República y no entregar las armas. Entre otras lindezas, nuestro héroe proclama la siguiente: “Yo pido a Dios que no nos abandone en esta empresa para la liberación y la grandeza de nuestra patria”. El ejército cumpliendo con su deber. La palabra rendición no se encuentra entre su vocabulario. No, la alternativa es victoria o muerte. Raza (1941) ha llegado a convertirse en una obra imprescindible para el conocimiento histórico de las ambiciones, anhelos y obsesiones del propio dictador, del mismísimo Francisco Franco. No en vano, el guion fue escrito por él mismo. Dirigida por José Luis Sáenz de Heredia, se exalta sin timidez alguna la gran victoria de los golpistas. El militar José Churruca, su protagonista, siempre se encuentra a la búsqueda de la elección de las misiones más arriesgadas. Tanto jugar con fuego, finalmente es apresado y condenado a muerte. Orgulloso, erguido, con su adorado uniforme, al ser fusilado grita ¡Arriba España! Muchas son las muestras de películas que inciden en glorificar los valores de ese destino hacia lo universal. Sirva como último ejemplo de la década El santuario no se rinde (1949), del director Antonio Ruiz Castillo. Protagonizada por Alfredo Mayo, loa la defensa del santuario de Santa María de la Cabeza. El pueblo español continúa siendo el elegido por el divino, pero en la obra ya es posible rastrear ciertos elementos que invitan a la reconciliación nacional.

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En la década de los cincuenta, se abandonaron, en cierto modo, los homenajes a los héroes del bando nacional durante la guerra y tomó el protagonismo la religión. La católica, por supuesto. No resultó baladí precisamente que miembros de dicha comunidad fueran alcanzando mayor presencia en el Gobierno. Y no cayó por sorpresa del cielo el Concordato con el Vaticano en 1953. Por otra parte, también supuso un hito destacable, la alianza militar con Estados Unidos, lo que conllevó un viraje en la sustancia y mensaje de las obras que se realizaron en esta época. Todo fuera por el reconocimiento del régimen en el exterior, la protección de los valores y costumbres cristianas y la incesante lucha contra el diabólico ateísmo. No vino nada mal el contexto internacional de la Guerra Fría.

Por desgracia, el primer filme que vamos a citar de los años cincuenta, concretamente realizado en 1951, no parecía haber evolucionado lo más mínimo. En Cerca del cielo, de Domingo Viladomat, un sacerdote, Venancio Marcos, concretamente, hace sus pinitos como actor. ¿Y en qué papel? El de un hombre fusilado bárbaramente por el ejército republicano, durante el sitio de Teruel. Por su parte, Muñoz Conde fue el realizador de Balarrasa (1950), contando como protagonista al inolvidable Fernando Fernán-Gómez. Un claro intento en sustituir uniformes por sotanas, al socaire del traslado en el poder entre unos y otros. En ese abordaje masivo del nacionalcatolicismo podemos citar obras como La señora de Fátima, de Rafael Gil (1951), una recreación de esa aparición ante ingenuos pastorcillos en un pueblo de Portugal. También entrarían en el lote Sor intrépida, la historia de una monja que sacrifica su propia vida por la ajena en las misiones (Rafael Gil, 1952). E igualmente, porqué no, La hermana Alegría, de Luis Lucía (1954). Una bazofia en la que la religiosa Consolación se dedica a devolver por caminos decorosos a algunas chicas de moral distraída. 

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Entre la profusión de producciones en aquellos cincuenta, se abrieron paso temáticas tan diversas como las dedicadas a los niños, el género policial o el melodrama folletinesco. Como modelos, nos gustaría señalar una de cada estilo:  Mi tío Jacinto (Ladislao Vajda, 1956),  Distrito quinto (Julio Coll, 1957) y  Duende y misterio del flamenco (Edgar Neville, 1952). Precisamente, consisten en tres obras muy interesantes y hasta admirables. En cuanto a la primera, película cumbre de su director Vajda, bebe sus raíces tanto en la picaresca nacional, como en el realismo poético francés. En la obra citada de Coll, sus personajes se encuentran a la espera del reparto de un botín. En realidad, se trata de un filme de intriga con gran valor artístico. Por su parte, Edgar Neville, en el largometraje citado, consigue, de forma asombrosa, alejarse de los tópicos insufribles que rodean al fenómeno del flamenco.

En la década de los sesenta el panorama cambió radicalmente. El intento de desmitificación de la guerra continuó y el franquismo siguió relajando el control frente a la libertad de expresión. A ello contribuyó el empujón de cierta prosperidad que iba alcanzándose conforme avanzaban los Planes de Desarrollo Económico y el auge del turismo. Ya hemos hablado del Nuevo Cine Español o de la Escuela de Barcelona. Pero también, entre otras aportaciones, se contaría con el regreso de algunos insignes exiliados, como Luis Buñuel, aunque fuera en forma de coproducción y con escándalos incluidos. En esta etapa realizó, por ejemplo, Viridiana,en 1961, o Tristana, en 1969. Por cierto, la primera citada del genio aragonés, esto es, Viridiana, estuvo a punto de ser destruida por mandato del dictador. Menos mal que existía una copia en México. Por otra parte, metidos ya en el tardofranquismo, en 1962 el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas (IIEC) se convirtió en Escuela Oficial de Cinematografía y en 1967 se permitieron las “Salas de Arte y Ensayo”, aunque estaban más bien destinadas a cinematografías extranjeras en versión original subtitulada, a ver si había suerte y no contaban con demasiada afluencia de público. 

En los años setenta vino la definitiva agonía y desaparición de esa larga y oscura época que ensombreció y arruinó la vida de tantos y tantos españoles. Pero no queremos acabar, aunque este artículo vaya de hipocresías o mentiras históricas, sin acordarnos de aquellos que con su ingenio consiguieron sortear dificultades y confundir a censores, legándonos, a pesar de todo, verdaderas obras de arte. Evocamos a Juan A. Bardem, a Luis G. Berlanga, a Fernando Fernán-Gómez, a Nieves Conde, a Carlos Saura, a Rafael Azcona, a las películas rodadas en España por el italiano Marco Ferreri, y a muchos otros. Gracias a los nombrados y a los que faltan, en esa lista de artistas que consiguieron con talento y gracia sortear paredes, en vez de chocar contra ellas. 

FUENTES UTILIZADAS

AGUILAR, Carlos: Guía del cine español. Madrid, Ediciones Cátedra, 2007.

BENET, Vicente J.: El cine español. Una historia cultural. Barcelona, Paidós, 2012.

GUBERN, Román, (coord.): Cuadernos de la Academia. Un siglo de cine español. Madrid, Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, 1997. 

NIETO FERRANDO, Jorge: Cine en papel. Cultura y crítica cinematográfica en España (1939-1962). Valencia, Ediciones de la Filmoteca (Instituto Valenciano del Audiovisual Ricardo Muñoz Suay), 2009.

TRANCHE, Rafael R. y SÁNCHEZ-BIOSCA, Vicente: NO-DO. El tiempo y la memoria. Madrid, Cátedra, 2006.

VIADERO CARRAL, Gabriela: El cine al servicio de la nación (1939-1975). Madrid, Marcial Pons, Ediciones de Historia, S.A., 2016.

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2 respuestas a «Cine español en el franquismo»

  1. que papel jugaban Marisol con su serie de bodrios, joselito que despues termino
    pres y calvo otro actor niño
    se decia que eran los mimados de franco y despues todos estos filman casi nada.

  2. El informe narrado, carece de una profundidad de lo ocurrido en aquellos terribles y oscuros dias donde solo germinaba la muerte. Se han realizado documentales en la década del noventa, donde consta en año 1952, se continuaba persiguiendo y fusilando a republicanos.

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